DESPERTAR AL AMOR

jueves, 1 de octubre de 2020

1 OCTUBRE: Este día le pertenece al Amor. Hoy no tendré miedo de nada.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS

LECCIÓN 274

Este día le pertenece al Amor. Hoy no tendré miedo de nada.

1. Padre, hoy quiero dejar que todas las cosas sean como Tú las creaste y ofrecerle a Tu Hijo el honor que se merece por su impecabilidad; el amor de un hermano hacia su hermano y Amigo. 2De ese modo soy redimido. 3Y del mismo modo, la verdad pasará a ocupar el lugar que antes ocupa­ban las ilusiones, la luz reemplazará toda oscuridad y Tu Hijo sabrá que él es tal como Tú lo creaste.

2. Hoy nos llega una bendición especial de Aquel que es nuestro Padre. 2Dedícale a Él este día, y no tendrás miedo de nada hoy, pues el día habrá sido consagrado al Amor.





Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Dedícale a Él este día, y no tendrás miedo de nada hoy, pues el día habrá sido consagrado al Amor. (2:2)

Miedo es lo que surge cuando cerramos nuestra consciencia al Amor. No es nada sino la ausencia ilusoria del Amor, “ilusoria” porque el Amor nunca está ausente. El Amor es lo único que existe. Como el sol físico, el Amor siempre está brillando. A veces decimos: “Hoy no ha salido el sol”. Por supuesto que el sol ha salido, pero hay una interferencia: las nubes, algo que se pone delante y que nos impide ver el sol. Entonces vemos la oscuridad, que no es sino la ausencia de luz. La oscuridad no es nada en sí misma. Cuando se quita la interferencia, la luz está ahí, como siempre ha estado.

Así también, cuando quitamos la interferencia a nuestra consciencia del Amor, el Amor sigue estando ahí y el miedo ha desaparecido. Si dedicamos este día al Amor, no habrá miedo.

Es fácil ver cómo podemos entender cualquier forma de miedo como una petición de amor. “El miedo es un síntoma de tu profunda sensación de pérdida” (T.12.I.9:1). El miedo es cómo nos sentimos cuando el Amor parece estar ausente; por lo tanto, es simplemente un grito automático a la presencia del Amor. Es una petición de Amor, y nada más. El miedo puede tomar muchas formas: ira, preocupación, tristeza, celos, enfermedad o un deseo adictivo de una cosa o persona, pero todos ellos son sólo formas de miedo. Cuando sea consciente de ellos en mí, voy a llevárselos al Espíritu Santo para que Él pueda reinterpretarlos (T.12.I.8:8-9), para que yo pueda entender que todas las formas de miedo no son nada más que una petición inconsciente de amor (T.12.I.8:13), y por lo tanto no hay nada de lo que sentirse culpable.

Cuando era niño creía que toda enfermedad era causada por gérmenes. Tenía una idea muy clara de que un bicho invasor se metía en mi cuerpo y lo estropeaba, podía entender eso. Aunque metafísicamente esto no es una imagen verdadera, ni siquiera científicamente totalmente cierta, era lo que yo creía que era verdad. Eso era lo que la enfermedad era para mí.

Un día durante un largo viaje estaba sentado en la parte de atrás del coche, leyendo un tebeo. Empecé a sentirme mal. Supongo que nunca había sentido mareo antes, así que debía ser muy pequeño. Pensé que “me estaba poniendo enfermo” y les dije a mis padres que pararan el coche porque me iba a poner enfermo. Entré en la sala de descanso de una estación de servicio. Cuando entraba me sentí menos enfermo. Usé el baño, y pasados unos minutos me sentí mejor. Me sentí muy sorprendido, ¿qué le había pasado a la enfermedad?

Cuando volví al coche y se lo dije a mis padres, ellos dijeron: “¡Oh! Debes haber sentido el mareo por viajar en coche”. Me explicaron que a veces el movimiento puede hacerte sentir mal, pero que no es lo mismo que tener la gripe. Recuerdo que dije algo como: “¿Queréis decir que no estoy enfermo? ¿Qué sólo me siento enfermo? Estuvieron más o menos de acuerdo con mi interpretación. Me explicaron que se debía a que la mente se sentía confundida porque mis ojos estaban mirando a cosas que no se movían mientras que el resto del cuerpo sentía el movimiento. En efecto, me dijeron que ¡la enfermedad se debía a la falsa percepción de mi mente!

En mi joven mente, algo se iluminó. ¡Quería leer aquel tebeo! Aunque mis padres me aconsejaron que no lo hiciese, continué leyendo. Empecé a sentirme mal de nuevo. Pero entonces sabía la verdad: ¡No estaba realmente enfermo! Era una falsa enfermedad. No había ninguna causa real (gérmenes) para estar enfermo. Era mi mente la que me lo estaba haciendo, así que mi mente podía deshacerlo. Así que a pesar de las náuseas y dolor de estómago, seguí leyendo. Me dije a mí mismo: “No estoy realmente enfermo”. Y la náusea desapareció, y ya nunca más he vuelto a sentir mareo en toda mi vida, excepto una vez en un trasatlántico durante una tormenta muy fuerte, después de todo mil cien personas vomitaron, excepto yo y una docena de personas, supongo que la “prueba” era demasiado aplastante.

Tal como aquel día me convencí a mí mismo que la enfermedad no era real (una lección muy clara en mi vida acerca del poder de la mente), el Espíritu Santo quiere convencernos que nuestros miedos no son reales. Tal como aquel día que no había nada mal en mi cuerpo, Él quiere que sepamos que cuando sentimos miedo, no hay nada malo en nuestra mente. A pesar de lo que vemos en el mundo, el Espíritu Santo quiere que sepamos que el miedo es producido por nuestra propia mente; no es real, porque el Amor nunca está ausente y por lo tanto no hay ninguna razón para el miedo. Puedes sentir miedo en cualquiera de sus formas (Él nunca nos pide que neguemos eso, en lugar de ello nos pide que lo miremos y lo reconozcamos muy claramente), pero lo que sí nos pide es que nos demos cuenta de que lo que estamos sintiendo es falso. No tiene causa. Es sólo algo producido por una mente que se ha cerrado a la verdad. Ni siquiera tenemos que curar nuestro miedo, porque ¡la enfermedad no es real!

O amamos a nuestros hermanos o les tenemos miedo, ésas son las únicas dos emociones en este mundo, según el Curso (T.12.I.9:5). Entonces, dedicar el día al Amor significa que no reaccionaremos con miedo a nuestros hermanos. Queremos “dejar que todas las cosas sean como Tú las creaste” (1:1), y por lo tanto honramos a nuestros hermanos en su perfecta inocencia. Le daremos a cada uno de ellos, como Hijo de Dios, “el amor de un hermano hacia su hermano y Amigo” (1:1).

El camino del Curso se basa en esto, en aprender a abandonar nuestros miedos y en responder unos a otros con amor, honrando lo que todos somos en verdad, en lugar de temer lo que nuestros hermanos parecen ser. Así es como somos redimidos (1:2), así es como la luz reemplaza a toda la oscuridad del mundo (1:3).

Este día le pertenece al Amor. Hoy no tendré miedo de nada.


¿Qué es el Cristo? (Parte 4)

L.pII.6.2:4-5

El Cristo es la parte de nuestra mente en la que se encuentra la Respuesta de Dios (2:3). Esta parte de nuestra mente no se ve afectada por nada que los ojos del cuerpo puedan percibir (2:4). Nuestra mente, tal como somos conscientes de ella, se ve más que afectada por lo que nuestros ojos ven, está dominada por ello, y sacudida como una hoja al viento (¡como muy bien saben los publicistas!). Pero hay algo en nosotros, en algún lugar de nosotros, que está de acuerdo con esta afirmación de que no se ve alterado o perturbado por las percepciones físicas. Permanece perfectamente en calma a pesar de lo que parezca suceder a nuestro alrededor. Permanece completamente amorosa, sin que importen qué ataques se le hagan a nuestro amor. Esto es el Cristo, nuestro verdadero Ser.
Lo que estamos practicando es hacernos conscientes de esta parte de nosotros mismos. En los instantes santos que pasamos escuchando en silencio estamos intentando conectarnos con este centro silencioso y sereno de nuestro ser. Ésta es la Voz que intentamos escuchar, una Voz de una quietud majestuosa y de una total serenidad. El Cristo no es un ser extraño, algo separado de nosotros que tenemos que aprender a imitar. Él es nuestro Ser. Él es como el ojo del huracán. Cuando nuestra mente está agitada y aparentemente sin control, si queremos abandonar lo que nos causa agitación, podemos entrar en ese ojo de la tormenta y encontrar la paz dentro de nosotros, que siempre está ahí. En el momento en que lo hacemos el cambio es tan sorprendente que no hay confusión posible. El estruendo del viento se para. La explosión de los elementos se detiene de repente. No hay nada más que paz. En este centro tranquilo de nuestro ser, todos los acontecimientos de nuestras vidas que nos han llevado de acá para allá, indefensos ante su agarre, no tienen efecto alguno. Y en ese momento sabemos: “Esto es lo que Yo soy”.

Debido a la confusión de nuestra mente, debido a que hemos inventado un aparente problema donde no hay ninguno, el Padre ha puesto en Cristo “los medios para tu salvación” (2:5), la Respuesta a nuestras ilusiones. Y sin embargo, este Cristo permanece sin ser afectado por los “problemas”, completamente puro, Él “no conoce el pecado” (2:5). La Respuesta al pecado está en Él y, sin embargo, en Él habiéndose Respondido al problema, ni siquiera existe. La perfección de Cristo no ha sido manchada por nuestra locura. Todavía es tan perfecto como en el instante en que fue creado. Y Él es yo. “Soy el santo Hijo de Dios Mismo” (L.191). Aquí, en la quietud del Ser de Cristo, sé que todos mis “pecados” no son nada, que no tienen ningún efecto. Aquí soy más que inocente, aquí soy santo. Todas las cosas son santas. Y nada irreal existe.



TEXTO 

III. Cómo perdonar el deseo de ser especial


1. El perdón pone fin al deseo de ser especial. 2Lo único que se puede perdonar son las ilusiones, que entonces desaparecen. 3El perdón es lo que te libera de todas las ilusiones, y por eso es por lo que es imposible perdonar sólo parcialmente. 4Nadie que se aferra a una sola ilusión puede considerarse a sí mismo libre de pecado, pues en tal caso aún está afirmando que un error acerca de sí mismo es hermoso. 5de este modo, lo califica de "imper­donable" y lo convierte en un pecado. 6¿Cómo iba a poder enton­ces conceder perdón de manera total cuando aún no lo quiere aceptar para sí mismo? 7Pues es seguro que lo recibiría completa­mente en el instante en que así lo concediese. 8de esta manera, la culpabilidad que mantiene oculta desaparecería, al él mismo haberla perdonado.

2. Cualquier forma de especialismo que aún valores, la has con­vertido en un pecado. 2Se alza inviolable, y la defiendes acérri­mamente con toda tu endeble fuerza contra la Voluntad de Dios. 3Y así, se alza contra ti, como enemiga tuya, no de Dios. 4De este modo, parece escindirte de Dios y hacer que estés separado de Él en cuanto que defensor de ella. 5Prefieres proteger lo que Dios no creó. 6Sin embargo, este ídolo que parece conferirte poder, en rea­lidad te lo ha arrebatado. 7Pues le has dado el patrimonio de tu hermano, dejando a éste solo y condenado, y quedando tú hun­dido en el pecado y en el sufrimiento junto  con él ante el ídolo que no puede salvaros.

3. No eres tú el que es tan vulnerable y susceptible de ser atacado que basta una palabra, un leve susurro que no te plazca, una circunstancia adversa o un evento que no hayas previsto para trastornar todo tu mundo y precipitarlo al caos. 2La verdad no es algo frágil, 3y las ilusiones no pueden afectarla ni cambiarla en absoluto. 4Pero ser especial no es lo que es verdad acerca de ti. 5Pues cualquier cosa puede hacerle perder el equilibrio. 6Lo que descansa sobre lo que no es nada jamás podrá ser estable. 7Por muy grande y desmesurado que parezca, se tambaleará, dará vueltas y revoloteará con la más tenue brisa.

4. Sin cimientos nada es seguro. 2¿Habría dejado Dios a Su Hijo en un estado en el que la seguridad no significase nada? 3¡De ninguna manera! aSu Hijo permanece a salvo, descansando en Él. 4Tu deseo de ser especial es lo que se ve atacado por todo lo que camina o respira, se arrastra o se desliza, o simplemente vive. 5Nada está a salvo de su ataque, y ello no está a salvo de nada. 6Jamás habrá de perdonar, pues esto es lo que es: un voto secreto de que lo que Dios quiere para ti nunca se dé y de que te opon­drás a Su Voluntad para siempre. 7No es posible tampoco que ambas voluntades puedan jamás ser la misma, mientras tu deseo de ser especial se alce como una llameante espada de muerte entre ellas, haciendo que sean enemigas.

5. Dios te pide que perdones. 2Él no quiere que la separación se interponga, como si de una voluntad ajena se tratase, entre lo que tanto Su Voluntad como la tuya disponen para ti. 3Ambas son la misma voluntad, pues ninguna de ellas dispone ser especial. 4¿Cómo iban a poder disponer la muerte del amor mismo? 5Con todo, no pueden atacar a las ilusiones. 6No son cuerpos, y espe­ran como una sola Mente a que todas las ilusiones se traigan ante ellas y se dejen ahí. 7La salvación no desafía ni siquiera a la muerte. 8Y a Dios Mismo, que sabe que la muerte no es tu volun­tad, no lo queda otro remedio que decir: "Hágase tu voluntad" porque tú crees que lo es.

6. Perdona al gran Creador del universo -la Fuente de la vida, del amor y de la santidad, el Padre perfecto de un Hijo perfecto- ­por tus ilusiones de ser especial. 2He aquí el infierno que elegiste como tu hogar. 3Él no eligió eso para ti. 4No le pidas que entre ahí. 5El camino está cerrado al amor y a la salvación. 6Pero si liberas a tu hermano de las profundidades del infierno, habrás perdonado a Aquel Cuya Voluntad es que descanses para siem­pre en los brazos de la paz, perfectamente a salvo y sin que la animosidad ni malicia de ningún pensamiento de ser especial perturbe tu descanso. 7Perdona al Santísimo por no haber podido concederte el especialismo, que tú entonces inventaste.

7. Todos los que se consideran especiales están dormidos, rodea­dos por un mundo de belleza que no ven. 2La libertad, la paz y la dicha se encuentran ahí, al lado del ataúd en el que duermen, llamándolos para que vuelvan en sí y despierten de su sueño de muerte. 3Mas ellos no oyen nada. 4Están perdidos en sueños de que son especiales. 5Odian la llamada que los puede despertar y maldicen a Dios porque no convirtió su sueño en realidad. 6Mal­dice a Dios y muere, pero no por mandato de Aquel que no creó la muerte, sino sólo en el sueño. 7Mas abre los ojos ligeramente y verás al salvador que Dios te dio a fin de que pudieses contem­plarlo y devolverle su patrimonio. 8Dicho patrimonio es también el tuyo.


8. Los esclavos del deseo de ser especial se liberarán. 2Tal es la Voluntad de Dios y la de Su Hijo. 3¿Se condenaría Dios a Sí Mismo al infierno y a la perdición? 4¿Y es eso acaso lo que dispones para tu salvador? 5Dios te llama a través de él a unirte a Su Voluntad para que ambos os salvéis del infierno. 6Observa las marcas de los clavos en las manos que te extiende pidiendo que le concedas tu perdón. 7Dios te pide que tengas misericordia con Su Hijo y con Él. 8No se la niegues a ninguno de los dos. 9Lo único que te piden es que se haga tu voluntad. 10Buscan tu amor a fin de que tú te puedas amar a ti mismo. 11No ames tu deseo de ser especial en vez de amarles a Ellos. 12La marca de los clavos está también en tus manos. 13Perdona a tu Padre el que no fuese Su Voluntad que tú fueses crucificado.








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