DESPERTAR AL AMOR

miércoles, 21 de octubre de 2020

21 OCTUBRE: Mi cuerpo es algo completamente neutro.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS 


LECCIÓN 294


Mi cuerpo es algo completamente neutro.


1. Soy un Hijo de Dios. 2¿Cómo iba a poder ser también otra cosa? 3¿Acaso creó Dios lo mortal y lo corruptible? 4¿De qué le sirve al bienamado Hijo de Dios lo que ha de morir? 5Sin embargo, lo que es neutro no puede ver la muerte, pues allí no se han depositado pensamientos de miedo, ni se ha hecho de ello una parodia del amor. 6La neutralidad del cuerpo lo protege mientras siga siendo útil. 7Una vez que no tenga ningún propósito, se dejará a un lado. 8No es que haya enfermado, esté viejo o lesionado. 9Es que simple­mente no tiene ninguna función, es innecesario, y, por consi­guiente, se le desecha. 10Haz que hoy no vea en él más que esto: algo que es útil por un tiempo y apto para servir, que se conserva mientras pueda ser de provecho, y luego es reemplazado por algo mejor.

2. Mi cuerpo, Padre, no puede ser Tu Hijo. 2Y lo que no ha sido creado no puede ser ni pecaminoso ni inocente; ni bueno ni malo. 3Déjame, pues, valerme de este sueño para poder ser de ayuda en Tu plan de que despertemos de todos los sueños que urdimos.








Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Esta frase resume la actitud del Curso hacia el cuerpo. No es “ni bueno ni malo” (2:2), es neutro. Su valor o que sea perjudicial procede del uso que hagamos de él, del propósito al que sirve.

Hay una actitud hacia el cuerpo que lo ve como bueno, siempre merecedor de que respetemos sus deseos. Si alguien me excita sexualmente, debería satisfacer ese deseo. Si tengo hambre, debería comer; si estoy cansado, debería dormir. Toda represión de los deseos físicos está equivocada. Este punto de vista identifica incorrectamente mi cuerpo con mi ser. Convierte al cuerpo no sólo en algo bueno sino en Dios.

Hay otra actitud hacia el cuerpo que lo considera malvado. Por lo tanto, debo dominar y reprimir todos mis impulsos. Este punto de vista niega que el cuerpo es en cierto modo una expresión de mi ser. Considera al cuerpo un demonio. Produce culpa sin fin por cualquier deseo físico.

El Curso dice que el cuerpo no es ni bueno ni malo. Es neutro. No es ni pecaminoso ni inocente. Su única utilidad es la de despertar del sueño, o comunicar la salvación. Este enfoque no comete el error de identificarme con mi cuerpo. No me hace sentir mal por tener impulsos, ni por ignorar algunos de esos impulsos. Ni exalta ni condena al cuerpo. Acepta el cuerpo como un instrumento, útil para el propósito de la verdad y nada más. No ve ningún propósito en las metas corporales en sí.

La lección afirma: “Soy un Hijo de Dios” (1:1). Y no soy “otra cosa”, “mortal y corruptible” (1:2-3). Dios no creó el cuerpo mortal y corruptible, y al Hijo de Dios no le sirve de nada lo que va a morir (1:4). Sin embargo, si se ve el cuerpo como algo neutro, “no puede ver la muerte” (1:5). ¿Por qué? Porque “allí no se han depositado pensamientos de miedo, ni se ha hecho de ello una parodia del amor” (1:5). Sentimos la muerte (aparentemente) cuando consideramos al cuerpo como malvado (“pensamientos de miedo”) o como bueno (“una parodia del amor”). Considerar al cuerpo neutro “lo protege mientras siga siendo útil” (1:6). En otras palabras, para la mente que ha sanado, el cuerpo no puede morir hasta que haya hecho su trabajo. Dura tanto como sea necesario a la mente para sus propósitos de sanación en este mundo, y luego simplemente “se dejará a un lado” porque ya no tiene “ningún propósito” (1:7). Esto no es muerte sino simplemente el fin del cuerpo. Como dice “La Canción de la Oración”: “Lo llamamos muerte pero es la libertad” (C.3.II.3:1).

Cuando una mente que ha sanado ya no necesita más el cuerpo, el cuerpo simplemente se deja a un lado. “No es que haya enfermado, esté viejo o lesionado. Es que simplemente no tiene ninguna función, es innecesario y, por consiguiente, se le desecha” (1:8-9). Ha habido unos pocos que han sentido esta especie de fin del cuerpo que no es muerte. Robert me dice que ha leído de un monje tibetano que un día anunció a sus seguidores que su trabajo con el cuerpo estaba casi terminado y que abandonaría el cuerpo en unos pocos meses. Incluso dio la fecha exacta. Y aquel mismo día se sentó en meditación en la postura de loto y sencillamente lo abandonó. No estaba “enfermo, viejo o lesionado”. Sencillamente su cuerpo ya no era necesario.

¿Cómo podemos alcanzar un estado tan elevado y una muerte tan dulce (si se le puede llamar “muerte”)? La lección indica que nuestro camino está en poco a poco ir considerando a nuestro cuerpo como “algo que es útil por un tiempo y apto para servir, que se conserva mientras pueda ser de provecho, y luego es reemplazado por algo mejor” (1:10). No es ni una carga ni una meta en sí mismo. Sólo es un instrumento. Lo usamos en este sueño para “ser de ayuda en Tu plan de que despertemos de todos los sueños que urdimos” (2:3), y para nada más que eso. Considerar neutro al cuerpo es lo que lo protege mientras sea útil en este plan. Cuando nuestra mente está de acuerdo con el plan de Dios, valoramos el cuerpo por su utilidad para llevar a cabo el plan, y no por sí mismo. Ni lo exaltamos ni abusamos de él. No luchamos por conservar el cuerpo ni por abandonarlo. Sólo lo usamos para llevar a cabo nuestra función.


¿Qué es el mundo real? (Parte 4)

L.pII.8.2:3-6

Cuando vemos el mundo real, “Allí sólo hay reposo” (2:3). No hay conflicto, no hay “lucha”. Pienso que cuando vea el mundo real, habrá muy poco o ninguna sensación de prisa. Hay una actitud hacia la espiritualidad que infunde lo que es casi un modo de pánico: “¡Tenemos que arreglar las cosas, tenemos que hacerlo bien, inmediatamente!”. Esto no es reposo. La visión del mundo real es una visión tranquila, que nos llena de la seguridad de que “Nada real puede ser amenazado” (T.In.2:2) y, por lo tanto, no hay necesidad de pánico.

“No se oyen gritos de dolor o de pesar, pues allí nada está excluido del perdón” (2:4). No creo que esto signifique que nos volvamos indiferentes al sufrimiento del mundo. En el Texto, el Curso nos dice: “El amor siempre responde, pues es incapaz de negar una petición de ayuda, o de no oír los gritos de dolor que se elevan hasta él desde todos los rincones de este extraño mundo que construiste, pero que realmente no deseas” (T.13.VII.4:3). Lo que pienso que esta línea significa es que los gritos de dolor y sufrimiento no se oyen como testigos del miedo, sino como peticiones de ayuda, como algo que necesita una respuesta de amor en lugar de una respuesta de terror. La mente que ha sanado y ve el mundo real no se angustia por los gritos de dolor y sufrimiento porque sabe que “nada está excluido del perdón” (2:4). Nada está sin esperanza.

Y las escenas que se ven son apacibles, pues sólo escenas y sonidos felices pueden llegar hasta la mente que se ha perdonado a sí misma. (2:5-6)

Debajo de los sonidos de miedo, la mente que se ha perdonado a sí misma oye los himnos de gratitud (L.293.2:2). La canción del amor es más alta que el canto fúnebre del miedo. Todo lo que se ve lleva la nota de la salvación.


Hay una manera de contemplarlo todo que te acerca más a Él y a la salvación del mundo. (L.193.13:1)






TEXTO

 

III. La zona fronteriza


1. La complejidad no forma parte de Dios. 2¿Cómo podría formar parte de Él cuando Él sólo conoce lo que es uno? 3Él solamente conoce una sola creación, una sola realidad, una sola verdad y un solo Hijo. 4Nada puede estar en conflicto con lo que es uno solo. 5¿Cómo iba a poder haber entonces complejidad en Él? 6¿Entre qué habría que decidir? 7Pues el conflicto es lo que da lugar a las alternativas. 8La verdad es simple: es una sola y no tiene opuestos. 9¿Y cómo iba a poder presentarse la discordia ante su simple pre­sencia y dar lugar a la complejidad allí donde únicamente existe la unicidad? 10La verdad no elige, pues no existen alternativas entre las que elegir. 11Y sólo si las hubiera, podría ser la elección un paso necesario en el avance hacia la unicidad. 12En lo que es todo no hay cabida para nada más. 13Sin embargo, esta inmensidad se encuentra más allá del alcance de este plan de estudios. 14No es necesario, pues, que nos detengamos en algo que no puede ser captado de inmediato.

2. Existe una zona fronteriza en el pensamiento que se encuentra entre este mundo y el Cielo. 2No es un lugar, y cuando llegas a ella, te das cuenta de que está fuera de los confines del tiempo. 3Ahí es adonde se llevan todos los pensamientos, donde se recon­cilian los valores conflictivos y donde todas las ilusiones se depo­sitan ante la verdad y se juzgan como falsas. 4Esta zona fronteriza está justo más allá de las puertas del Cielo. 5Ahí todo pensa­miento se vuelve puro y totalmente simple. 6Ahí se niega el pecado y en su lugar se recibe todo lo que simplemente es.

3. Éste es el final de la jornada. 2Nos hemos referido a ese lugar como el mundo real. 3Sin embargo, hay una contradicción en esto, en el sentido de que las palabras implican la idea de una realidad limitada, una verdad parcial, un segmento del universo hecho realidad. 4Esto se debe a que el conocimiento no ataca a la percepción. 5Ambos se llevan sencillamente el uno ante el otro, y sólo uno de ellos continúa más allá de la puerta donde se encuen­tra la Unicidad. 6La salvación es una zona fronteriza donde los conceptos de lugar y tiempo, así como el de elegir tienen aún significado, si bien se puede ver que son temporales, que están fuera de lugar y que toda elección ya se ha llevado a cabo.

4. Ninguna creencia que el Hijo de Dios albergue puede ser des­truida. 2Pero lo que es verdad para él tiene que llevarse ante la última comparación que él jamás tendrá que hacer: la última posible evaluación, el juicio final sobre este mundo. 3Se trata del juicio de la verdad con respecto a la ilusión, y el del conocimiento con respecto a la percepción: "No tiene ningún significado y no existe". 4Esto no es algo que tú decidas. 5Es la simple declaración de un simple hecho. 6Pero en este mundo no hay hechos simples porque todavía no está claro lo que es lo mismo y lo que es dife­rente. 7Esta distinción es lo único que se debe tener en cuenta a la hora de tomar cualquier decisión. 8Pues en ella radica la diferen­cia entre los dos mundos. 9En este mundo, elegir se vuelve impo­sible. 10En el mundo real, se simplifica.

5. La salvación se detiene justo antes del umbral del Cielo, pues sólo la percepción necesita salvación. 2El Cielo jamás se perdió, y, por lo tanto, no se puede salvar. 3Mas ¿quién puede elegir entre su deseo del Cielo y su deseo del infierno a menos que reconozca que no son lo mismo? 4Reconocer la diferencia es la meta de aprendizaje que este curso se ha propuesto. 5No irá más allá de este objetivo. 6Su único propósito es enseñar qué es lo mismo y qué es diferente, sentando así las bases sobre las que hacer la única elección que se puede hacer.

6. Este mundo complejo y super-complicado no te ofrece nin­guna base sobre la que elegir. 2Pues nadie comprende lo que es lo mismo, y todo el mundo parece estar eligiendo entre alternativas que realmente no existen. 3El mundo real es la esfera de la elec­ción hecha realidad, no en el resultado final, sino en la percepción de las alternativas entre las que se puede elegir. 4La idea de que hay alternativas entre las que elegir es una ilusión. 5Aun así, dentro de esta ilusión yace el des-hacimiento de todas las ilusio­nes, incluida ella.

7. ¿No se parece esto a tu función especial, en la que la separa­ción se subsana al pasar de lo que antes era el propósito de ser especial a lo que ahora es el de estar unido? 2Todas las ilusiones son una. 3Y en el reconocimiento de este hecho radica el que pue­das abandonar todo intento de elegir entre ellas y de hacerlas diferentes. 4¡Qué fácil es elegir entre dos cosas que obviamente son distintas! 5En esto no hay conflicto. 6Abandonar una ilusión que se reconoce como tal no puede ser un sacrificio. 7Cuando se desposee de realidad a aquello que nunca fue verdad, ¿cómo iba a ser difícil renunciar a ello y elegir lo que, por ende, no puede sino ser real?


IV. El lugar que el pecado dejó vacante


1. En este mundo el perdón es el equivalente de lo que en el Cielo es la justicia. 2El perdón transforma el mundo del pecado en un mundo simple, en el que se puede ver el reflejo de la justicia que emana desde más allá de la puerta tras la cual reside lo que carece de todo límite. 3No hay nada en el amor ilimitado que pudiese necesitar perdón. 4Y lo que en el mundo es caridad, más allá de la puerta del Cielo pasa a ser simple justicia. 5Nadie perdona a menos que haya creído en el pecado y aún crea que hay mucho por lo que él mismo necesita ser perdonado. 6El perdón se vuelve de esta manera el medio por el que aprende que no ha hecho nada que necesite perdón. 7El perdón siempre descansa en el que lo concede, hasta que reconoce que ya no lo necesita más. 8De este modo, se le reinstaura a su verdadera función de crear, que su perdón le ofrece nuevamente.

2. El perdón convierte el mundo del pecado en un mundo de glo­ria, maravilloso de ver. 2Cada flor brilla en la luz, y en el canto de todos los pájaros se ve reflejado el júbilo del Cielo. 3No hay tris­teza ni divisiones, pues todo se ha perdonado completamente. 4Y los que han sido perdonados no pueden sino unirse, pues nada se interpone entre ellos para mantenerlos separados y aparte. 5Los que son incapaces de pecar no pueden sino percibir su unidad, pues no hay nada que se interponga entre ellos para alejar a unos de otros. 6Se funden en el espacio que el pecado dejó vacante, en jubiloso reconocimiento de que lo que es parte de ellos no se ha mantenido aparte y separado.

3. El santo lugar en el que te encuentras no es más que el espacio que el pecado dejó vacante. 2En su lugar ves alzarse ahora la faz de Cristo. 3¿Quién podría contemplar la faz de Cristo y no recor­dar a Su Padre tal como Éste realmente es? 4¿Y quién que temiese al amor, podría pisar la tierra en la que el pecado ha dejado un sitio para que se erija un altar al Cielo que se eleve muy por encima del mundo hasta llegar más allá del universo y tocar el Corazón de toda la creación? 5¿Qué es el Cielo, sino un himno de gratitud, de amor y de alabanza que todo lo creado le canta a la Fuente de su creación? 6El más santo de los altares se erige donde una vez se creyó reinaba el pecado. 7Y a él vienen todas las luces del Cielo, para ser reavivadas y para incrementar su gozo. 8Pues en este altar se les restituye lo que habían perdido y recobran todo su fulgor.

4. Los milagros que el perdón deposita ante las puertas del Cielo no son insignificantes. 2Aquí el Hijo de Dios Mismo viene a reci­bir cada uno de los regalos que lo acerca más a su hogar. 3Ni uno solo de ellos se pierde, y a ninguno se le atribuye más valor que a otro. 4Cada uno de esos regalos le recuerda el amor de su Padre en igual medida que el resto. 5cada uno le enseña que lo que él temía, es lo que más ama. 6¿Qué otra cosa, salvo un milagro, podría hacerle cambiar de mentalidad de modo que comprenda que el amor no puede ser temido? 7¿Qué otro milagro puede haber aparte de éste? 8¿Y qué otra cosa se podría necesitar para que el espacio entre vosotros desaparezca?

5. Donde antes se percibía el pecado se alzará un mundo que se convertirá en el altar de la verdad, y allí tú te unirás a las luces del Cielo y entonarás con ellas su himno de gratitud y alabanza. 2tal como ellas vienen a ti para completarse a sí mismas, así tú te dirigirás a ellas con el mismo propósito. 3Pues no hay nadie que pueda oír el himno del Cielo sin añadir el poder de su voz a él, haciéndolo así aún más dulce. 4todos se unirán al himno ante el altar que fue erigido en el pequeño espacio que el pecado proclamaba que era suyo. 5lo que entonces era minúsculo se habrá expandido hasta convertirse en un himno excelso en el que todo el universo se habrá unido cual una sola voz.

6. Esa pequeña mácula de pecado que aún se interpone entre vo­sotros está demorando el feliz momento en el que las puertas del Cielo se abrirán. 2¡Cuán pequeño es el obstáculo que te impide disponer de la riqueza del Cielo! 3¡Y cuán grande será el gozo en el Cielo cuando te unas al imponente coro en alabanza al Amor de Dios!







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