DESPERTAR AL AMOR

domingo, 2 de diciembre de 2018

2 DICIEMBRE: El perdón me enseña que todas las mentes están unidas.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 336


El perdón me enseña que todas las mentes están unidas.


1. El perdón es el medio a través del cual a la percepción le llega su fin. 2El conocimiento es restituido una vez que la percepción ha sido transformada y ha dado paso enteramente a lo que por siempre ha de estar más allá de su más elevado alcance. 3Pues las imágenes y los sonidos tan sólo pueden servir, en el mejor de los casos, para evocar el recuerdo que yace tras todos ellos. 4El per­dón elimina las distorsiones y revela el altar a la verdad que se hallaba oculto. 5Sus blancas azucenas refulgen en la mente, y la instan a regresar y a mirar en su interior para encontrar lo que en vano ha buscado afuera. 6Pues ahí, y sólo ahí, se restaura la paz interior, al ser la morada de Dios Mismo.

2. Que el perdón elimine en la quietud mis sueños de separación y de pecado. 2Y que entonces pueda mirar, Padre, en mi interior y descubrir que Tu promesa de que en mí no hay pecado es verdad; que Tu Palabra permanece inalterada en mi mente y que Tu Amor reside todavía en mi corazón.

Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

En el Texto, el Curso habla de que la idea de que las mentes están unidas es algo que se experimenta en una relación santa, en la que dos personas se han unido en un propósito común, lo que llama “un estado mental común” (T.22.III.9:7). En una relación santa sana, los miembros de esa relación practican el perdón uno con otro a menudo. El resultado se expresa así:

Esa es la función de tu relación santa. Pues lo que uno de vosotros piense, el otro lo experimentará con él. ¿Qué puede querer decir esto, sino que tu mente y la mente de tu hermano son una? No veas con temor este feliz hecho ni pienses que con ello se te impone una pesada carga. Pues cuando lo hayas aceptado de buen grado, te darás cuenta de que vuestra relación es un reflejo de la unión que existe entre el Creador y Su Hijo. (T.22.VI.14:1-5)

La idea de que el perdón está relacionado con la experiencia de las mentes unidas no está clara de manera intuitiva. Sin embargo, un pequeño reflejo parece aclarármelo mejor. Si no perdono a alguien, sin duda hay una barrera entre nuestras mentes. Mentalmente estoy rechazando a esa persona y no tengo ningún deseo de unirme mentalmente a ella. Mi juicio es un firme “No” a los pensamientos de esa persona. Cuando perdono, mi mente se abre a sus pensamientos. El perdón me enseña que todas las mentes están unidas. Abre el camino para que yo entienda que esto es verdad.

Nuestras percepciones nos dicen, de miles de maneras, que somos seres separados. El perdón abre el camino a una experiencia que está más allá de nuestra percepción, y nos muestra la unidad que existe y que la percepción no puede ver. El perdón “revela el altar a la verdad” (1:4). Dentro de nuestra mente encontramos “la morada de Dios Mismo” (1:6). “El perdón elimina mis sueños de separación y de pecado” (2:1). En la experiencia de unión con otro ser humano, empezamos a recordar nuestra unión con Dios y con toda la creación.

¿Qué es el ego? (Parte 6)

L.pII.12.3:4

A diferencia del ego, nuestro verdadero Ser, el Hijo de Dios, está rodeado de paz eterna. Donde el ego se ve a sí mismo en guerra con el universo y tiembla constantemente por miedo al ataque de cada figura de sus sueños, el Hijo de Dios está eternamente “libre de todo conflicto”. El Hijo descansa eternamente “imperturbable… en la tranquilidad y silencio más profundos” (3:4).

Cuando empezamos a ponernos en comunicación con nuestro Ser, experimentamos el sabor de esa profunda y callada paz. Ésa es una de las características del instante santo. Hay una paz en el instante santo que no se puede describir.

Hay un silencio que el mundo no puede perturbar. Hay una paz ancestral que llevas en tu corazón y que no has perdido. Hay en ti una sensación de santidad que el pensamiento de pecado jamás ha mancillado. (L.164.4:1-3)

El ego, separado del universo, no puede conocer esta paz. Viene únicamente de dentro de nuestro Ser, ya que es una cualidad de Quien somos. No tiene nada que ver con ninguna circunstancia externa, y ninguna circunstancia externa puede alterarla. Es parte de lo que todos juntos somos.



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