DESPERTAR AL AMOR

sábado, 24 de octubre de 2020

24 OCTUBRE: El perdón es el único regalo que doy.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS 


LECCIÓN 297


El perdón es el único regalo que doy.


1. El perdón es el único regalo que doy, ya que es el único regalo que deseo. 2Y todo lo que doy, es a mí mismo a quien se lo doy. 3Ésta es la sencilla fórmula de la salvación. 4Y yo, que quiero salvarme, la adoptaré, para regir mi vida por ella en un mundo que tiene necesidad de salvación y que se salvará al aceptar yo la Expiación para mí mismo.

2. Padre, ¡cuán certeros son Tus caminos; cuán seguro su desenlace final y cuán fielmente se ha trazado y logrado cada paso de mi salvación mediante Tu Gracia! 2Gracias a Ti por Tus eternos regalos, y gracias a Ti también por mi Identidad.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

¿Qué quiero tener? Sea lo que sea, darlo es el modo de tenerlo. Y cuanto más avanzo, más me doy cuenta de que “El perdón es el único regalo que… deseo” (1:1).

¿Qué puedo querer sino liberarme de la carga del juicio a mí mismo? ¿Qué puedo querer fuera de esto? Liberarme del juicio a mí mismo es reconocer mi perfección y que nada me falta, tal como Dios me creó. Es reconocer que nada de lo que he hecho, pensado o dicho, ha disminuido lo más mínimo mi valía y hermosura a la vista de Dios.

Si esto es lo que quiero, voy a darlo hoy, porque “Todo lo que doy, es a mí mismo a quien se lo doy” (1:2). Voy a extender este reconocimiento a todos con los que me encuentre hoy: que nada de lo que han hecho, pensado o dicho, ha disminuido lo más mínimo su valía y hermosura a mi vista.

Cada paso de mi salvación ya se ha dado (2:1). No se ha pasado nada por alto. No hay razón para estar inquieto o ansioso, preocupado acerca de si lo conseguiré o cuándo lo conseguiré. Lo conseguiré. Sí, lo haré. Eso es todo lo que necesito saber. Ya se ha logrado, y puedo hacer este viaje ilusorio (imaginario) en paz, sabiendo que en la realidad ya se ha acabado.


¿Qué es el mundo real? (Parte 7)

L.pII.8.4:1

El mundo real es el símbolo de que al sueño de pecado y culpabilidad le ha llegado su fin y de que el Hijo de Dios ha despertado. (L.pII.8.4:1)

El mundo que ve una mente que está en paz, que se ha perdonado a sí misma, es un símbolo. Un símbolo representa algo, no es la cosa en sí, pero es algo que lo indica hace que te lo imagines. ¿Qué representa el mundo real? Que “al sueño de pecado y culpabilidad le ha llegado su fin y de que el Hijo de Dios ha despertado” (4:1).

El mundo real es un símbolo que nos dice que nuestro sueño de pecado y culpa ya se ha terminado y que ya nos hemos despertado. Ver el mundo real es una señal para nosotros de que lo que la percepción ve es sólo un sueño, y de que hay una realidad superior más allá del sueño. Cuando no veamos nada que condenar, esa visión nos habla de una realidad superior. Cuando únicamente veamos seguridad, amor y dicha rodeándonos, sin ningún peligro que nos aceche por ningún sitio, esa percepción nos está comunicando que no somos este cuerpo y que la vida no tiene un final. Nos está diciendo que sólo el amor es real, y que el miedo no existe. Dentro de la ilusión de la percepción, estamos viendo algo que habla de una realidad eterna. Lo que vemos nos recuerda que no somos el sueño. Nuestra mente ya está despierta porque:

Dios sólo crea mentes despiertas. Él no duerme, y Sus creaciones no pueden poseer algo que Él no les confiera, ni dar lugar a condiciones que Él no comparte con ellas. (L.167.8:1-2)

La mente sólo existe despierta, porque Dios la creó despierta. Lo que Él crea no puede estar dormido si Él no nos dio ese sueño. Tampoco podemos hacernos dormir a nosotros mismos. Por lo tanto, tenemos que estar despiertos ya. Esto es lo que el mundo real representa para nosotros. Dentro de la ilusión nos habla de nuestra realidad eterna. Dentro del mundo, la percepción de este símbolo es nuestro único propósito. Cualquier otro propósito pertenece a este mundo. Nuestro destino final está más allá de este mundo. Pero aunque es nuestro destino final, lo que está más allá de la percepción no es asunto nuestro ahora. Nuestra tarea está en el reino de la percepción: “La percepción tiene que ser corregida antes de que puedas llegar a saber nada” (T.3.III.1:2). “De lo que más necesidad tienes es de aprender a percibir, pues no entiendes nada” (T.11.VIII.3:5).

Estamos dedicados al proceso de permitir que nuestras percepciones sean corregidas, que es lo que hace el perdón. Cuando hagamos esto, veremos el mundo real con más claridad y con más frecuencia, hasta que sea todo lo que veamos. Y entonces nuestra tarea está hecha, y Dios me tenderá la mano y me llevará al hogar.

Con todo, el perdón es el medio por el cual reconoceré mi inocencia. Es el reflejo del Amor de Dios en la tierra. Y me llevará tan cerca del Cielo que el Amor de Dios podrá tenderme la mano y elevarme hasta Él. (L.60.1:4-6)
















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