DESPERTAR AL AMOR

sábado, 15 de diciembre de 2018

15 DICIEMBRE: Hoy dejo que la visión de Cristo contemple todas las cosas por mí, y que en lugar de juzgarlas, les conceda a cada una un milagro de amor.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 349


Hoy dejo que la visión de Cristo contemple todas las cosas por mí, y que en lugar de juzgarlas, les conceda a cada una un milagro de amor.


1. Así quiero liberar todas las cosas que veo; concediéndoles la libertad que busco. 2De esta manera obedezco la ley del amor, dando lo que quiero encontrar y hacer mío. 3Ello se me dará, porque lo he elegido como el regalo que quiero dar. 4Padre, Tus regalos son míos. 5Cada regalo que acepto me concede un milagro que puedo dar. 6Y al dar tal como quiero recibir, comprendo que Tus milagros de curación me pertenecen.

2. Nuestro Padre conoce nuestras necesidades, 2y nos concede la gracia para satisfacerlas todas. 3Y así, confiamos en que Él nos enviará milagros para bendecir al mundo y sanar nuestras men­tes según regresamos a Él.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

“La ley del amor” de la que se habla en la segunda frase, se ha mencionado en las Lecciones 344, 345 y 346. Es probable que hayamos olvidado cómo la define la Lección 344: “Hoy aprendo la ley del amor: que lo que le doy a mi hermano es el regalo que me hago a mí mismo”. La ley del amor es la ley de que dar y recibir son lo mismo, de que la generosidad y la extensión de amor son un modo práctico de vivir porque lo que doy, lo recibo. Al comprender lo que es la ley del amor, las palabras de esta lección tienen perfecto sentido:

Así quiero liberar todas las cosas que veo; concediéndoles la libertad que busco. De esta manera obedezco la ley del amor, dando lo que quiero encontrar y hacer mío. (1:1-2)

¿Quiero que otros no me juzguen, perdonen mis errores, y me ofrezcan milagros de amor? Daré lo que busco, daré lo que quiero encontrar para mí mismo.

Cada vez que acepto un regalo de Dios, he aumentado el número de milagros que puedo dar (1:4-5). Cada vez que doy ese milagro a otro, he fortalecido mi aprendizaje de que el milagro me pertenece (1:6). Y así recuerdo a Dios.

Hoy no voy a juzgar sino a ofrecer milagros de amor. Voy a dar lo que quiero recibir.


¿Qué es un milagro? (Parte 9)

L.pII.13.5:1-3

Con crudas imágenes, esta sección se refiere a nuestro mundo como “un mundo árido y polvoriento, al cual criaturas hambrientas y sedientas vienen a morir” (5:1). Más de una vez, el Curso dice que vinimos a este mundo para morir, buscábamos la muerte al venir a un lugar donde todo muere. Por ejemplo: “Viniste a morir, por lo tanto, ¿qué puedes esperar, sino percibir los signos de la muerte que buscas?” (T.29.VII.5:2) “El factor motivante de este mundo no es la voluntad de vivir, sino el deseo de morir” (T.27.I.6:3). Vinimos como resultado de la culpa, creyendo en nuestro propio pecado y buscando nuestro propio castigo. Vinimos porque de algún modo, según la retorcida lógica del ego, la muerte es la última prueba de que hemos logrado separarnos de Dios. Inventamos este mundo como un lugar en el que morir, y luego vinimos a morir en él.

Pero “los milagros son como gotas de lluvia regeneradora que caen del Cielo” en este mundo reseco que hemos inventado, y los milagros lo convierten en un paraíso.

Ahora (las criaturas hambrientas y sedientas) tienen agua. Ahora el mundo está lleno de verdor. (5:2-3)

Los milagros transforman el mundo de muerte que inventamos en un lugar de vida. El Capítulo 26 del Texto, en la Sección IX (“Pues Ellos Han Llegado”), amplía las mismas imágenes:

La sangre del odio desaparece permitiendo así que la hierba vuelva a crecer con fresco verdor, y que la blancura de todas las flores resplandezca bajo el cálido sol de verano. Lo que antes era un lugar de muerte ha pasado a ser ahora un templo viviente en un mundo de luz. Y todo por Ellos. Es Su Presencia la que ha elevado nuevamente a la santidad para que ocupe su lugar ancestral en un trono ancestral. Y debido a Ellos los milagros han brotado en forma de hierba y flores sobre el terreno yermo que el odio había calcinado y dejado estéril. Lo que el odio engendró Ellos lo han des-hecho. Y ahora te encuentras en tierra tan santa que el Cielo se inclina para unirse a ella y hacerla semejante a él. La sombra de un viejo odio ya no existe, y toda desolación y aridez ha desaparecido para siempre de la tierra a la que Ellos han venido. (T.26.IX.3:1-8)

Nos abrimos a los milagros cuando nos abrimos al perdón y al amor, cuando nos abrimos a Dios. “Ellos” en esta sección del Texto se refiere al rostro de Cristo (ver la inocencia de nuestros hermanos) y al recuerdo de Dios. Cuando nos permitimos ver el rostro de Cristo en nuestros hermanos, vuelve el recuerdo de Dios. Cuando eso sucede, el terreno “yermo y calcinado” de este mundo se convierte en un jardín, en un reflejo del Cielo.






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