DESPERTAR AL AMOR

martes, 25 de diciembre de 2018

25 DICIEMBRE: La respuesta de Dios es alguna forma de paz. Todo dolor sana; toda aflicción queda reemplazada por la dicha. Las puertas de la prisión se abren. Y se comprende que todo pecado no es más que un simple error.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 359


La respuesta de Dios es alguna forma de paz. Todo dolor sana; toda aflicción queda reemplazada por la dicha. Las puertas de la prisión se abren. Y se comprende que todo pecado no es más que un simple error.


1. Padre, hoy vamos a perdonar Tu mundo y a dejar que la creación sea Tuya. 2Hemos entendido todas las cosas erróneamente. 3Pero no hemos podido convertir a los santos Hijos de Dios en pecadores. 4Lo que Tú creaste libre de pecado ha de permanecer así por siempre jamás. 5Ésa es nuestra condición. 6Y nos regocijamos al darnos cuenta de que los erro­res que hemos cometido no tienen efectos reales sobre nosotros. 7El pecado es imposible, y en este hecho descansa el perdón sobre una base mucho más sólida que el mundo de sombras que vemos. 8Ayúdanos a perdonar, pues queremos ser redimidos. 9Ayúdanos a perdonar, pues que­remos estar en paz.





Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Hoy quiero compartir algunos pensamientos sólo sobre la primera línea de esta lección. Ayer se nos recordaba que “Ninguna invocación a Dios puede dejar de ser oída o no recibir respuesta” y que “Su respuesta es la única que realmente deseo” (L.358). Hoy se nos dice que cuando Dios responde, “la respuesta de Dios es alguna forma de paz”. Así que la respuesta que quiero es la paz. Cada invocación a Dios es respondida con alguna forma de paz, y eso es lo que realmente quiero, a pesar de que piense lo contrario.

Pienso que cuando empezamos a darnos cuenta de que realmente queremos la paz en todas las situaciones, las cosas empiezan a tomar el aspecto correcto. Supongamos que pienso que puedo perder mi trabajo, o una relación que pienso que necesito. Supongamos que pienso que no tengo dinero suficiente. Empiezo a rezar, más o menos, por ese trabajo, o por esa relación, o por dinero. O tal vez no estoy como para rezar, sino que me obsesiono con la situación. Pienso que eso es lo que quiero.

Cuando eso sucede, si puedo empezar a reconocer que lo que realmente quiero es alguna forma de paz, he dado un paso gigantesco. No es el trabajo lo que quiero, sino la paz que creo que me dará. No es la relación lo que quiero, sino la paz que creo que hay en ella. No es dinero lo que necesito, sino la paz mental que creo que me da.

La oración del corazón no pide realmente cosas concretas. Lo que pide es siempre alguna clase de experiencia, y las cosas que específicamente pide son las por-tadoras de la experiencia deseada en opinión del peticionario. (M.21.2:4-5)

Cuando empiezo a darme cuenta de que no son cosas lo que estoy pidiendo, sino la sensación de paz que pienso que me dan, puedo empezar a pedir paz directamente, evitando mi (quizá) equivocada opinión de que determinada “cosa” me dará esa experiencia de paz. Puedo abrirme a la posibilidad de que Dios me dará la paz mental de otro modo distinto al que yo veo.

Cuando pueda empezar a abandonar mi insistencia en que la respuesta tiene que venir de una forma determinada, me daré cuenta más rápidamente de la respuesta de Dios. Puedo descubrir que siento la paz sin que intervenga para nada la forma. Puedo descubrir que la paz me llega de una forma que nunca podría haber imaginado. Perderé mi ansiedad acerca de si me viene la paz o no en la forma que había pensado que necesitaba. Si me llega la paz mental, me siento satisfecho porque esto es todo lo que quiero.

Para relacionar esto con el resto de la lección, brevemente, “Ayúdanos a perdonar, pues que-remos estar en paz” (1:9). La paz es imposible si mi mente está cegada por la falta de perdón.

La paz es imposible si hay ira. Una falta de paz es siempre una falta de perdón, aunque a menudo es difícil verlo. Cuando pido paz, estoy pidiendo que se me enseñe a perdonar, me dé cuenta de ello o no. Si la paz es mi meta por encima de todas las cosas, aprenderé a perdonar.



¿Qué soy? (Parte 9)

L.pII.14.5:1-2

Lo sepamos o no, “Somos los santos mensajeros de Dios” (5:1). Ésa es nuestra función, Dios nos creó para que hiciéramos eso: expresar a Dios, expresar Su Amor. Ésta es nuestra tarea aquí, no seremos completamente felices hasta que la estemos llevando a cabo. El modo en que aquí lo dice es muy significativo: estamos llevando “Su Palabra a todos aquellos que Él nos envía” (5:1), no dice “a los que somos enviados”. No se trata de que vayamos buscando personas a las que dar Su mensaje, sino que ellos nos están buscando. Ésta es una actitud completamente distinta a la de decir: “Vamos a convertir al mundo”. Se trata de extender el mensaje de paz y de perdonar a todo el que entra en nuestra vida. No es por “casualidad” que aparecen las personas en nuestra vida, se nos envían. Y se nos envían porque tenemos algo que darles.

Cuando alguien aparezca en mi vida, en mi tiempo, o quizá en frente de mí, que aprenda a preguntarme a mí mismo: “¿Qué tengo que darle a esta persona? ¿Cuál es la Palabra de Dios que puedo comunicarle? ¿Qué quiere decirle Dios a esta persona a través de mí? “O, de manera más sencilla: “¿Cómo puedo ser verdaderamente útil a esta persona?”

Hacer esto, no sólo pensarlo sino hacerlo realmente, es la manera en que aprendo que la Palabra de Dios está escrita en mi corazón (5:1). Y haciendo esto es como cambia mi mente acerca de lo que soy y la razón de que yo esté aquí. Mi mente no cambiará sólo intentando cambiarla, cambia al llevar la Palabra de Dios a todos lo que Él me envía. Cuando me comprometo a esta forma de servir activamente y perdonar a mis hermanos, empiezo a formarme una opinión distinta de mí mismo. Empiezo a verme de manera diferente. Ése es el plan del Espíritu Santo para la salvación.




TEXTO

 

VI. El reconocimiento del espíritu



1. O bien ves la carne o bien reconoces el espíritu. 2En esto no hay términos medios. 3Si uno de ellos es real, el otro no puede sino ser falso, pues lo que es real niega a su opuesto. 4La visión no ofrece otra opción que ésta. 5Lo que decides al respecto determina todo lo que ves y crees real, así como todo lo que consideras que es verdad. 6De esta elección depende todo tu mundo, pues mediante ella estableces en tu propio sistema de creencias lo que eres: carne o espíritu. 7Si eliges ser carne jamás podrás escaparte del cuerpo al verlo como tu realidad, pues tu decisión reflejará que eso es lo que quieres. 8Pero si eliges el espíritu, el Cielo mismo se inclinará para tocar tus ojos y bendecir tu santa visión a fin de que no veas más el mundo de la carne, salvo para sanar, consolar y bendecir.

2. La salvación es un deshacer. 2Si eliges ver el cuerpo, ves un mundo de separación, de cosas inconexas y de sucesos que no tienen ningún sentido. 3Alguien aparece y luego desaparece al morir; otro es condenado al sufrimiento y a la pérdida. 4nadie es exactamente como era un instante antes ni será el mismo. un instante después. 5¿Qué confianza se puede tener ahí donde se percibe tanto cambio? a¿Y qué valía puede tener quien no es más que polvo? 6La salvación es el proceso que deshace todo esto. 7Pues la constancia es lo que ven aquellos cuyos ojos la salvación ha liberado de tener que contemplar el costo que supone conser­var la culpabilidad, ya que en lugar de ello eligieron abando­narla.

3. La salvación no te pide que contemples el espíritu no percibas el cuerpo. 2Simplemente te pide que ésa sea tu elección. 3Pues puedes ver el cuerpo sin ayuda, pero no sabes cómo contemplar otro mundo aparte de él. 4Tu mundo es lo que la salvación habrá de deshacer, permitiéndote así ver otro que tus ojos jamás habrían podido encontrar. 5Cómo va a lograrse esto no es algo que deba preocuparte. 6No comprendes cómo apareció ante ti lo que ves, 7pues si lo comprendieses, desaparecería. 8El velo de la ignorancia está corrido igualmente sobre lo bueno que sobre lo malo, y se tiene que traspasar para que ambas cosas puedan desaparecer a fin de que la percepción no encuentre ningún lugar donde ocul­tarse. 9¿Cómo se puede hacer esto? 10No se puede hacer en abso­luto. 11Pues ¿qué podría aún quedar por hacer en el universo que Dios creó?

4. Sólo la arrogancia podría hacerte pensar que tienes que allanar el camino que conduce al Cielo. 2Se te han proporcionado los medios para que puedas ver el mundo que reemplazará al que tú inventaste. 3¡Hágase tu voluntad! 4Esto es verdad para siempre tanto en el Cielo como en la tierra, 5independientemente de dónde creas estar o de lo que creas que la verdad acerca de ti mismo debe realmente ser. 6Independientemente también de lo que contem­ples, y de lo que elijas sentir, pensar o desear. 7Pues Dios Mismo ha dicho: "Hágase tu voluntad". 8Y, consecuentemente, se hace.

5. Tú que crees que puedes ver al Hijo de Dios como quisieras que fuese, no olvides que ningún concepto que abrigues de ti mismo puede oponerse a la verdad de lo que eres. 2Erradicar la verdad es imposible. 3Pero cambiar de conceptos no es difícil. 4Una sola visión que se vea claramente y que no se ajuste a la imagen que antes se percibía, hará que el mundo sea diferente para aquellos ojos que hayan aprendido a ver porque el concepto del yo habrá cambiado.

6. ¿Eres invulnerable? 2Entonces el mundo te parece un lugar ino­fensivo. 3¿Perdonas? 4Entonces el mundo es misericordioso, pues le has perdonado sus ofensas, de modo que te contempla tal como tú lo contemplas a él. 5¿Eres un cuerpo? 6Entonces ves en cada hermano un traidor, listo para matar. 7¿Eres espíritu, inmor­tal y sin la más mínima posibilidad de corrupción ni mancha alguna de pecado sobre ti? 8Entonces ves estabilidad en el mundo, pues ahora es absolutamente digno de toda tu confianza: un lugar feliz en donde descansar por un tiempo, en donde no hay nada que temer, sino sólo amar. 9¿Le negarían los puros de corazón la bienvenida a alguien? 10¿Y qué podría herir a los que son verdaderamente inocentes?



7. ¡Hágase tu voluntad, santa criatura de Dios! 2No importa si crees estar en el Cielo o en la tierra. 3Lo que la Voluntad de tu Padre ha dispuesto para ti jamás ha de cambiar. 4La verdad en ti permanece tan radiante como una estrella, tan pura como la luz, tan inocente como el amor mismo. 5Y tú eres digno de que se haga tu voluntad.







No hay comentarios:

Publicar un comentario