DESPERTAR AL AMOR

lunes, 26 de octubre de 2020

26 OCTUBRE: La santidad eterna mora en mí

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AUDIOLIBRO



EJERCICIOS  

LECCIÓN 299


La santidad eterna mora en mí


1. Mi santidad está mucho más allá de mi propia capacidad de comprender o saber lo que es. 2No obstante, Dios, mi Padre, Quien la creó, reconoce que mi santidad es la Suya. 3Nuestra Voluntad conjunta comprende lo que es. 4Y nuestra Voluntad conjunta sabe que así es.

2. Padre, mi santidad no procede de mí. 2No es mía para dejar que el pecado la destruya. 3No es mía para dejar que sea el blanco del ataque. 4Las ilusiones pueden ocultarla, pero no pueden extinguir su fulgor ni atenuar su luz. 5Se yergue por siempre perfecta e intacta. 6En ella todas las cosas sanan, pues siguen siendo tal como Tú las creaste. 7Y puedo conocer mi santidad, 8pues fui creado por la. Santidad Misma, y puedo conocer mi Fuente porque Tu Voluntad es que se Te conozca.



Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Éste es el tipo de lección que siempre me hace darme cuenta de mi mente dividida. Una parte está suspirando, llena de felicidad: “¡Ah! Qué maravilloso saber que la creación de Dios permanece intacta en mí” La otra parte está mirando a mi alrededor y por encima del hombro mientras dice: “¿Te refieres a mí?”

A veces, Padre, puedo aceptar la idea de que hay santidad en mí. Quiero aceptarlo más a menudo y más profundamente. Quiero saber que santidad es todo lo que yo soy. Puedo relacionarlo con la primera frase: “Mi santidad está mucho más allá de mi propia capacidad de comprender o saber lo que es” (1:1). Por lo menos la parte “mucho más allá de mi propia capacidad”. Pero hay una parte de mí que sabe que la santidad está aquí, quizá no conocida, quizá no entendida, pero todavía… aquí.

Cuando soy consciente de mi unión con Dios, cuando permito que esa comprensión entre en mi consciencia, entonces, junto con Él, sé que es así, que la santidad eterna mora en mí.

El Curso insiste en este punto, repitiéndolo con tanta frecuencia que tengo que darme cuenta de que hay una enorme resistencia a aceptarlo:

… mi santidad no procede de mí. No es mía para dejar que el pecado la destruya. No es mía para dejar que sea el blanco del ataque. Las ilusiones pueden ocultarla, pero no pueden extinguir su fulgor ni atenuar su luz. (2:1-4)

Puedo cambiar mi comportamiento, puedo tener alucinaciones y creer que he cambiado mi naturaleza original, pero en realidad no puedo cambiar lo que soy, no puedo cambiar mi Ser creado por Dios. Mi ataque a mí mismo no ha tenido efectos y nunca los tendrá. Sigo siendo tal como Dios me creó: el santo Hijo de Dios Mismo. Todo lo que parece decir otra cosa es sólo una ilusión, una invención de mi mente, luchando desesperadamente por mantener su identificación con el ego. La culpa es esa invención. Nadie que es santo puede ser culpable, por lo tanto, si soy culpable, no puedo ser santo. Así es como la mente del ego intenta demostrarme su realidad.

Hoy afirmo que mi santidad no procede de mí (2:1). Yo no creé mi santidad ni puedo hacerlo, y mucho menos cambiarla. Dios quiere que la conozca y así será conocida. Dejo a un lado mi incredulidad. Dejo que el pensamiento se aloje en mi mente:

“La santidad eterna mora en mí”.


¿Qué es el mundo real? (Parte 9)

L.pII.8.5:1-2

Cuando el tiempo ha servido al propósito del Espíritu Santo, Él ya no lo necesita. Pero es decisión nuestra a qué propósito sirve el tiempo. Dos secciones del Texto tratan de los dos usos del tiempo: el Capítulo 13, Sección IV, “La Función del Tiempo”, y el Capítulo 15, Sección I, “Los Dos Usos del Tiempo”. Estas secciones nos dicen que podemos usar el tiempo para el ego o para el Espíritu Santo. El ego utiliza el tiempo para perpetuarse a sí mismo, buscando nuestra muerte. Ve la destrucción como el propósito del tiempo. El Espíritu Santo ve la sanación como el propósito del tiempo.

El ego, al igual que el Espíritu Santo, se vale del tiempo para convencerte de la inevitabilidad del objetivo y del final del aprendizaje. Él objetivo del ego es la muerte, que es su propio fin. Mas el objetivo del Espíritu Santo es la vida, la cual no tiene fin. (T.15.I.2:7-9)

Se nos pide: “Empieza a usar el tiempo tal como lo hace el Espíritu Santo: como un instrumento de enseñanza para alcanzar paz y felicidad” (T.15.I.9:4). Y lo hacemos al practicar el instante santo. “El tiempo es tu amigo si lo pones a la disposición del Espíritu Santo” (T.15.I.15:1). Hay necesidad del tiempo mientras estamos aprendiendo todavía a usarlo sólo para Sus propósitos, vivir el momento presente, abandonando el pasado y el futuro, y buscar la paz dentro del instante santo.

Todos los días deberían consagrarse a los milagros. El propósito del tiempo es que aprendas a usarlo de forma constructiva. El tiempo es, por lo tanto, un recurso de enseñanza y un medio para alcanzar un fin. El tiempo cesará cuando ya no sea útil para facilitar el aprendizaje. (T.1.I.15)

“Ahora espera un sólo instante más para que Dios dé el paso final” (5:2). Ese “ahora” se refiere al momento en que el tiempo ha servido a su propósito. No queda nada más por hacer, nada que Él tenga que enseñarnos, nada que nosotros tengamos que aprender o hacer, excepto “esperar un sólo instante más para que Dios dé el paso final”. El tiempo continúa un instante más permitiéndonos apreciar el mundo real, y luego el tiempo y la percepción desaparecen. Este “paso final” es algo que se menciona a menudo en el Curso, “paso final” o “último paso” aparece 29 veces. (Ver por ejemplo en el Texto, el Capítulo 6.(V).5 , y el Capítulo 7, Sección I). Representa el cambio de la percepción (dualidad) al conocimiento (unidad), salir del mundo y entrar en el Cielo, salir del cuerpo y entrar en el espíritu. Está muy claro que esto es cosa de Dios, nosotros no tenemos nada que ver con ello. Nuestra única parte es prepararnos para ello, limpiando nuestra percepción hasta que toda ella se convierta en “percepción verdadera”, sin miedo. O como dice en la cita mencionada arriba: “Todos los días deberían consagrarse a los milagros”. Para eso es el tiempo.








TEXTO  


10La salvación, perfecta e íntegra, sólo pide que desees, aunque sea mínimamente, que la verdad sea verdad; que estés dispuesto, aunque no sea del todo, a pasar por alto lo que no existe; y que abrigues un leve anhelo por el Cielo como lo que prefieres a este mundo, donde la muerte y la desolación parecen reinar. 2la creación se alzará dentro de ti en jubilosa respuesta, para reem­plazar al mundo que ves por el Cielo, el cual es completamente perfecto e íntegro. 3¿Qué es el perdón, sino estar dispuesto a que la verdad sea verdad? 4¿Qué puede permanecer enfermo y sepa­rado de la Unidad que encierra dentro de Sí todas las cosas? 5El pecado no existe. 6cualquier milagro es posible en el instante en que el Hijo de Dios percibe que sus deseos y la Voluntad de Dios son uno.

11. ¿Qué dispone la Voluntad de Dios? 2Dispone que Su Hijo lo tenga todo. 3Él garantizó esto cuando lo creó para que fuese todo. 4Es imposible perder nada, si lo que tienes es lo que eres. 5Éste es el milagro mediante el cual la creación se convirtió en tu función, la cual compartes con Dios. 6Esto no se entiende estando separado de Él, y, por lo tanto, no tiene sentido en este mundo. 7Aquí el Hijo de Dios no pide mucho, sino demasiado poco, 8pues está dispuesto a sacrificar la identidad que comparte con todo, a cambio de su propio miserable tesoro. 9Mas no puede hacer esto sin experimentar una sensación de desolación, de pérdida y de soledad. 10Éste es el tesoro tras el que ha ido en pos. 11Y sólo puede tener miedo de ello. 12¿Es acaso el miedo un tesoro? 13¿Puede ser la incertidumbre tu deseo? 14¿O es simplemente que te has equi­vocado con respecto a lo que es tu voluntad y a lo que realmente eres?

12. Examinemos en qué consiste el error, a fin de que pueda ser corregido, no encubierto. 2El pecado es la creencia de que el ata­que se puede proyectar fuera de la mente en la que se originó la creencia. 3Aquí la firme convicción de que las ideas pueden aban­donar su fuente se vuelve real y significativa. 4Y de este error surge el mundo del pecado y del sacrificio. 5Este mundo es un intento de probar tu inocencia y, al mismo tiempo, de atribuirle valor al ataque. 6Su fallo estriba en que sigues sintiéndote culpa­ble, aunque no entiendes por qué. 7Los efectos se ven como algo aparte de su fuente, y no parece que puedas controlarlos o impe­dir que se produzcan. 8Y lo que de esta manera se mantiene aparte jamás se puede unir.

13. Causa y efecto no son dos cosas separadas, sino una sola. 2Dios dispone que aprendas lo que siempre ha sido verdad: que Él te creó como parte Sí Mismo y que esto no puede sino seguir siendo verdad porque las ideas no abandonan su fuente. 3Ésta es la ley de la creación: que cada idea que la mente conciba sólo sirva para aumentar su abundancia y nunca para disminuirla. 4Esto es tan cierto con respecto a lo que se desea vanamente como con res­pecto a lo que la voluntad dispone verdaderamente, ya que la mente puede desear ser engañada, pero no puede hacer de sí misma lo que no es. 5creer que las ideas pueden abandonar su fuente es tratar inútilmente de hacer que las ilusiones sean ver­dad. 6Pues nunca será posible engañar al Hijo de Dios.

14 . El milagro es posible cuando causa y consecuencia se traen frente a frente, no cuando se mantienen aparte. 2Curar un efecto y no su causa tan sólo puede hacer que el efecto cambie de forma. 3Y esto no es liberación. 4El Hijo de Dios jamás se podrá contentar con nada que no sea la completa salvación y escape de la culpabi­lidad, 5pues, de otro modo, seguirá exigiéndose a sí mismo alguna clase de sacrificio, negando así que todo es suyo, y que no es sus­ceptible de sufrir ninguna clase de pérdida. 6Los efectos que pro­duce un pequeño sacrificio son iguales a los que produce toda la idea de sacrificio en sí. 7Si cualquier clase de pérdida fuese posi­ble, entonces el Hijo de Dios no sería pleno ni podría ser quien es. 8No podría tampoco conocerse a sí mismo ni reconocer su volun­tad. 9Habría abjurado de su Padre y de sí mismo, haciendo de Ambos sus enemigos acérrimos.

15. Las ilusiones apoyan el propósito para el que fueron concebi­das. 2Y cualquier significado que parezcan tener se deriva de ese propósito. 3Dios dio a todas las ilusiones que se concibieron, sea cual fuere su forma, otro propósito que justificase un milagro. 4En cada milagro radica la curación en su totalidad, pues Dios respondió a todas las ilusiones cual una sola. 5lo que es uno para Él, no puede sino ser todo lo mismo. 6Si tú crees que lo que es lo mismo es diferente, no haces sino engañarte a ti mismo. 7Lo que Dios considera uno solo, será eternamente uno solo y jamás estará dividido. 8Su Reino está unido: así fue creado y así será para siempre.

16. El milagro no hace sino invocar tu nombre ancestral, que reco­nocerás porque la verdad se encuentra en tu memoria. 2ése es el nombre que tu hermano invoca para su liberación y para la tuya. 3El Cielo refulge sobre el Hijo de Dios. 4No lo niegues, para que así puedas ser tú liberado. 5El Hijo de Dios renace en cada ins­tante, hasta que elige no volver a morir. 6En cada deseo de ataque elige la muerte en lugar de lo que la Voluntad de su Padre dis­pone para él. 7Mas cada instante le ofrece vida porque su Padre dispone que él viva.

17. La crucifixión se abandona en la redención porque donde no hay dolor ni sufrimiento no hay necesidad de curación. 2El per­dón es la respuesta a cualquier clase de ataque. 3De esta manera, se cancelan los efectos del ataque, y se responde al odio en nom­bre del amor. 4Gloria eterna a ti que se te ha encomendado salvar al Hijo de Dios de la crucifixión, del infierno y de la muerte. 5Pues tienes el poder de salvar al Hijo de Dios porque su Padre así lo dispuso. 6Y en tus manos yace la salvación, para ser ofre­cida y recibida como una.

18Usar el poder que Dios te ha dado como Él quiere que se use es algo natural. 2No es arrogancia ser como Él te creó ni hacer uso de lo que te dio como respuesta a todos los errores de Su Hijo para así liberarlo. 3Pero sí es arrogancia despreciar el poder que Él te dio y elegir un nimio e insensato deseo en vez de lo que Su Voluntad dispone. 4El don que Dios te ha dado es ilimitado. 5No hay circunstancia en la que no se pueda usar como respuesta ni problema que no se resuelva dentro de su misericordiosa luz.

19. Mora en paz, donde Dios quiere que estés. 2sé el instrumento por el que tu hermano puede hallar la paz en la que tus deseos se ven colmados. 3Unámonos para derramar bendiciones sobre el mundo del pecado y de la muerte. 4Pues lo que puede salvar a cualquiera de nosotros puede salvarnos a todos. 5No hay diferen­cias entre los Hijos de Dios. 6La unidad que el especialismo* niega, los salvará a todos, pues en lo que es uno no hay cabida para el especialismo. 7Y todo les pertenece a todos por igual. 8Ningún deseo puede interponerse entre un hermano y lo que es semejante a él. 9Arrebatarle algo a uno de ellos es desposeerlos a todos. 10Mas bendecir a uno de ellos, es bendecirlos a todos cual uno solo.

20. Tu nombre ancestral es el nombre de todos ellos, tal como el de ellos es el tuyo. 2lnvoca el nombre de tu hermano y Dios te contes­tará, pues es a Él a Quien invocas. 3¿Podría Él negarse a contestar cuando ya ha contestado a todos los que lo invocan? 4Un milagro no puede cambiar nada en absoluto. 5Pero puede hacer que lo que siempre ha sido verdad sea reconocido por aquellos que lo desco­nocen; y mediante este pequeño regalo de verdad se le permite a lo que siempre ha sido verdad ser lo que es, al Hijo de Dios ser él mismo y a toda la creación ser libre para invocar el Nombre de Dios cual una sola.

 

 

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