DESPERTAR AL AMOR

viernes, 16 de octubre de 2020

16 OCTUBRE: El pasado ya pasó. No me puede afectar.


AUDIOLIBRO



EJERCICIOS  


LECCIÓN 289


El pasado ya pasó. No me puede afectar.


1. A menos que el pasado se haya borrado de mi mente, no podré contemplar el mundo real. 2Pues en ese caso no estaría contem­plando nada, sino viendo lo que no esta ahí. 3¿Cómo podría entonces percibir el mundo que el perdón ofrece? 4El propósito del pasado fue precisamente ocultarlo, pues dicho mundo sólo se puede ver en el ahora. 5No tiene pasado. 6Pues, ¿a qué se le puede conceder perdón sino al pasado, el cual al ser perdonado desapa­rece?

2. Padre, no me dejes contemplar un pasado que no existe. 2Pues Tú me has ofrecido Tu Propio sustituto: un mundo presente que el pasado ha dejado intacto y libre de pecado. 3He aquí el final de la culpabilidad. 4Y aquí me preparo para Tu paso final. 5¿Cómo iba a exigirte que siguieses esperando hasta que Tu Hijo encontrase la belleza que Tu dispusiste fuese el final de todos sus sueños y todo su dolor?





Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

En el Curso estamos aprendiendo que la mente es la causa del mundo que vemos. Supongamos que me enfado con alguien. En lugar de suponer, como he hecho toda mi vida, que lo que he visto es real, reconozco que es una ilusión. No intento entenderlo, simplemente se lo ofrezco al Espíritu Santo. Reconozco que mis pensamientos de enfado no están causados por lo que veo, sino que están causados por mi interpretación de ello.

Mis pensamientos son anteriores a cualquier cosa que veo o que oigo. Muchas personas ven en esto lo que para mí es sólo una interpretación parcial. Piensan que nuestros pensamientos actuales no son causados por lo que está sucediendo ahora, sino que suponen que tiene que haber algo en el pasado que causó esos sentimientos. Su pregunta es: “¿Te acuerdas de algún otro momento en el que te sentiste así?” La idea es que puedes recordar algún acontecimiento pasado que provocó ese sentimiento, que puedes separar el sentimiento del de ahora. “No estoy enfadado contigo, estoy enfadado porque para mí representas a mi madre”. Ese tipo de cosas. El Curso habla acerca de estas “sombrías figuras” del pasado, pero señala que esas sombrías figuras “no son reales, y no pueden ejercer ningún dominio sobre ti, a menos que las lleves contigo” (T.13.IV.6:2). (Las secciones IV a VI del Capítulo 13 tratan de liberar el pasado). Dicho de otra manera, nuestra angustia o enfado actuales no están causados por el pasado, sino por una decisión presente de llevar su dolor al ahora. Una decisión que se toma ahora también puede deshacerse ahora.

El pasado “no me puede afectar”. Y los sentimientos del pasado tampoco pueden ser la causa de mis sentimientos. El error de relacionar emociones presentes con acontecimientos pasados, que ciertamente puede ser útil en cierto grado, es que relaciona falsamente algún acontecimiento o persona como la causa de mi sentimiento, entonces mi sentimiento es el efecto. La explicación que el Curso da es que “el pasado ya pasó”. Si veo el pasado, “estoy viendo lo que no está ahí” (1:2). El Curso dice que el único pensamiento que se puede tener del pasado es que no está aquí” (L.8.2:1). Ya no existe. Todo lo que existe es un pensamiento en mi mente que yo llamo un recuerdo, y ese recuerdo es imperfecto, desviado hacia mi interpretación y sin tener en cuenta la realidad interna de las otras personas que también estaban allí. Todo lo que recuerdo es lo que vi, lo que oí, lo que pensé, lo que sentí. Así que mi imagen del pasado es completamente inadecuada, y no puede ser la base de ningún juicio que tenga razón
.
Cuando reconozco que mi sentimiento de ahora está causado por ver acontecimientos actuales a través de un recuerdo del pasado, eso me puede servir para separar mis sentimientos de las cosas que están sucediendo ahora. Pero necesito dar un paso más. Necesito ver que mis sentimientos tampoco están causados por el pasado. El pasado no tiene poder sobre mí. El pasado no existe. El pasado que recuerdo son mis propios pensamientos acerca del pasado.

Si mis sentimientos no están causados por el presente ni por el pasado, entonces ¿qué los causa? Ciertamente el futuro no, que todavía no ha sucedido. Entonces ¿qué?

“Sólo mis propios pensamientos pueden afectarme” (L.338). Sólo mis pensamientos son la causa de mis sentimientos. Ésa es la causa. El Curso dice que finalmente tenemos que aprender que nada de fuera de nuestra mente puede afectarnos; que el pensamiento es lo único que existe. Todo lo demás es efecto del pensamiento, no la causa de nada (T.26.VII.4:9, T.10.In.1:1).

No hay nada externo a ti. Esto es lo que finalmente tienes que aprender. (T.18.VI.1:1-2)

¿Por qué tenemos pensamientos que causan malos sentimientos? Todo vuelve al pensamiento original de la separación. Pensamos que hemos robado nuestro ser a Dios, pensamos que logramos crear un ser separado, y pensamos que Dios tiene que estar enfadado. Creemos en la ira de Dios. En palabras menos teológicas, nos sentimos culpables porque nos vemos viviendo en un mundo que exige egoísmo para sobrevivir. Nos sentimos culpables porque pensamos que estamos separados y que es nuestra propia culpa.

Todos tenemos este profundo sentimiento de culpa, tan profundo que nos asusta. Ni siquiera podemos soportar mirarlo de frente. Tenemos miedo del olvido, de la muerte, y más aún del infierno. El miedo se disfraza de muchas formas: ira, depresión, celos, indiferencia. Abrimos los ojos e inmediatamente buscamos un chivo expiatorio, algo a lo que culpar por estos sentimientos terribles. Inevitablemente encontramos un culpable. “¡Tú! ¡Tú eres el que me ha robado la paz!” Inventamos el mundo para eso.

El Espíritu Santo entra en nuestra vida para “valerse de esos medios que inventaste a fin de exiliarte para llevar a tu mente allí donde verdaderamente se encuentra en su hogar” (L.pII.7.3:3). Miramos a cada acontecimiento como un posible chivo expiatorio para nuestros horribles sentimientos. El Espíritu Santo contempla cada acontecimiento como un medio para mostrarnos el Amor. Aprendemos a ver todo como Amor o como una petición de Amor. Para el ego, todo da testimonio de la separación y de la culpa. Para el Espíritu Santo, todo da testimonio de la realidad del Amor. Para ver el mundo que el perdón nos ofrece, tenemos que estar dispuestos a abandonar el pasado y a ver que no nos puede afectar ahora. El mundo perdonado únicamente se puede ver ahora. Tenemos que elegir dejar de mirar a “un pasado que ya no está aquí”.


¿Qué es el Espíritu Santo? (Parte 9)

L.pII.7.5:1-2

El Espíritu Santo es “el regalo que Tu Padre te hace. Es un llamamiento que el Amor le hace al Amor para que tan sólo sea lo que es” (L.pII.7.5:1-2). Eso es lo que hace la Llamada dentro de nosotros. Es el Amor llamándose a Sí Mismo para que sea Él Mismo. Cuando empiezo a sentir que Dios me llama a algún tipo de “rendición” que parece que estoy sometiendo mi voluntad a otra voluntad superior, me recuerdo que lo que está sucediendo es simplemente que me estoy rindiendo al Amor. Me estoy rindiendo a Mí Mismo, a lo que de verdad soy. Dios no me llama a que renuncie a mí mismo y me convierta en algo que no quiero ser, Dios me llama a que sea mi Ser. A que sea lo que fui creado y lo que todavía soy.

Me he confundido y convencido a mí mismo de que soy otra cosa, y ahora tengo miedo al oír la llamada a regresar a mí mismo, a “regresar al Amor” (como lo llama Marianne Williamson). Parece como si se me pidiera que renuncie a mí mismo, que me “rinda” a Dios a costa de mi propio ser. La verdad es justamente todo lo contrario. Se me pide que me rinda a lo que de verdad soy. Se me llama al Amor, porque Amor es lo que yo soy.





TEXTO  


9. ¿Y qué puede pedirte el Amor a ti que piensas que todo esto es verdad? 2¿Podría Él, con justicia y con amor, creer que en tu con­fusión tienes algo que dar? 3No se te pide que tengas mucha con­fianza en Él, 4sino la misma que ves que Él te ofrece y que reconoces que no podrías tener en ti mismo. 5Él ve todo lo que tú mereces a la luz de la justicia de Dios, pero también se da cuenta de que no puedes aceptarlo. 6Su función especial consiste en ofrecerte los regalos que los inocentes merecen. 7Y cada regalo que aceptas le brinda alegría a Él y a ti. 8Él sabe que el Cielo se enri­quece con cada regalo que aceptas. 9Y Dios Se alegra cuando Su Hijo recibe lo que la amorosa justicia sabe que le corresponde. 10Pues el amor y la justicia no son diferentes. 11Precisamente por­que son lo mismo la misericordia se encuentra a la derecha de Dios, y le da al Hijo de Dios el poder de perdonarse a sí mismo sus pecados.

10¿Cómo se le iba a poder privar de algo a aquel que todo lo merece? 2Pues eso sería una injusticia, y ciertamente no sería justo para con toda la santidad que hay en él, por mucho que él no la reconozca. 3Dios no sabe de injusticias. 4Él no permitiría que Su Hijo fuese juzgado por aquellos que quieren destruirlo y que no pueden ver su valía en absoluto. 5¿Qué testigos fidedig­nos podrían convocar para que hablasen en su defensa? 6¿Y quién vendría a interceder en su favor, en lugar de abogar por su muerte? 7Tú no le harías justicia. 8No obstante, Dios se aseguró de que se hiciese justicia con el Hijo que Él ama, y de que ésta lo protegiese de cualquier injusticia que tratases de cometer contra él, al creer que la venganza es su merecido.

11. De la misma manera en que al especialismo no le importa quién paga el costo del pecado con tal de que se pague, al Espí­ritu Santo le es indiferente quién es el que por fin contempla la inocencia, con tal de que ésta se vea y se reconozca. 2Pues con un sólo testigo basta. 3La simple justicia no pide nada más. 4El Espí­ritu Santo le pregunta a cada uno si quiere ser ese testigo, de forma que la justicia pueda ser restituida al amor y quede allí satisfecha. 5Cada función especial que Él asigna es sólo para que cada uno aprenda que el amor y la justicia no están separados, 6que su unión los fortalece a ambos. 7Sin amor, la justicia está llena de prejuicios y es débil. 8Y el amor sin justicia es imposible. 9Pues el amor es justo y no puede castigar sin causa. 10¿Qué causa podría haber que justificase un ataque contra los que son inocen­tes? 11El amor, entonces, corrige todos los errores con justicia, no con venganza. 12Pues eso sería injusto para con la inocencia.

12. Tú puedes ser un testigo perfecto del poder del amor y de la justicia, si comprendes que es imposible que el Hijo de Dios merezca venganza. 2No necesitas percibir que esto es verdad en toda circunstancia. 3Tampoco necesitas corroborarlo con tu expe­riencia del mundo, que no es sino una sombra de todo lo que realmente está sucediendo dentro de ti. 4El entendimiento que necesitas no procede de ti, sino de un Ser más grande, tan excelso y santo que no podría dudar de Su propia inocencia. 5Tu función especial es que lo invoques, para que te sonría a ti cuya inocencia Él comparte. 6Su entendimiento será tuyo. 7Y así, la función espe­cial del Espíritu Santo se habrá consumado. 8El Hijo de Dios ha encontrado un testigo de su inocencia y no de sus pecados. 9¡Cuán poco necesitas darle al Espíritu Santo para que simplemente se te haga justicia!

13. Sin imparcialidad no hay justicia. 2¿Cómo iba a poder ser justo el especialismo? 3No juzgues, mas no porque tú seas también un miserable pecador, sino porque no puedes. 4¿Cómo iban a poder entender los que se creen especiales que la justicia es igual para todo el mundo? 5Quitar a uno para dar a otro es una injusticia contra ambos, pues los dos son iguales ante los ojos del Espíritu Santo. 6Su Padre les dio a ambos la misma herencia. 7El que desea tener más o tener menos, no es consciente de que lo tiene todo. 8El que él se crea privado de algo no le da el derecho de ser juez de lo que le corresponde a otro. 9Pues en tal caso, no puede sino sentir envidia y tratar de apoderarse de lo que le pertenece a aquel a quien juzga. 10No es imparcial ni puede ver de manera justa los derechos de otro porque no es consciente de los suyos propios.

14. Tú tienes derecho a todo el universo, a la paz perfecta, a la completa absolución de todas las consecuencias del pecado, y a la vida eterna, gozosa y completa desde cualquier punto de vista, tal como la Voluntad de Dios dispuso que Su santo Hijo la tuviese. 2Ésta es la única justicia que el Cielo conoce y lo único que el Espíritu Santo trae a la tierra. 3Tu función especial te muestra que sólo la justicia perfecta puede prevalecer sobre ti. 4Y así, estás a salvo de cualquier forma de venganza. 5El mundo engaña, pero no puede reemplazar la justicia de Dios con su propia versión. 6Pues sólo el amor es justo y sólo él puede percibir lo que la justi­cia no puede sino concederle al Hijo de Dios. 7Deja que el amor decida, y nunca temas que, por no ser justo, te vayas a privar a ti mismo de lo que la justicia de Dios ha reservado para ti.
















No hay comentarios:

Publicar un comentario