DESPERTAR AL AMOR

jueves, 15 de octubre de 2020

15 OCTUBRE: Que me olvide hoy del pasado de mi hermano.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS  


LECCIÓN 288


Que me olvide hoy del pasado de mi hermano.


1. Éste es el pensamiento que me conduce a Ti y me lleva a mi meta. 2No puedo llegar hasta Ti sin mi hermano. 3Y para conocer mi Fuente, tengo primero que reconocer lo que Tú creaste uno conmigo. 4La mano de mi hermano es la que me conduce a Ti. 5Sus pecados están en el pasado junto con los míos, y me he salvado porque el pasado ya pasó. 6No permitas que lo siga abrigando en mi corazón, pues me desviaría del camino que me lleva a Ti. 7Mi hermano es mi salvador. 8No dejes que ataque al salvador que Tú me has dado. 9Por el contrarío, déjame honrar a aquel que lleva tu Nombre, para así poder recordar que es el mío también.

2. Perdóname hoy. 2Y sabrás que me has perdonado si contem­plas a tu hermano en la luz de la santidad. 3Él no puede ser menos santo que yo, y tú no puedes ser más santo que él.





Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

“No puedo llegar hasta Ti sin mi hermano” (1:2). La decisión a favor de Dios es la decisión de compartir. Al reconocer nuestra Identidad, Lo Que reconocemos es una Identidad compartida con todas las cosas vivientes. Ya que mi salvación está en despertar a esta Identidad compartida, es imposible llegar a Dios solo. El problema es la separación, por lo tanto la solución es la unidad.

“Sus pecados (de mis hermanos) están en el pasado junto con los míos, y me he salvado porque el pasado ya pasó” (1:5). Si el pasado ya pasó para mí, también pasó para todos. Si me aferro al pasado de mi hermano, a los resentimientos contra él, estoy negando mi propia salvación. “No permitas que lo siga abrigando en mi corazón, pues me desviaría del camino que me lleva a Ti” (1:6).

La lección enseña que “para conocer mi Fuente, tengo primero que reconocer lo que Tú creaste uno conmigo” (1:3). Dicho de otra manera, para apreciar totalmente mi propio origen en Dios, para conocer mi propia santidad y perfección, necesito ver que “esa persona horrible” y todos los demás fueron creados por Dios del mismo modo. “No puedo llegar hasta Ti sin mi hermano” (1:2)

Todos tenemos personas que no podemos ver en el Cielo. Digamos que uno de los míos se llama Jorge. No puedo ver a Jorge como merecedor del Cielo. Quizá para mí si Jorge estuviera allí, ya no sería el Cielo. ¿Sabes a qué tipo de persona me refiero?

Bueno, “No puedo llegar hasta Ti sin mi hermano” no significa que no puedo ir al Cielo hasta que Jorge lo haga. Significa que no puedo llegar al Cielo hasta que vea que Jorge es digno de estar allí. Es algo que está bajo mi control, no depende de lo que la otra persona piense. Debo ver a Jorge en mi mente como igual a mí. En mi mente debo ver su santidad, debo olvidar su pasado. Cuando puedo olvidar su pasado, puedo olvidar el mío propio.

Si me aferro al pasado en contra de mi hermano, me estoy aferrando al pasado en contra de mí mismo. No podemos vernos a nosotros mismos como mejores que nuestro hermano. No puedo ser más santo que él. Pero tampoco puedo ser menos santo que Jesús.

Lo que quiere decir es que tengo que estar dispuesto a compartir cualquier regalo de Dios.

Cuando honro a mi hermano como mi salvador, estoy reconociendo Quién es realmente y, por lo tanto, reconozco mi propia Identidad, compartida con él. Mis hermanos son mis salvadores, no en el sentido de que me dan algo que yo no tengo o algo que yo no puedo hacer, sino en el sentido de que al perdonarles, al perdonar su pasado, me recuerdo a mí mismo la verdad acerca de mí, la cual comparto con ellos. Me muestran mi propio juicio acerca de mí y me dan la oportunidad de abandonarlo. Cuando veo a mi hermano, me estoy viendo a mí mismo, y mi ternura y amabilidad hacia él, en el perdón, es el modo en que me doy estos regalos a mí mismo.

En el párrafo final, Jesús nos habla. Es importante reconocer que Él es el que habla:

Perdóname hoy. Y sabrás que me has perdonado si contemplas a tu hermano en la luz de la santidad. Él no puede ser menos santo que yo, y tú no puedes ser más santo que él. (2:1-3)

He dicho que la manera en que veo a mi hermano es la manera en que me veo a mí mismo. En este párrafo Jesús deja muy claro que la manera en que veo a mi hermano es un reflejo de cómo Le veo a Él y de cómo veo a Dios. Y por eso mi perdón a un hermano es lo mismo que perdonar a Jesús y perdonar a Dios.

“Tú no puedes ser más santo que él (tu hermano)” (2:3). El límite que mentalmente le pongo a mi hermano, por la manera de verlo, es un límite que me estoy poniendo a mí mismo. Si le ato a su pasado, entonces yo estoy atado al pasado. Si le considero incapaz de entender, de aprender, incapaz de perfección, entonces yo me veo a mí mismo de esa manera. Nadie está fuera de la salvación. Si veo a un hermano como “él no encontrará a Dios en esta vida”, me estoy poniendo ese límite a mí mismo. Y en todos los casos ese límite es falso. “No hay grados de dificultad en los milagros” (T.1.I.1:1).

¿Qué es el Espíritu Santo? (Parte 8)

L.pII.7.4:2-3

Sin el perdón, tus sueños seguirán aterrorizándote. (4:2)

Nuestros sueños desaparecen cuando los perdonamos, lo que significa que vemos que lo que pensamos que se nos hizo nunca ocurrió (L.pII.1.1:1). No es que los acontecimientos no sucedieran, sino que nuestra interpretación de ellos (lo que pensamos que nos estaban haciendo, la percepción de ataque) fue incorrecta. Si no perdonamos, los sueños continuarán aterrorizándonos. El perdón significa ver que no hay nada que perdonar. Significa volver a interpretar el pasado y recordar sólo el amor que hubo allí, o la petición de amor, y negar la realidad de nuestra interpretación de ataque.

Puede que nos resistamos a esto. Podemos pensar que, por alguna razón, es importante que mantengamos nuestra interpretación de ofensa. Pero si lo hacemos, continuaremos sintiendo miedo. El pasado continuará repitiéndose en nuestro presente y en nuestro futuro. Finalmente todos llegaremos a darnos cuenta de que no queremos esto, y dejaremos que el pasado desaparezca. “Que me olvide hoy del pasado de mi hermano” (L.288).

Hasta que perdonemos el pasado y lo abandonemos, “el recuerdo de todo el Amor de tu Padre no podrá retornar a tu mente para proclamar que a los sueños les ha llegado su fin” (4:3). ¿Cómo podemos recordar el Amor de Dios mientras continuamos viéndonos a nosotros mismos como heridos? Nos preguntamos: “¿Habría permitido esto un Dios amoroso? ¿Quiero creer en la realidad del pecado o en el Amor de Dios? Desde dentro de nosotros el Espíritu Santo nos llama a dejar que el perdón descanse sobre todos nuestros sueños. Ése es el único modo de recobrar la cordura y la paz mental.






TEXTO 



VIII. La restitución de la justicia al amor



1. El Espíritu Santo puede usar todo lo que le ofreces para tu salvación. 2Pero no puede usar lo que te niegas a darle, ya que no puede quitártelo sin tu consentimiento. 3Pues si lo hiciera, cree­rías que te lo arrebató en contra de tu voluntad. 4Y así, no apren­derías que tu voluntad es no tenerlo. 5Él no necesita que estés completamente dispuesto a entregárselo, pues si ese fuese el caso, no tendrías ninguna necesidad de Él. 6Pero sí necesita que prefieras que Él lo tome a que tú te lo quedes sólo para ti, y que reconozcas que no sabes qué es lo que no supone una pérdida para nadie. 7Eso es lo único que se tiene que añadir a la idea de que nadie tiene que perder para que tú ganes. 8Nada más.

2. He aquí el único principio que la salvación requiere. 2No es necesario que tu fe en él sea firme e inquebrantable ni que esté libre del ataque de todas las creencias que se oponen a él. 3No tienes una lealtad fija. 4Pero recuerda que los que ya se han sal­vado no tienen necesidad de salvación. 5No se te pide que hagas lo que le resultaría imposible a alguien que todavía está dividido contra sí mismo. 6No esperes poder encontrar sabiduría en seme­jante estado mental. 7Pero siéntete agradecido de que lo único que se te pide es que tengas un poco de fe. 8¿Qué les puede que­dar a los que todavía creen en el pecado, sino un poco de fe? 9¿Qué podrían saber del Cielo y de la justicia de los que se han salvado?

3. Existe una clase de justicia en la salvación de la que el mundo no sabe nada. 2Para el mundo, la justicia y la venganza son lo mismo, pues los pecadores ven la justicia únicamente como el cas­tigo que merecen, por el que tal vez otro debe pagar, pero del que no es posible escapar. 3Las leyes del pecado exigen una víctima. 4Quién ha de ser esa víctima es irrelevante. 5Pero el costo no puede ser otro que la muerte, y tiene que pagarse. 6Esto no es justicia, sino demencia. 7Sin embargo, allí donde el amor significa odio, y la muerte se ve como la victoria y el triunfo sobre la eterni­dad, la intemporalidad y la vida, ¿cómo se podría definir la justi­cia sin que la demencia formase parte de ella?

4. Tú que no sabes lo que es la justicia puedes todavía inquirir lo que es y así aprenderlo. 2La justicia contempla a todos de la misma manera. 3No es justo que a alguien le falte lo que otro tiene. 4Pues eso es venganza, sea cual sea la forma que adopte. 5La justicia no exige ningún sacrificio, pues todo sacrificio se hace a fin de perpetuar y conservar el pecado. 6El sacrificio es el pago que se ofrece por el costo del pecado, pero no es el costo total. 7El resto se toma de otro y se deposita al lado de tu pequeño pago, para así "expiar" por todo lo que quieres conservar y no estás dispuesto a abandonar. 8De esta forma consideras que tú eres en parte la víctima, pero que alguien más lo es en mayor medida. 9Y en el costo total, cuanto más grande sea la parte que el otro pague, menor será la que pagues tú. 10Y la justicia, al ser ciega, queda satisfecha cuando recibe su pago, sin que le importe quién es el que paga.

5. ¿Cómo iba a ser eso justicia? 2Dios no sabe de eso. 3Pero sí sabe lo que es la justicia, y lo sabe muy bien. 4Pues Él es totalmente justo con todo el mundo. 5La venganza es algo ajeno a la Mente de Dios precisamente porque Él conoce la justicia. 6Ser justo es ser equitativo, no vengativo. 7Es imposible que la equidad y la ven­ganza puedan coexistir, pues cada una de ellas contradice a la otra y niega su realidad. 8No puedes compartir la justicia del Espíritu Santo mientras de alguna manera tu mente pueda conce­bir ser especial. 9Sin embargo, ¿sería Él justo si condenase a un pecador por los crímenes que éste no cometió aunque él crea que los cometió? 10¿Y adónde habría ido a parar la justicia si Él les exigiese a los que están obsesionados con la idea del castigo que, sin ninguna ayuda, la dejasen de lado y percibiesen que no es verdad?

6. A los que todavía creen que el pecado tiene sentido les resulta extremadamente difícil entender la justicia del Espíritu Santo. 2No pueden sino creer que Él comparte su confusión, y, por lo tanto, no pueden evadir la venganza que forzosamente comporta su propia creencia de lo que es la justicia. 3Y así, tienen miedo del Espíritu Santo y perciben en Él la "ira" de Dios. 4Y no pueden confiar en que no los va a aniquilar con rayos extraídos de las "llamas" del Cielo por la Propia Mano iracunda de Dios. 5Creen que el Cielo es el infierno, y tienen miedo del amor. 6cuando se les dice que nunca han pecado, les invade una profunda sospecha y el escalofrío del miedo. 7Su mundo depende de la estabilidad del pecado. 8Y perciben la "amenaza" de lo que Dios entiende por justicia como algo más destructivo para ellos y para su mundo que la venganza, la cual comprenden y aman.

7. Y así, piensan que perder el pecado sería una maldición. 2Y huyen del Espíritu Santo como si de un mensajero del infierno se tratase, que hubiese sido enviado desde lo alto, disfrazado de amigo y redentor, para hacer caer sobre ellos la venganza de Dios valiéndose de ardides y de engaños. 3¿Qué otra cosa podría ser Él para ellos, sino un demonio que se viste de ángel para engañar­les? 4¿Y qué escape les puede ofrecer, sino la puerta que conduce al infierno, la cual, sin embargo, parece ser la puerta al Cielo?

8. La justicia, no obstante, no puede castigar a aquellos que, aun­que claman por castigo, tienen un Juez que sabe que en realidad son completamente inocentes. 2La justicia le obliga liberarlos y a darles todo el honor que merecen y que se han negado a sí mismos al no ser justos y no poder entender que son inocentes. 3El amor no es comprensible para los pecadores porque creen que la justicia no guarda ninguna relación con el amor y que representa algo distinto. 4Y de esta manera, se percibe al amor como algo débil, y a la venganza como muestra de fortaleza. 5Pues el amor perdió cuando el juicio se separó de su lado, y ahora es demasiado débil para poder salvar a nadie del castigo. 6Pero la venganza sin amor ha cobrado más fuerza al estar sepa­rada y aparte del amor. 7¿Y qué otra cosa sino la venganza puede ser ahora lo que ayuda y salva, mientras que el amor es un espec­tador pasivo, impotente, injusto, endeble e incapaz de salvar?






 



  

No hay comentarios:

Publicar un comentario