DESPERTAR AL AMOR

jueves, 8 de octubre de 2020

8 OCTUBRE: Nada, excepto mis propios pensamientos, me puede hacer daño.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS 


7. ¿Qué es el Espíritu Santo?


1. El Espíritu Santo es el mediador entre las ilusiones y la verdad. 2Puesto que tiene que salvar la brecha entre la realidad y los sue­ños, la percepción conduce al conocimiento a través de la gracia que Dios le ha dado para que sea el regalo que le hace a todo aquel que acude a Él en busca de la verdad. 3A través del puente que Él tiende se llevan todos los sueños ante la verdad para que la luz del conocimiento los disipe. 4Allí los sonidos y las imáge­nes se descartan para siempre. 5Y donde antes se percibían, el perdón ha hecho posible el tranquilo final de la percepción.

2. El objetivo de las enseñanzas del Espíritu Santo es precisa­mente acabar con los sueños. 2Pues todo sonido e imagen tiene que transformarse de testigo del miedo en testigo del amor. 3Y cuando esto se logre, el aprendizaje habrá alcanzado el único obje­tivo que jamás tuvo realmente. 4Pues el aprendizaje, tal como el Espíritu Santo lo utiliza a fin de alcanzar el resultado que Él per­cibe para él, se convierte en el medio que se transciende a sí mismo, de manera que pueda ser reemplazado por la Verdad Eterna.

3. Si supieses cuánto anhela tu Padre que reconozcas tu impeca­bilidad, no dejarías que Su Voz te lo pidiese en vano, ni le darías la espalda a lo que Él te ofrece para reemplazar a todas las imágenes y sueños atemorizantes que tú has forjado. 2El Espíritu Santo entiende los medios que fabricaste para alcanzar lo que por siem­pre ha de ser inalcanzable. 3Mas si se los ofreces a Él, Él se valdrá de esos medios que inventaste a fin de exiliarte para llevar a tu mente allí donde verdaderamente se encuentra en su hogar.

4. Desde el conocimiento, donde Dios lo ubicó, el Espíritu Santo te exhorta a dejar que el perdón repose sobre tus sueños para que puedas recobrar la cordura y la paz interior. 2Sin el perdón, tus sueños seguirán aterrorizándote. 3Y el recuerdo de todo el Amor de tu Padre no podrá retornar a tu mente para proclamar que a los sueños les ha llegado su fin.

5. Acepta el regalo que Tu Padre te hace. 2Es un llamamiento que el Amor le hace al Amor para que tan sólo sea lo que es. 3El Espíritu Santo es el regalo de Dios mediante el cual se le restituye la quietud del Cielo al bienamado Hijo de Dios. 4¿Te negarías a asumir la función de completar a Dios, cuando todo lo que Su Voluntad dispone es que tú estés completo?


AUDIOLIBRO




EJERCICIOS 


LECCIÓN 281


Nada, excepto mis propios pensamientos, me puede hacer daño.


1. Padre, Tu Hijo es perfecto. 2Cuando pienso que algo o alguien me ha hecho daño, es porque me he olvidado de quién soy y de que soy tal como Tú me creaste. 3Tus Pensamientos sólo pueden proporcionarme felici­dad. 4Si me siento triste, herido o enfermo, es porque he olvidado lo que Tú piensas, y he implantado mis absurdas ideas en el lugar donde a Tus Pensamientos les corresponde estar, y donde están. 5Nada, excepto mis propios pensamientos, me puede hacer daño. 6Los Pensamientos que pienso Contigo sólo pueden bendecir, 7y sólo ellos son verdad.

2. Hoy no me haré daño a mí mismo. 2Pues me encuentro mucho más allá de cualquier dolor. 3Mi Padre me puso a salvo en el Cielo y vela por mí. 4Y yo no quiero atacar al Hijo que Él ama porque lo que Él ama es también objeto de mi amor.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Si soy perfecto, nada puede hacerme daño, me haría imperfecto. Nuestro razonamiento nos dice que nuestra vida sería perfecta si estuviera libre de dolor, y por lo tanto no debemos ser perfectos. El Curso razona en la dirección contraria: somos perfectos, el dolor significaría imperfección, por lo tanto, el dolor debe ser un tipo de ilusión. “Cuando pienso que algo o alguien me ha hecho daño, es porque me he olvidado de quién soy y de que soy tal como Tú me creaste” (1:2). En otras palabras, sólo pensamos que hemos sido heridos. Si recordásemos quién somos realmente, no podríamos ser heridos.

Otro modo de pensar en esto es decir que nada puede hacer daño a mi verdadero Ser, sólo mi ser ilusorio puede ser herido, y únicamente por mis propios pensamientos. ¡De acuerdo, somos muy buenos inventando esas malditas ilusiones! Pero eso es todo lo que son: ilusiones.

El dolor viene cuando pongo mis propios pensamientos en el lugar que les corresponde a los Pensamientos de Dios (1:4). La causa está siempre en mis pensamientos y no en otro sitio, nada de fuera de mi mente puede hacerme daño. Cuando me siento atacado, siempre soy yo atacándome a mí mismo. Ni siquiera los pensamientos no amorosos de mis hermanos pueden hacerme daño si mi mente está pensando los Pensamientos de Dios con Él. Al comienzo del Texto se nos dice:

En realidad eres perfectamente invulnerable a toda expresión de falta de amor. Estas expresiones pueden proceder de ti o de otros, de ti hacia otros, o de otros hacia ti. La paz es un atributo que se encuentra en ti. No puedes hallarla fuera de ti mismo. (T.2.I.5:6-9)

Lo que yo soy está “mucho más allá de cualquier dolor” (2:2). El Espíritu Santo es nuestro Maestro para ayudarnos a recordar que esto es lo que somos. Como nos dice la Lección 248:

Lo que sufre no forma parte de mí. Yo no soy aquello que siente pesar. Lo que experimenta dolor no es sino una ilusión de mi mente. (L.248.1:3-5)

No sólo el dolor es una ilusión, la ilusión del dolor se experimenta mediante una ilusión de mí mismo. Son mis pensamientos, concretamente mis pensamientos acerca de mí, lo que causa esta ilusión. Cuando pienso que soy lo que Dios no creó, experimento dolor.
Que las palabras “Hoy no me haré daño a mí mismo” ocupen mi mente hoy, Padre mío.


¿Qué es el Espíritu Santo? (Parte 1)

L.pII.7.1:1-2

“El Espíritu Santo es el mediador entre las ilusiones y la verdad” (1:1). Él “salva la brecha entre la realidad y los sueños” (1:2). Las ilusiones y la verdad no pueden estar juntas, la realidad y los sueños no pueden reconciliarse. Nuestras mentes están atrapadas en ilusiones, y para devolverlas a la verdad, se necesita algo o Alguien que haga de puente, conectando de algún modo lo que no se puede conectar. Éste es el propósito del Espíritu Santo. Él salva la brecha porque puede actuar en ambos bandos, Él entra en contacto con la ilusión sin perder el contacto con la verdad. Él es El Único Que actúa de mediador, llevando la ilusión ante la verdad.

Debido a que Él es Lo Que es, “todo aquel que acude a Él en busca de la verdad” (1:2) puede ser conducido a la verdad por medio de la misma percepción que es parte de su ilusión. Sin Él, la percepción sólo llevaría a más percepción, y la ilusión se reforzaría continuamente a sí misma. Debido a que el Espíritu Santo, Que está dentro de nosotros y es parte de nuestra mente (así como parte de la Mente de Dios), está unido eternamente a la verdad, puede guiar nuestra percepción de tal modo que deshaga nuestras ilusiones y nos lleve al conocimiento. Esta habilidad es “la gracia que Dios le ha dado” (1:2).

Nuestra parte consiste en “acudir a Él en busca de la verdad”. Nosotros Le llevamos nuestras ilusiones y Él las transforma en la percepción verdadera, que lleva directamente al conocimiento. Él juega un papel muy claro y fundamental en el remedio del Curso para sanar nuestra mente. Si Él no estuviera ahí, dentro de nosotros, no habría puente entre la ilusión y la realidad. Cuanto más activamente cooperemos con Él llevándole nuestras percepciones conscientemente y de buen grado, pidiéndole la verdad en lugar de nuestras ilusiones, más puede ayudarnos.


Es interesante la palabra “acudir”. Es acudir mentalmente, un cambio de dirección mental, que casi se puede sentir físicamente cuando sucede. A veces se siente como si tuviéramos que arrancar nuestra mente de su atención centrada en el miedo, y empujar nuestros pensamientos hacia la luz, como una flor volviéndose al sol. Cuando estoy angustiado, encuentro una gran fuerza en cerrar los ojos y decirle: “Espíritu Santo, vengo a Ti. Ayúdame”. Casi de inmediato, si estas palabras son de corazón, viene una profunda sensación de paz, una gran expansión de los horizontes de mi mente. Siento la Presencia de la Ayuda y Sabiduría Infinita esperando para ayudarme. Siento la cercanía del Gran Mediador, lleno de la gracia que Dios Le ha dado, preparado para purificar mi percepción y llevarme a la verdad. Que aprendamos a acudir a Él cada vez más a menudo.







TEXTO 



Capítulo 25


LA JUSTICIA DE DIOS


Introducción


1. El Cristo en ti no habita en un cuerpo. 2Sin embargo, está en ti. 3De ello se deduce, por lo tanto, que no estás dentro de un cuerpo. 4Lo que se encuentra dentro de ti no puede estar afuera. 5es cierto que no puedes estar aparte de lo que constituye el centro mismo de tu vida. 6Lo que te da vida no puede estar alojado en la muerte, 7de la misma manera en que tú tampoco puedes estarlo. 8Cristo se encuentra dentro de un marco de santidad cuyo único propósito es permitir que Él se pueda poner de manifiesto ante aquellos que no le conocen y así llamarlos a que vengan a Él y lo vean allí donde antes creían estaban sus cuerpos. 9Sus cuerpos entonces desaparecerán, de modo que Su santidad pase a ser su marco.

2. Nadie que lleve a Cristo dentro de sí puede dejar de recono­cerlo en ninguna parte. 2Excepto en cuerpos. 3Pero mientras alguien crea estar en un cuerpo, Cristo no podrá estar donde él cree estar. 4Y así, lo llevará consigo sin darse cuenta, pero no lo pondrá de manifiesto. 5de este modo no reconocerá dónde se encuentra. 6El hijo del hombre no es el Cristo resucitado. 7El Hijo de Dios, no obstante, mora exactamente donde el hijo del hombre está, y camina con él dentro de su santidad, la cual es tan fácil de ver como lo es la manifestación de su deseo de ser especial en su cuerpo.

3. El cuerpo no tiene necesidad de curación. 2Pero la mente que cree ser un cuerpo, ciertamente está enferma. 3Y aquí es donde Cristo suministra el remedio. 4Su propósito envuelve al cuerpo en Su luz y lo llena con la santidad que irradia desde Él. 5nada que el cuerpo diga o haga deja de ponerlo a Él de manifiesto. 6De este modo, el cuerpo lleva a Cristo, dulce y amorosamente, ante aquellos que no lo conocen, para así sanar sus mentes. 7Tal es la misión que tu hermano tiene con respecto a ti. 8Y tu misión con respecto a él no puede sino ser la misma.


I. El vínculo con la verdad


1. No puede ser difícil llevar a cabo la tarea que Cristo te enco­mendó, pues es Él quien la desempeña. 2a medida que la llevas a cabo, aprendes que el cuerpo sólo aparenta ser el medio para ejecutarla. 3Pues la Mente es Suya. 4Por lo tanto, tiene que ser tuya. 5Su santidad dirige al cuerpo a través de la mente que es una con Él. 6tú te pones de manifiesto ante tu santo hermano, tal como él lo hace ante ti. 7He aquí el encuentro del santo Cristo Consigo Mismo, donde no se percibe ninguna diferencia que se interponga entre ninguno de los aspectos de Su santidad, los cua­les se encuentran, se funden y elevan a Cristo hasta Su Padre, íntegro, puro y digno de Su Amor eterno.

2. ¿De qué otra manera podrías poner de manifiesto al Cristo en ti, sino contemplando la santidad y viéndolo a Él en ella? 2La percepción te dice que tú te pones de manifiesto en lo que ves. 3Si contemplas el cuerpo, creerás que ahí es donde te encuentras tú. 4todo cuerpo que veas te recordará a ti mismo: tu pecaminosi­dad, tu maldad, pero sobre todo, tu muerte. 5¿No aborrecerías e incluso intentarías matar a quien te dijese algo así? 6El mensaje y el mensajero son uno. 7no puedes sino ver a tu hermano como te ves a ti mismo. 8Enmarcado en su cuerpo verás su pecaminosi­dad, en la que tú te alzas condenado. 9En su santidad, el Cristo en él se proclama a Sí Mismo como lo que eres tú.

3. La percepción es la elección de lo que quieres ser, del mundo en el que quieres vivir y del estado en el que crees que tu mente se encontrará contenta y satisfecha. 2La percepción elige donde crees que reside tu seguridad, de acuerdo con tu decisión. 3Te revela lo que eres tal como tú quieres ser. 4Y es siempre fiel a tu propósito, del que nunca se aparta, y no da el más mínimo testi­monio de nada que no esté de acuerdo con el propósito de tu mente. 5Lo que percibes es parte de lo que tienes como propósito contemplar, pues los medios y el fin no están nunca separados. 6así aprendes que lo que parece tener una vida aparte en realidad no tiene vida en absoluto.

4. Tú eres el medio para llegar a Dios; no estás separado ni tienes una vida aparte de la Suya. 2Su Vida se pone de manifiesto en ti que eres Su Hijo. 3Cada uno de Sus aspectos está enmarcado en santidad y pureza perfectas, y en un amor celestial tan absoluto que sólo anhela liberar todo lo que contempla para que se una a él. 4Su resplandor brilla a través de cada cuerpo que contempla, y lleva toda la oscuridad de éstos ante la luz al mirar simplemente más allá de ella hacia la luz. 5El velo se descorre mediante su ternura y nada oculta la faz de Cristo de los que la contemplan. 6Tu hermano y tú os encontráis ante Él ahora, para dejar que Él descorra el velo que parece manteneros separados y aparte.

5. Puesto que crees estar separado, el Cielo se presenta ante ti como algo separado también. 2No es que lo esté realmente, sino que se presenta así a fin de que el vínculo que se te ha dado para que te unas a la verdad pueda llegar hasta ti a través de lo que entiendes. 3El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Uno, de la misma manera en que todos tus hermanos están unidos en la verdad cual uno. 4Cristo y Su Padre jamás han estado separados, y Cristo mora en tu entendimiento, en aquella parte de ti que comparte la Voluntad de Su Padre. 5El Espíritu Santo es el vín­culo entre la otra parte -el demente y absurdo deseo de estar separado, de ser diferente y especial- y el Cristo, para hacer que la unicidad* le resulte clara a lo que es realmente uno. 6En este mundo esto no se entiende, pero se puede enseñar.

6. El Espíritu Santo apoya el propósito de Cristo en tu mente, de forma que tu deseo de ser especial pueda ser corregido allí donde se encuentra el error. 2Debido a que Su propósito sigue siendo el mismo que el del Padre y el del Hijo, Él conoce la Voluntad de Dios, así como lo que tú realmente quieres. 3Pero esto sólo lo puede comprender la mente que se percibe a sí misma como una, y que, consciente de que es una, lo experi­menta así. 4La función del Espíritu Santo es enseñarte cómo expe­rimentar esta unicidad, qué tienes que hacer para experimentarla y adónde debes dirigirte para lograrlo.

7. De acuerdo con esto, se considera al tiempo y al espacio como si fueran distintos, pues mientras pienses que una parte de ti está separada, el concepto de una unicidad unida cual una sola no tendrá sentido. 2Es obvio que una mente así de dividida jamás podría ser el maestro de la Unicidad que une a todas las cosas dentro de Sí. 3Y, por lo tanto, lo que está dentro de esta mente, y en efecto une a todas las cosas, no puede sino ser su Maestro. 4Él necesita, no obstante, utilizar el idioma que dicha mente entiende, debido a la condición en que esta mente cree encontrarse. 5tiene que valerse de todo lo que ella ha aprendido para transformar las ilusiones en verdad y eliminar todas tus falsas ideas acerca de lo que eres, a fin de conducirte allende la verdad que se encuentra más allá de ellas. 6Todo lo cual puede resumirse muy simple­mente de la siguiente manera:

7Lo que es lo mismo no puede ser diferente, y lo que es uno no puede tener partes separadas.






 

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