DESPERTAR AL AMOR

jueves, 29 de octubre de 2020

29 OCTUBRE: Donde antes había tinieblas ahora contemplo la luz.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS 


LECCIÓN 302


Donde antes había tinieblas ahora contemplo la luz.


1. Padre, por fin estamos abriendo los ojos. 2Tu santo mundo nos espera, pues por fin hemos recobrado la visión y podemos ver. 3Pensábamos que estábamos sufriendo. 4Pero era que nos habíamos olvidado del Hijo que Tú creaste. 5Ahora vemos que las tinieblas son el producto de nuestra propia imaginación y que la luz está ahí para que la contemplemos. 6La visión de Cristo transforma las tinieblas en luz, pues el miedo no puede sino desaparecer ante la llegada del amor. 7Déjame perdonar hoy Tu santo mundo, para poder contemplar su santidad y entender que no es sino el reflejo de la mía.

2. Nuestro Amor nos espera conforme nos dirigimos a Él y, al mismo tiempo, marcha a nuestro lado mostrándonos el camino. 2No puede fracasar en nada. 3Él es el fin que perseguimos, así como los medios por los que llegamos a Él.





Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Ésta es la transformación que nos trae el cambio en la percepción. Donde veíamos oscuridad, ahora vemos la luz. Lo que parecía un ataque, ahora se convierte en una petición de amor. La demencia de un hermano se convierte en una oportunidad de bendecir. Las piedras en las que antes tropezábamos, se convierten en peldaños en el camino. Todas las cosas se convierten en lecciones que Dios quiere que aprendamos. La luz siempre está ahí, pero veíamos la oscuridad.

“Ahora vemos que las tinieblas son el producto de nuestra propia imaginación y que la luz está ahí para que la contemplemos” (1:5).

Quizá hoy vea una cosa que parezca oscuridad, y recuerde decir: “Donde veo oscuridad, elijo ver la luz”. Quizá recuerde buscar amor en lugar de condena y juicio. Quizá vea una cosa que parece una maldición y aprenda a considerarla como una bendición. Que empiece con pequeños aumentos en lecciones que me acerquen al hogar. Puede estar más allá de mí ahora el mirar a desastres globales y ver la luz en ellos, pero puedo empezar con cosas más cercanas: mis planes que se van al traste, el amigo entrometido, la esposa que se aparta. “Déjame perdonar hoy Tu santo mundo, para poder contemplar su santidad y entender que no es sino el reflejo de la mía” (1:7).

No estamos solos mientras recorremos el camino.

Nuestro Amor nos espera conforme nos dirigimos a Él y, al mismo tiempo, marcha a nuestro lado mostrándonos el camino. No puede fracasar en nada. Él es el fin que perseguimos, así como los medios por los que llegamos a Él. (2:1-3)

Para mí, “Nuestro Amor” significa el Cristo. Para mí, y quizá para algunos de vosotros, Él está representado por Jesús. Quizá piensas en Él como tu Ser más elevado. Él es al mismo tiempo los medios así como la meta de nuestro viaje. Él espera al final, llamándonos hacia Él, y al mismo tiempo Él recorre el camino con nosotros, enseñándonos, guiándonos, y dándonos poder mientras viajamos. Agradezcámosle hoy Su ayuda, y mantengámonos conscientes de ella a lo largo del día.



¿Qué es el Segundo Advenimiento? (Parte 2)

L.pII.9.1:3

Es la invitación que se le hace a la Palabra de Dios para que ocupe el lugar de las ilusiones: la señal de que estás dispuesto a dejar que el perdón descanse sobre todas las cosas sin excepción y sin reservas. (1:3)

Continuación de la parte 1 de la lista de descripciones del Segundo Advenimiento:

3. La invitación que se le hace a la Palabra de Dios para que ocupe el lugar de las ilusiones

Ésta es la visión del Curso acerca del final del mundo y del tiempo. El mundo real viene antes que el Segundo Advenimiento. Nuestra percepción se purifica individual y colectivamente, para que veamos un reflejo del Cielo. Cuando todas las mentes estén de acuerdo con esta percepción, ése es el Segundo Advenimiento. Ésta “es parte de la condición que reinstaura lo que nunca se perdió” (1:2). La purificación de nuestra percepción y la unión de nuestras mentes en esa percepción, “es la invitación que se le hace a la Palabra de Dios para que ocupe el lugar de las ilusiones” (1:3). Nuestras percepciones equivocadas han sido corregidas, nuestras mentes se han unido en la cordura. Ahora está abierto el camino para que Dios dé Su último paso.

4. Estar dispuesto al perdón total


¿En qué consiste la percepción de unidad? En estar “dispuesto a dejar que el perdón descanse sobre todas las cosas sin excepción y sin reservas” (1:3). En otras palabras, estar dispuesto a no ver pecado, sino la perfecta creación de Dios por todas partes. Fíjate en que estas cuatro definiciones se refieren al deshacimiento de los errores que nuestra mente ha inventado, no al cambio externo. Si la mente ha sanado, por supuesto que cambiará el mundo, ya que sólo es el reflejo de nuestro estado mental.

El perdón del que aquí se habla es el estado final de la mente en el que hemos perdonado:

  • todas las cosas: cada persona, cada situación, Dios, nosotros mismos 
  • sin excepción: nada ni nadie queda excluido y 
  • sin reservas: de todo corazón, llenos de alegría, gozosamente

El Segundo Advenimiento es el acontecimiento en el tiempo en el que el perdón es total. No queda condena ni juicio en ninguna mente.



TEXTO

 

X. El fin de la injusticia



1. ¿Qué es, entonces, lo que aún hay que deshacer para que pue­das darte cuenta de Su Presencia? 2Solamente esto: la distinción que todavía haces con respecto a cuando está justificado atacar y cuando es injusto y no se debe permitir. 3Cuando percibes un ataque como injusto, crees que reaccionar con ira está justificado. 4Y así, ves lo que es lo mismo como si fuese diferente. 5La confu­sión no es parcial. 6Si se presenta, es total. 7Y su presencia, en la forma que sea, ocultará la Presencia de Ellos, 8pues a Ellos o se les conoce claramente o no se les conoce en absoluto. 9Una per­cepción confusa obstruye el conocimiento. 10Y no es cuestión de cuán grande es la confusión o de cuánto interfiere. 11Su mera pre­sencia impide la de Ellos y los mantiene afuera donde no se les puede conocer.

2. ¿Qué puede significar el hecho de que percibes algunas formas de ataque como si fuesen injusticias contra ti? 2Significa que tiene que haber otras que tú consideras justas. 3Pues de otro modo, ¿cómo se podrían juzgar algunas como injustas? 4Por lo tanto, a algunas se les atribuye significado y se perciben como sensatas. 5sólo otras se consideran insensatas. 6Y esto niega el hecho de que todas carecen de sentido, de que están desprovistas por igual de causa o consecuencias y de que no pueden tener efectos de ninguna clase. 7Su Presencia se nubla con cualquier velo que se interponga entre Su radiante inocencia y tu conciencia de que dicha inocencia es la tuya propia y de que le pertenece por igual a toda cosa viviente junto contigo. 8Dios no pone límites. 9Y lo que tiene límites no puede ser el Cielo. 10Por lo tanto, tiene que ser el infierno.

3. La injusticia y el ataque son el mismo error, y están tan estre­chamente vinculados que donde uno se percibe el otro se ve tam­bién. 2Tú no puedes ser tratado injustamente. 3La creencia de que puedes serlo es sólo otra forma de la idea de que es otro, y no tú, quien te está privando de algo. 4La proyección de la causa del sacrificio es la raíz de todo lo que percibes como injusto y no como tu justo merecido. 5Sin embargo, eres tú quien se exige esto a sí mismo, cometiendo así una profunda injusticia contra el Hijo de Dios. 6Tú eres tu único enemigo, y eres en verdad enemigo del Hijo de Dios porque no reconoces que él es lo que tú eres. 7¿Qué podría ser más injusto que privarlo de lo que él es, negarle el derecho a ser él mismo y pedirle que sacrifique el Amor de su Padre y el tuyo por ser algo que no le corresponde?

4. Cuídate de la tentación de percibirte a ti mismo como que se te está tratando injustamente. 2Desde este punto de vista, tratas de encontrar inocencia únicamente en ti y no en ellos, a expensas de la culpabilidad de otro. 3¿Puedes acaso comprar la inocencia des­cargando tu culpabilidad sobre otro? 4¿Y no es acaso la inocencia lo que tratas de conseguir cuando lo atacas? 5¿No será la represa­lia por tu propio ataque contra el Hijo de Dios lo que buscas? 6¿No te hace sentir más seguro creer que eres inocente con res­pecto a eso, y que has sido una víctima a pesar de tu inocencia? 7No importa cómo se juegue el juego de la culpabilidad, alguien siempre tiene que salir perdiendo. 8Y alguien siempre tiene que perder su inocencia para que otro pueda apropiarse de ella, y hacerla suya.

5. Crees que tu hermano es injusto contigo porque crees que uno de vosotros tiene que ser injusto para que el otro pueda ser ino­cente. 2Y en ese juego percibes el único propósito que le adscribes a tu relación. 3Y eso es lo que le quieres añadir al propósito que ya se le ha asignado. 4El propósito del Espíritu Santo es que la Presencia de tus santos Invitados te sea conocida. 5ese propó­sito no se le puede añadir nada, pues el mundo no tiene otro propósito que ése. 6Añadirle o quitarle algo a esa única finalidad es privar al mundo y privarte a ti mismo de todo propósito. 7Y toda injusticia que el mundo parezca cometer contra ti, tú la has cometido contra el mundo al privarlo de su propósito y de la función que el Espíritu Santo ve en él. 8Y de este modo, se le ha negado la justicia a toda cosa viviente sobre la faz de la tierra.

6. No puedes ni siquiera imaginarte los efectos que esa injusticia tiene sobre ti que juzgas injustamente y que ves tal como has juzgado. 2El mundo se vuelve sombrío y amenazante, y no pue­des percibir ni rastro de la feliz chispa que la salvación brinda para alumbrar tu camino. 3Y así, te ves a ti mismo privado de la luz, abandonado en las tinieblas e injustamente desposeído de todo propósito en un mundo fútil. 4El mundo es justo porque el Espíritu Santo ha llevado la injusticia ante la luz interna, y ahí toda injusticia ha quedado resuelta y reemplazada con justicia y amor. 5Si percibes injusticias en cualquier parte, sólo necesitas decir:

6Con esto niego la Presencia del Padre y la del Hijo. 7Mas prefiero conocerlos a Ellos que ver injusticias, las cuales se desvanecen ante la luz de Su Presencia.


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