DESPERTAR AL AMOR

martes, 13 de octubre de 2020

13 OCTUBRE: La quietud del Cielo envuelve hoy mi corazón.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS 


LECCIÓN 286


La quietud del Cielo envuelve hoy mi corazón.


1. Padre, ¡qué día tan sereno el de hoy! 2¡Cuán armoniosamente cae todo en su sitio! 3Éste es el día señalado para que llegue a entender la lección de que no tengo que hacer nada. 4En Ti ya se han tomado todas las decisiones. 5En Ti ya se ha resuelto todo conflicto. 6En Ti ya se han colmado todas mis esperanzas. 7La paz es mía. 8Mi corazón late tranquilo y mi mente se halla en reposo. 9Tu Amor es el Cielo y Tu Amor es mío.

2. La quietud de hoy nos dará esperanzas de que hemos encon­trado el camino y de que ya hemos recorrido un gran trecho por él hacia una meta de la que estamos completamente seguros. 2Hoy no dudaremos del final que Dios Mismo nos ha prometido. 3Con­fiamos en Él y en nuestro Ser, el cual sigue siendo uno con Él.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

“¡Cuán armoniosamente cae todo en su sitio!” (1:2) ¡Me encanta esta frase! Eso es darse cuenta, las cosas encajan perfectamente en su sitio y no hay que hacer nada.

Éste es el día señalado para que llegue a entender la lección de que no tengo que hacer nada. (1:3)

Hace varios años en un grupo de estudio leímos una sección que describía el estado de conocimiento. Alguien preguntó si es posible que una persona lo alcance o si tenemos que alcanzarlo todos juntos. ¿Están todos esperándome? ¿Estoy esperando yo a todos? El que dirigía el grupo (le llamaré Ted) empezó a hablar de Jesús y de que todos estamos en esto juntos.

El que hizo la pregunta dijo: “Entonces, Jesús tampoco está en este estado de conocimiento, ¿no es cierto?”

Yo me metí en la discusión: “Sí, Jesús lo ha alcanzado. Él ha pasado de la percepción al conocimiento. Y tú también”.

Estamos “en Dios en nuestro hogar, soñando con el exilio” (T.10.I.2:1). Ya estamos todos en el Cielo. (En realidad nunca nos fuimos de él). ¡La historia ya se acabó! Estamos al final, mirando hacia atrás y recordando. Alguien dijo: “Estamos reviviendo un repaso”. Ted dijo: “El hecho de que Jesús ya lo ha alcanzado es la garantía de que todos nosotros lo alcanzaremos, todos sentiremos lo que Él ha logrado porque todos nosotros somos una sola mente”.

Ésta es la razón por la que “no tengo que hacer nada”. Todos continuamos cometiendo el error de creer que tenemos que lograr algo. Pensamos que tenemos que escalar una gran montaña, la montaña de la iluminación o de la perfección. Creemos que Jesús la ha escalado junto con otros como Buda, pero pensamos que nosotros estamos todavía en la parte de abajo mirando hacia arriba. Estamos asustados por lo difícil que va a ser, sobrecogidos por todo el trabajo que hay que hacer, desanimados por el pensamiento de todo lo que todavía nos queda para llegar allí.

Estos pensamientos son la manera en que el ego trata de controlar la situación cuando finalmente alcanzas a ver la tierra prometida del reino del conocimiento en el que Dios quiere que vivas.

El ego puede aceptar la idea de que es necesario retornar porque puede, con gran facilidad, hacer que ello parezca difícil. Sin embargo, el Espíritu Santo te dice que incluso el retorno es innecesario porque lo que nunca ocurrió no puede ser difícil. Mas tú puedes hacer que la idea de retornar sea a la vez necesaria y difícil. Con todo, está muy claro que los que son perfectos no tienen necesidad de nada, y tú no puedes experimentar la perfección como algo difícil de alcanzar, puesto que eso es lo que eres. (T.6.II.11:1-4)

El ego intenta convencerte de que lo que has visto es algo que te falta en lugar de algo que ya tienes. “En Ti ya se han colmado todas mis esperanzas” (1:6). Tú eres lo que has estado buscando.

La naturaleza de Cristo no es algo que tengas que desarrollar. ¡No tienes que someter al ego para convertirlo en Cristo! Eso no es posible. Si piensas que tienes que convertirte en Cristo te has puesto a ti mismo en una situación en la que “no puedes llegar allí desde aquí”. Y ahí es donde el ego quiere que estés.

¡La naturaleza de Cristo es Lo Que realmente eres! Sólo que no te acuerdas. Ya está dentro de ti. Eres tú. Crees que eres otra cosa, pero no lo eres. Ésa es la ilusión que el ego ha preparado. ¡Crees que el ego eres tú! Crees que toda esa cosa horrible, toda esa naturaleza de miserable gusano, ese pelele, ese cobarde llorón, es lo que tú eres. Eso no eres tú. Tú no eres el ego. El ego no es nada ni está en ningún sitio, es sólo un pensamiento que tienes acerca de ti, un pensamiento que es completamente falso. Cristo “es la única parte de ti que en verdad es real” (L.pII.6.3:2).

Cuando sientes que tienes que luchar, cuando sientes que tienes que hacer todo tipo de elecciones difíciles, entonces te estás viendo como un ego, en la parte de debajo de la montaña mirando hacia arriba. Cuando te ves a ti mismo como Cristo, no tienes que hacer nada.

Nuestro único problema es creer que tenemos un problema. El pensamiento de “todavía no lo tengo” es el problema. Necesitamos liberarnos del pensamiento de que necesitamos la iluminación. Todo lo que tiene que cambiar es ese pensamiento, y el pensamiento no cambia nada, no hace nada, porque ya estamos iluminados siempre, ya somos felices siempre, ya somos perfectos siempre. Dios nos creó así y no podemos cambiarlo, todo lo que podemos hacer es olvidarlo y pretender que somos otra cosa.

En los momentos de quietud de hoy podemos sentir el sabor de esa quietud en la que no hay que hacer nada ni hay que ir a ningún sitio. “La quietud de hoy nos dará esperanzas de que hemos encon-trado el camino y de que ya hemos recorrido un gran trecho por él hacia una meta de la que estamos completamente seguros” (2:1). Podemos sentir la realidad del final, incluso a mitad de nuestro viaje, podemos saber que la meta es “completamente segura”, incluso inevitable.

Hoy no dudaremos del final que Dios Mismo nos ha prometido. Confiamos en Él y en nuestro Ser, el cual sigue siendo uno con Él. (2:2-3)


¿Qué es el Espíritu Santo? (Parte 6)

L.pII.7.3:2-3

¿Cuáles son “los medios que fabricaste para alcanzar lo que por siempre ha de ser inalcanzable” (3:2)? Por supuesto, lo inalcanzable es la separación o la vida separada de Dios. Los medios que inventamos para alcanzar esa meta incluyen nuestro cuerpo, las ilusiones de elecciones (alternativas a Dios y al amor), el miedo, el ataque, el conflicto, la negación, las relaciones especiales, las imágenes y sonidos, y todo el mundo que vemos. El Espíritu Santo entiende todas estas cosas perfectamente. Él sabe exactamente lo que son, cómo funcionan y por qué las inventamos.

Mas si se los ofreces a Él, Él se valdrá de esos medios que inventaste a fin de exiliarte para llevar a tu mente allí donde verdaderamente se encuentra en su hogar (3:3).

Éste es el milagro. Todo lo que inventamos para mantenernos separados de Dios puede usarse para devolver nuestra mente a su hogar real. Pero para que eso suceda “tenemos que ofrecérselos a Él”. Él es el puente entre lo que inventamos y lo que somos. Él es “El Gran Transformador de la percepción” (T.17.II.5:2). Él puede cambiar completamente el propósito de todo lo que inventamos en nuestra locura y usarlo para devolvernos la cordura, si Le entregamos todas esas cosas a Él.

Por eso necesitamos llevarle todas estas cosas, pidiéndole que las use para Sus propósitos en lugar del propósito para el que las inventamos. Entreguémosle nuestro cuerpo. Entreguémosle nuestras relaciones especiales. Entreguémosle nuestro poder de decisión. Entreguémosle nuestros pensamientos de ataque, nuestras defensas y nuestra negación. Él puede usar incluso la negación para “negar la negación de la verdad” (T.12.II.1:5). Entreguémosle nuestras percepciones, nuestros ojos y oídos. Entreguémosle todo nuestro mundo y todo lo que hay en él. Él no nos los quitará. Los tomará y los usará para devolvernos al Cielo.







TEXTO

VI. Tu función especial


1. La gracia de Dios descansa dulcemente sobre los ojos que per­donan, y todo lo que éstos contemplan le habla de Dios al especta­dor. 2Él no ve maldad, ni nada que temer en el mundo o nadie que sea diferente de él. 3Y de la misma manera en que ama a otros con amor y con dulzura, así se contempla a sí mismo. 4Él no se condenaría a sí mismo por sus propios errores tal como tam­poco condenaría a otro. 5No es un árbitro de venganzas ni un castigador de pecadores. 6La dulzura de su mirada descansa sobre sí mismo con toda la ternura que les ofrece a los demás. 7Pues sólo quiere curar y bendecir. 8Y puesto que actúa en armo­nía con la Voluntad de Dios, tiene el poder de curar y bendecir a todos los que contempla con la gracia de Dios en su mirada.

2. Los ojos se acostumbran a la oscuridad, y la luz de un día soleado les resulta dolorosa a los ojos aclimatados desde hace mucho a la tenue penumbra que se percibe durante el crepús­culo. 2Dichos ojos esquivan la luz del sol y la claridad que ésta le brinda a todo lo que contemplan. 3La penumbra parece mejor: más fácil de ver y de reconocer. 4De alguna manera lo vago y lo sombrío parece ser más fácil de contemplar y menos doloroso para los ojos que lo que es completamente claro e inequívoco. 5Éste, no obstante, no es el propósito de los ojos, y ¿quién puede decir que prefiere la oscuridad y al mismo tiempo afirmar que desea ver?

3. Tu deseo de ver hace que la gracia de Dios descienda sobre tus ojos, trayendo consigo el regalo de luz que hace que la visión sea posible. 2¿Quieres realmente contemplar a tu hermano? 3A Dios le complacería que lo hicieses. 4No es Su Voluntad que no reco­nozcas a tu salvador. 5Tampoco es Su Voluntad que tu salvador no desempeñe la función que Él le encomendó. 6No dejes que se siga sintiendo solo por más tiempo, pues los que se sienten solos son aquellos que no ven ninguna función en el mundo que ellos puedan desempeñar, ningún lugar en el que se les necesite, ni ningún objetivo que sólo ellos puedan alcanzar perfectamente.

4. Ésta es la percepción benévola que el Espíritu Santo tiene del deseo de ser especial: valerse de lo que tú hiciste para sanar en vez de para hacer daño. 2A cada cual Él le asigna una función especial en la salvación que sólo él puede desempeñar, un papel exclusivamente para él. 3Y el plan no se habrá llevado a término hasta que cada cual descubra su función especial y desempeñe el papel que se le asignó para completarse a sí mismo en un mundo donde rige la incompleción.

5. Aquí, donde las leyes de Dios no rigen de forma perfecta, él todavía puede hacer una cosa perfectamente y llevar a cabo una elección perfecta. 2Y por este acto de lealtad especial hacia uno que percibe como diferente de sí mismo, se da cuenta de que el regalo se le otorgó a él mismo y, por lo tanto, de que ambos tienen que ser necesariamente uno. 3El perdón es la única función que tiene sentido en el tiempo. 4Es el medio del que el Espíritu Santo se vale para transformar el especialismo de modo que de pecado pase a ser salvación. 5El perdón es para todos. 6Mas sólo es com­pleto cuando descansa sobre todos, y toda función que este mundo tenga se completa con él. 7Entonces el tiempo cesa. 8No obstante, mientras se esté en el tiempo, es mucho lo que todavía queda por hacer. 9Y cada uno tiene que hacer lo que se le asignó, pues todo el plan depende de su papel. 10Cada uno tiene un papel especial en el tiempo, pues eso fue lo que eligió, y, al elegirlo, hizo que fuese así para él. 11No se le negó su deseo, sino que se modi­ficó la forma del mismo, de manera que redundase en beneficio de su hermano y de él, y se convirtiese de ese modo en un medio para salvar en vez de para llevar a la perdición.

6. La salvación no es más que un recordatorio de que este mundo no es tu hogar. 2No se te imponen sus leyes, ni sus valores son los tuyos. 3Y nada de lo que crees ver en él se encuentra realmente ahí. 4Esto se ve y se entiende a medida que cada cual desempeña su papel en el des-hacimiento del mundo, tal como desempeñó un papel en su fabricación. 5Cada cual dispone de los medios para ambas posibilidades, tal como siempre dispuso de ellos. 6Dios dispuso que el especialismo que Su Hijo eligió para hacerse daño a sí mismo fuese igualmente el medio para su salvación desde el preciso instante en que tomó esa decisión. 7Su pecado especial pasó a ser su gracia especial. 8Su odio especial se convir­tió en su amor especial.

7. El Espíritu Santo necesita que desempeñes tu función especial, de modo que la Suya pueda consumarse. 2No pienses que no tienes un valor especial aquí. 3Tú lo quisiste, y se te concedió. 4Todo lo que has hecho se puede utilizar, fácil y provechosa­mente, a favor de la salvación. 5El Hijo de Dios no puede tomar ninguna decisión que el Espíritu Santo no pueda emplear a su favor, en vez de contra él. 6Sólo en la oscuridad parece ser un ataque tu deseo de ser especial. 7En la luz, lo ves como la función especial que te corresponde desempeñar en el plan para salvar al Hijo de Dios de todo ataque y hacerle entender que está a salvo, tal como siempre lo estuvo y lo seguirá estando, tanto en el tiempo como en la eternidad. 8Ésta es la función que se te enco­mendó con respecto a tu hermano. 9Acéptala dulcemente de la mano de tu hermano, y deja que la salvación se consume perfec­tamente en ti. 10Haz sólo esto y todo se te dará.






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