DESPERTAR AL AMOR

lunes, 5 de octubre de 2020

5 OCTUBRE: Si estoy aprisionado, mi Padre no es libre.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS 


LECCIÓN 278


Si estoy aprisionado, mi Padre no es libre.


1. Si acepto que estoy aprisionado dentro de un cuerpo, en un mundo en el que todo lo que aparentemente vive parece morir, entonces mi Padre está aprisionado al igual que yo. 2Y esto es lo que creo cuando afirmo que tengo que obedecer las leyes que el mundo obedece, y que las flaquezas y los pecados que percibo son reales e ineludibles. 3Si de algún modo estoy aprisionado, ello sig­nifica que no conozco ni a mi Padre ni a mi Ser. 4Y significa asi­mismo que no formo parte de la realidad en absoluto, 5pues la verdad es libre, y lo que está aprisionado no forma parte de la verdad.

2. Padre, lo único que pido es la verdad. 2He tenido muchos pensamien­tos descabellados acerca de mí mismo y de mi creación, y he introducido en mi mente un sueño de miedo. 3Hoy no quiero soñar. 4Elijo el camino que conduce a Ti en lugar de la locura y el miedo. 5Pues la verdad está a salvo, y sólo el amor es seguro.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Para nosotros, el Curso a menudo expone un conjunto de lo que parece ser relaciones bastante confusas entre ideas. Dice que la manera en que trato a mi hermano es un reflejo de cómo me trato a mí mismo. Dice que la manera en que me trato a mí mismo es un reflejo de cómo trato a Dios. Dice que la manera en que trato a mi hermano es un reflejo de cómo trato a Dios. En las tres se puede sustituir la frase “cómo trato” por “cómo veo”.

Este conjunto de asociaciones nos parece confuso porque insistimos en pensar que nuestro Ser, nuestro hermano y Dios son seres separados. No es sólo que la manera en que me veo a mí mismo refleja la manera en que veo a Dios, es la manera en que veo a Dios porque yo soy parte de Dios, una extensión de Él, una extensión de Su naturaleza. Dios es todo lo que existe. No hay nada más. Por lo tanto:

Si acepto que estoy aprisionado dentro de un cuerpo, en un mundo en el que todo lo que aparentemente vive parece morir, entonces mi Padre está aprisionado al igual que yo. Y esto es lo que creo cuando afirmo que tengo que obedecer las leyes que el mundo obedece, y que las flaquezas y los pecados que percibo son reales e ineludibles. (1:1-2)

El Curso dice a menudo que yo creo cosas que no pienso que creo. Dice que yo creo que he crucificado al Hijo de Dios (T.13.II.5:1). Y aquí me dice que yo creo que Dios es un prisionero.

Ciertamente no voy por ahí diciendo que Dios es un prisionero. La idea de que Dios es un prisionero me parece horrible, mi idea mental de Dios es que Él lo puede todo. ¿Cómo puedo creer algo sin darme cuenta de que lo creo? Realmente es muy fácil, lo hago todo el tiempo. Incluso a veces me he descubierto haciéndolo.

Por ejemplo, a veces me he dado cuenta de que cuando otra persona se acerca de una manera muy abierta y amorosa, mi primera reacción no es de bienvenida sino de sospecha. Pienso que detrás de la apariencia de amor probablemente hay otro motivo oculto, algo contra lo que tengo que estar en guardia. Mi pensamiento puede ser: “¿Qué quiere esta persona de mí?” O quizá sospecho que está intentando manipularme de algún modo. Lo que ese tipo de respuesta indica es que creo que el Amor Mismo es sospechoso. No confío en el Amor. No confío en mi Amor, no confío en el Amor de otro y, por encima de todo, no confío en el Amor de Dios.

Otro modo en que veo esa sospecha del amor en mí mismo es cuando siento sentimientos amorosos por otra persona, sospecho de mis propios motivos, especialmente si la persona es una mujer atractiva. De nuevo, ahí está la creencia oculta, una creencia que conscientemente no he admitido, de que no se puede confiar en el Amor.

Lo que esta lección dice es que cuando yo acepto que yo soy un prisionero, estoy mostrando una creencia escondida de que Dios es un prisionero también. Esto es así porque los hechos de la realidad son que Dios y yo somos uno, parte del Mismo Ser, o mejor dicho, yo soy parte de Su Ser. Puesto que la realidad es Una, lo que creo acerca de cualquier parte lo creo acerca de la Totalidad, sea consciente de ello o no.

Si de algún modo estoy aprisionado, ello significa que no conozco ni a mi Padre ni a mi Ser. Y significa asimismo que no formo parte de la realidad en absoluto. (1:3-4)

Podríamos usar fácilmente estas frases para condenarnos a nosotros mismos y entrar en un viaje de culpa. No hay ni uno solo de nosotros que no se sienta aprisionado de algún modo. Todos nos sentimos limitados por las leyes del mundo: leyes de la nutrición, de la economía, de la salud, del matrimonio. Todos creemos que moriremos. Todos creemos que algunas de nuestras debilidades son reales y no pueden superarse, si no creyéramos esto, ¡ya las habríamos superado! Todos creemos que estamos limitados por el tiempo y el espacio; por ejemplo, que si un amigo se aleja miles de kilómetros, ya no podemos relacionarnos tan estrechamente como lo hemos hecho antes. Así pues, ¿ya no formo parte de la realidad? ¿Es mi situación desesperada?

No, no es desesperada. Todo lo que necesitamos hacer es reconocer estas creencias en nosotros y admitir que las tenemos. Necesitamos ver que cada creencia en nuestras propias limitaciones es una creencia de que Dios está limitado, cada creencia de que estoy aprisionado o atrapado de algún modo es una creencia de que Dios está aprisionado y atrapado. Fíjate en lo que estamos haciendo. Reconoce que lo estamos haciendo. Y dile a Dios, por ejemplo: “Te estoy viendo como limitado y bloqueado, y Tú no estás limitado ni bloqueado. Ayúdame a verlo”. Y eso es todo.

Padre, lo único que pido es la verdad. He tenido muchos pensamientos descabellados acerca de mí mismo y de mi creación, y he introducido en mi mente un sueño de miedo. Hoy no quiero soñar. Elijo el camino que conduce a Ti en lugar de la locura y el miedo. Pues la verdad está a salvo, y sólo el amor es seguro. (2:1-5)

Eso es todo. Reconoce que has tenido “pensamientos alocados” (no “pensamientos pecaminosos”), y pide la verdad. Eso es todo.



¿Qué es el Cristo? (Parte 8)

L.pII.6.4:2-3

¿Qué hace el Espíritu Santo con nuestros sueños de pecado y de culpa cuando se los llevamos a Él, y los transforma en la verdad? “Él los intercambiará por el sueño final que Dios dispuso fuese el fin de todos los sueños” (4:2). Esto es lo que el Curso llama “sueño feliz” (4:2), conocido también como “el mundo real” o “percepción verdadera”. Él coge nuestras pesadillas y las transforma en el sueño feliz. En el sueño feliz todavía estamos soñando, todavía estamos aquí en el mundo, todavía actuamos en el reino de la percepción. Pero lo que vemos es algo completamente diferente de las pesadillas de una mente que se ha vuelto loca por la culpa. “El mundo real se alcanza simplemente mediante el completo perdón del viejo mundo, aquel que contemplas sin perdonar” (T.17.II.5:1).

Este sueño feliz es el que Dios ha fijado que sea “el fin de todos los sueños”. “El perdón es la ilusión que constituye la respuesta a todas las demás ilusiones” (L.198.2:10). El Curso dice que el mundo termina por medio de la ilusión del perdón: “La ilusión del perdón, completa, sin excluir a nadie, y de una ternura ilimitada, lo cubrirá, ocultando toda maldad, encubriendo todo pecado y acabando con la culpabilidad para siempre” (M.14.1:4). Nuestros pensamientos tenebrosos y de culpa llevados ante el Espíritu Santo, se encuentran con el perdón y desaparecen, siendo sustituidos con la visión de un mundo de inocencia total.

La “ilusión del perdón” pondrá fin a todos los sueños porque pondrá fin a la separación:

Pues cuando el perdón descanse sobre el mundo y cada, uno de los Hijos de Dios goce de paz, ¿qué podría mantener las cosas separadas cuando lo único que se puede ver es la faz de Cristo? (4:3)

Por supuesto, el “rostro de Cristo” (“faz de Cristo”) no significa que veremos un hombre judío con barba por todas partes, la frase es un símbolo de la inocencia del Hijo de Dios. Si el perdón descansa sobre todo el mundo, y todas las mentes han llegado a la paz, libres de culpa, ¿qué se puede ver sino la inocencia? El Curso ha dicho que el mundo es un símbolo de la culpa. Cuando la culpa haya desaparecido, su símbolo (el mundo) también desaparecerá. El mundo, hecho de culpa, desaparecerá cuando su causa desaparezca.

Claramente esto se refiere a un final, “cada uno de los Hijos de Dios goce de paz”. Es la meta hacia la que nos lleva el Espíritu Santo, el logro final, cuando se haya eliminado la culpa de todas las mentes. Cada uno de nosotros juega su papel en esto, pues mientras haya culpa dentro de mi mente, el final de la culpa no se ha logrado. El todo no puede estar completo sin todas sus partes. Ser el Cristo no es algo que tengamos que alcanzar, ya somos el Cristo. Pero tenemos que aprender a eliminar todos los obstáculos de culpa que nos ocultan nuestro verdadero Ser.

El estado de inocencia es sólo la condición en la que lo que nunca estuvo ahí ha sido eliminado de la mente perturbada que pensó que sí estaba ahí. Ese estado, y sólo ese estado, es lo que tienes que alcanzar, con Dios a tu lado. (T.14.IV.2:2-3)


Una vez que hayamos quitado “lo que no está ahí”, y hayamos alcanzado el estado de inocencia, lo que somos -el Cristo- nos será revelado.







TEXTO 

 V. El Cristo en ti



1. El Cristo en ti está muy quedo. 2Contempla lo que ama y lo reconoce como Su Propio Ser. 3Y así, se regocija con lo que ve, pues sabe que ello es uno con Él y con Su Padre. 4El especialismo también se regocija con lo que ve, aunque lo que ve no es verdad. 5Aun así, lo que buscas es una fuente de gozo tal como lo concibes. 6Lo que deseas es verdad para ti. 7Pues es imposible desear algo y no tener fe de que ello es real. 8Desear otorga realidad tan irreme­diablemente como ejercer la voluntad crea. 9El poder de un deseo apoya a las ilusiones tan fuertemente como el amor se extiende a sí mismo. 10Excepto que uno de ellos engaña y el otro sana.

2. No hay ningún sueño de querer ser especial que no suponga tu propia condenación, por muy oculta o disfrazada que se encuen­tre la forma en que éste se manifiesta, por muy hermoso que pueda parecer o por muy delicadamente que ofrezca la esperanza de paz y la escapatoria del dolor. 2En los sueños, causa y efecto se intercambian, pues en ellos el hacedor del sueño cree que lo que hizo le está sucediendo a él. 3No se da cuenta de que tomó una hebra de aquí, un retazo de allá y tejió un cuadro de la nada. 4Mas las partes no casan, y el todo no les aporta nada que haga que tengan sentido.

3. ¿De dónde podría proceder tu paz sino del perdón? 2El Cristo en ti contempla solamente la verdad y no ve ninguna condenación que pudiese necesitar perdón. 3Él está en paz porque no ve pecado alguno. 4Identifícate con Él, ¿y qué puede tener Él que tú no ten­gas? 5Cristo es tus ojos, tus oídos, tus manos, tus pies. 6¡Qué afa­bles son los panoramas que contempla, los sonidos que oye! 7¡Qué hermosa la mano de Cristo, que sostiene a la de Su hermano! a¡Y con cuánto amor camina junto a él, mostrándole lo que se puede ver y oír, e indicándole también dónde no podrá ver nada y dónde no hay ningún sonido que se pueda oír!

4. Mas deja que tu deseo de ser especial dirija su camino, y tú lo recorrerás con él. 2Y ambos caminaréis en peligro, intentando con­ducir al otro a un precipicio execrable y arrojarlo por él, mientras os movéis por el sombrío bosque de los invidentes, sin otra luz que la de los breves y oscilantes destellos de las luciérnagas del pecado, que titilan por un momento para luego apagarse. 3Pues, ¿en qué puede deleitarse el deseo de ser especial, sino en matar? 4¿Qué busca sino ver la muerte? 5¿Adónde conduce, sino a la destrucción? 6Mas no creas que fue a tu hermano a quien contem­pló primero, ni al que aborreció antes de aborrecerte a ti. 7El pecado que sus ojos ven en él y en lo que se deleitan, lo vio en ti y todavía lo sigue contemplando con deleite. 8Sin embargo, ¿qué deleite te puede dar contemplar la putrefacción y la demencia, y creer que esa cosa que está a punto de desintegrarse, con la carne desprendiéndose ya de los huesos y con cuencas vacías por ojos es como tú?

5. Regocíjate de no tener ojos con los que ver, ni oídos con los que oír, ni manos con las que sujetar nada, ni pies a los que guiar. 2Alégrate de que el único que pueda prestarte los Suyos sea Cristo, mientras tengas necesidad de ellos. 3Los Suyos son ilusio­nes también, lo mismo que los tuyos. 4Sin embargo, debido a que sirven a un propósito diferente, disponen de la fuerza de éste. 5Y derraman luz sobre todo lo que ven, oyen, sujetan o guían, a fin de que tú puedas guiar tal como fuiste guiado.

6. El Cristo en ti está muy quedo. 2Él sabe adónde te diriges y te conduce allí dulcemente, bendiciéndote a lo largo de todo el tra­yecto. 3Su Amor por Dios reemplaza todo el miedo que creíste ver dentro de ti. 4Su santidad hace que Él se vea a Sí Mismo en aquel cuya mano tú sujetas, y a quien conduces hasta Él. 5Y lo que ves es igual a ti. 6Pues, ¿a quién sino a Cristo se puede ver, oír, amar y seguir a casa? 7Él te contempló primero, pero recono­ció que no estabas completo. 8De modo que buscó lo que te completa en cada cosa viviente que Él contempla y ama. 9Y aún lo sigue buscando, para que cada una pueda ofrecerte el Amor de Dios.

7. Aun así, Él permanece muy quedo, pues sabe que el amor está en ti ahora, asido con firmeza por la misma mano que sujeta a la de tu hermano. 2La mano de Cristo sujeta a todos sus hermanos en Sí Mismo. 3Él les concede visión a sus ojos invidentes y les canta himnos celestiales  para que sus oídos dejen de oír el estruendo de las batallas y de la muerte. 4Él se extiende hasta otros a través de ellos, y les ofrece Su mano para que puedan bendecir toda cosa viviente y ver su santidad. 5Él se regocija de que éstos sean los panoramas que ves, y de que los contemples con Él y compartas Su dicha. 6Él está libre de todo deseo de ser especial y eso es lo que te ofrece, a fin de que puedas salvar de la muerte a toda cosa viviente y recibir de cada una el don de vida que tu perdón le ofrece a tu Ser. 7La visión de Cristo es lo único que se puede ver. 8El canto de Cristo es lo único que se puede oír. 9La mano de Cristo es lo único que se puede asir. 10No hay otra jornada, salvo caminar con Él.

8. Tú que te contentarías con ser especial y que buscarías la salva­ción luchando contra el amor, considera esto: el santo Señor del Cielo ha descendido hasta ti para ofrecerte tu compleción. 2Lo que es de Él es tuyo porque en tu compleción reside la Suya. 3Él, que no dispuso estar sin Su Hijo, jamás habría podido disponer que tú estuvieses sin tus hermanos. 4¿Y te habría dado Él un hermano que no fuese tan perfecto como tú y tan semejante a Él en santidad como tú no puedes sino serlo también?

9. Antes de que pueda haber conflicto tiene que haber duda. 2Y toda duda tiene que ser acerca de ti mismo. 3Cristo no tiene nin­guna duda y Su serenidad procede de Su certeza. 4Él intercam­biará todas tus dudas por Su certeza, si aceptas que Él es uno contigo y que esa unidad es interminable, intemporal y que está a tu alcance porque tus manos son las Suyas. 5Él está en ti, sin embargo, camina a tu lado y delante de ti, mostrándote el camino que Él debe seguir para encontrar Su Propia compleción. 6Su quietud se convierte en tu certeza. 7¿Y dónde está la duda una vez que la certeza ha llegado?

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