DESPERTAR AL AMOR

viernes, 11 de septiembre de 2020

11 SEPTIEMBRE: Que se acalle en mí toda voz que no sea la de Dios.

AUDIOLIBRO




EJERCICIOS

LECCIÓN 254


Que se acalle en mí toda voz que no sea la de Dios.


1. Padre, hoy quiero oír sólo Tu Voz. 2Vengo a Ti en el más profundo de los silencios para oír Tu Voz y recibir Tu Palabra. 3No tengo otra ora­ción que ésta: que me des la verdad. 4Y la verdad no es sino Tu Volun­tad, que hoy quiero compartir Contigo.


2. Hoy no dejaremos que los pensamientos del ego dirijan nues­tras palabras o acciones. 2Cuando se presenten, simplemente los observaremos con calma y luego los descartaremos. 3No desea­mos las consecuencias que nos acarrearían. 4Por lo tanto, no ele­gimos conservarlos. 5Ahora se han acallado. 6Y en esa quietud, santificada por Su Amor, Dios se comunica con nosotros y nos habla de nuestra voluntad, pues hemos decidido recordarle.



Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Silencio. Silencio interior así como silencio exterior es algo a lo que la mayoría de nosotros no estamos acostumbrados. Cuando vivía en New Jersey, una de las cosas de las que solía darme cuenta cuando visitaba una zona del campo era el silencio, especialmente por la mañana al amanecer. No me daba cuenta de lo continuo que era el ruido donde yo vivía hasta que me alejaba de allí. Camiones que pasaban por una autopista cercana, perros que ladraban, la televisión que sonaba, cajas que retumbaban, sirenas. Incluso el zumbido constante del aire acondicionado o de los frigoríficos. Solía tener la televisión o la radio o el equipo de música enchufado casi todo el tiempo.

Todavía más difícil de desconectar es el parloteo interior constante de nuestra mente.

El Curso continuamente nos pide la práctica del silencio: “Vengo a Ti en el más profundo de los silencios” (1:2). El silencio mental es una costumbre que se consigue, necesita un montón de práctica, al menos en mi propia experiencia. Incluso cuando medito, mi tendencia es a usar palabras: quizá repetir el pensamiento de una lección, o una instrucción mental para mí mismo como “Aspira amor, espira perdón”. Mi mente quiere enzarzarse en un continuo comentario sobre mi meditación “silenciosa”. Sin embargo, últimamente empiezo con una sencilla instrucción a mí mismo como “Ahora voy a aquietarme” o “Que mi mente esté en paz. Que todos mis pensamientos se aquieten”. Y luego me siento durante quince minutos intentando estar quieto y silencioso.

La lección dice que en el silencio podemos oír la Voz de Dios y recibir Su Palabra. Si rara vez parece que recibo algo concreto, se debe a que mis intentos de silencio no tienen mucho éxito. Pero estoy practicando.

La lección tiene algunas instrucciones concretas que me parecen referirse a la pregunta: ¿Qué hago con los pensamientos que vienen cuando estoy meditando? Las instrucciones son muy sencillas: “simplemente los observaremos con calma y luego los descartaremos” (2:2). Mentalmente “descartar” mis pensamientos, y luego sigo manteniendo mi atención en el silencio. Estoy observando mis pensamientos en lugar de meterme en ellos. Esta práctica de separarnos a nosotros mismos de nuestro ego es una práctica importantísima. Los pensamientos vienen. En lugar de identificarnos con ellos y enredarnos con ellos, me distancio simplemente. Reconozco que:

No deseo las consecuencias que me acarrearían. Por lo tanto, no elijo conservarlos. (2:3-4)

“Ahora se han acallado” (2:5). Cuando te separas de los pensamientos, sin condenarlos ni aprobarlos, simplemente observándolos como que no tienen ninguna consecuencia, empiezan a acallarse de verdad. Descubro que realmente estoy a cargo de mi mente (¿quién más iba a estarlo?). Cuando los pensamientos empiezan a acallarse, “en esa quietud, santificada por Su Amor, Dios se comunica con nosotros y nos habla de nuestra voluntad, pues hemos decidido recordarle” (2:6).

Una cosa más. Cuando empezamos a aprender esta práctica del silencio, empieza a extenderse a toda nuestra vida durante el día. Descubrimos que, en la angustia de una situación molesta, podemos “separarnos” de los pensamientos de nuestra mente que nos impulsan a reaccionar, observar la reacción, y elegir con Su ayuda abandonarlos. Durante el día nos acompaña el lugar de silencio y quietud que hemos encontrado en nuestros momentos de quietud. “Este tranquilo centro, en el que no haces nada, permanecerá contigo, brindándote descanso en medio del ajetreo de cualquier actividad a la que se te envíe” (T.18.VII.8:3).

¿Qué es el pecado? (Parte 4)

L.pII.4.2:4-7

Cuando cambiamos el objetivo de nuestra lucha, y establecemos un nuevo objetivo para nuestro cuerpo y sus sentidos, empiezan a “servir a un objetivo diferente” (2:4). El objetivo ahora es la santidad en lugar del pecado, el perdón en lugar de la culpa. A través del cuerpo y de sus sentidos, nuestra mente ha estado intentando engañarse a sí misma (2:5, 2:1). Nuestra mente ha estado intentando hacer que las ilusiones de separación fueran reales. Ahora nuestro objetivo es volver a descubrir la verdad. Cuando nuestra meta elige un nuevo objetivo, el cuerpo lo sigue. El cuerpo sirve a la mente, y no al contrario (T.31.III.4). El cuerpo siempre hace lo que la mente le ordena. Así que cuando conscientemente elegimos un nuevo objetivo, el cuerpo empieza a servir a ese objetivo (T.31.III.6:2-3).

“Los sentidos buscarán lo que da fe de la verdad” (2:7). Dicho sencillamente, empezaremos a ver las cosas de manera diferente. El Texto explica con detalle cómo sucede esto (ver T. 11.VIII .9-14, o T.19.IV (A).10-11). Empezamos a buscar los pensamientos amorosos de nuestros hermanos en lugar de sus pecados. Estamos buscando conocer su realidad (que es el Cristo) en lugar de intentar descubrir su culpa. Pasamos por alto su ego, su “percepción variable” de sí mismos (T.11.VIII.11:1), y sus ofensas. Pedimos al Espíritu Santo que nos ayude a ver su realidad, y Él nos la muestra. “Cuando lo único que desees sea amor, no verás nada más” (T.12.VII.8:1).

Lo que vemos depende de lo que elegimos buscar en nuestra mente. Elige sólo amor, y el cuerpo se convertirá en el instrumento de una nueva percepción.








TEXTO

II. La impecabilidad de tu hermano

 

1. Lo opuesto a las ilusiones no es la desilusión sino la verdad. 2Sólo para el ego, para el que la verdad no tiene significado, pare­cen ser las ilusiones y la desilusión las únicas alternativas, las cuales son diferentes entre sí. 3Pero en verdad son lo mismo. 4Ambas aportan el mismo cúmulo de sufrimiento, aunque cada una parece ser la única manera de escaparse de la aflicción que la otra ocasiona. 5Toda ilusión alberga dolor y sufrimiento entre los tenebrosos pliegues de las pesadas vestiduras tras las que oculta su inexistencia. 6Sin embargo, esas sombrías y pesadas vestiduras son las que cubren a aquellos que van en pos de ilusiones, y las que los mantienen ocultos del júbilo de la verdad.

2. La verdad es lo opuesto a las ilusiones porque ofrece dicha. 2¿Qué otra cosa sino la dicha podría ser lo opuesto al sufri­miento? 3Abandonar un tipo de sufrimiento e ir en busca de otro no es un escape. 4Cambiar una ilusión por otra no es realmente un cambio. 5Tratar de encontrar felicidad en el sufrimiento es una insensatez, pues ¿cómo se iba a poder encontrar felicidad en el sufrimiento? 6Lo único que se puede hacer en el tenebroso mundo del sufrimiento es seleccionar algunos aspectos de él, ver­los como si fuesen diferentes y luego definir la diferencia como felicidad. 7Percibir una diferencia donde no la hay, no obstante, realmente no cambia nada.

3. Lo único que hacen las ilusiones es ocasionar culpabilidad, sufrimiento, enfermedad y muerte a sus creyentes. 2La forma en que las ilusiones se aceptan es irrelevante. 3A los ojos de la razón, ninguna forma de sufrimiento se puede confundir con la dicha. 4La dicha es eterna. 5Puedes estar completamente seguro de que todo lo que aparenta ser felicidad y no es duradero es realmente miedo. 6La dicha no se convierte en pesar, pues lo eterno no puede cambiar, pero el pesar puede volverse dicha, pues el tiempo cede ante lo eterno. 7Únicamente lo eterno permanece inmutable, 8pero todo lo que se encuentra en el tiempo puede cambiar con el paso de éste. 9No obstante, para que el cambio sea real y no imaginado, las ilusiones tienen que ceder ante la verdad y no ante otros sue­ños igualmente irreales. 10Eso no sería diferente.

4. La razón te diría que la única manera de escaparte del sufri­miento es reconociéndolo y tomando el camino opuesto. 2Toda ver­dad es lo mismo y todo sufrimiento es lo mismo también, pero ambos son diferentes entre sí desde cualquier punto de vista, en toda circunstancia y sin excepción. 3Creer que puede haber una sola excepción es confundir lo que es lo mismo con lo que es diferente. 4Una sola ilusión que se abrigue y se defienda contra la verdad priva a ésta de todo significado y hace que todas las ilu­siones sean reales. 5Tal es el poder de la creencia, 6la cual es inca­paz de transigir. 7Y la fe en la inocencia sería fe en el pecado si la creencia excluyera una sola cosa viviente y le negase la bendición de su perdón.

5. Tanto la razón como el ego te dicen eso mismo, pero la inter­pretación que hacen de ello es completamente diferente. 2El ego te asegura ahora que es imposible que puedas ver a nadie libre de culpa. 3Y si esta manera de ver es la única que puede liberarte de la culpabilidad, entonces la creencia en el pecado no puede sino ser eterna. 4Pero la razón ve eso de otro modo, pues la razón ve que la fuente de una idea es lo que hace que ésta sea cierta o falsa. 5Esto tiene que ser así, si la idea es semejante a su fuente. 6Por lo tanto -dice la razón- si el propósito que se le asignó al Espíritu Santo fue ayudarte a escapar de la culpabilidad, y ese propósito le fue dado por Aquel para Quien nada que Su Volun­tad disponga es imposible, los medios para lograr ese objetivo tienen que ser más que posibles. 7Tienen que existir y tú tienes que estar en posesión de ellos.

6. Esta es una etapa crucial en este curso, pues en este punto tiene que tener lugar una completa separación entre tú y el ego. 2Pues si ya dispones de los medios para dejar que el propósito del Espí­ritu Santo se alcance, dichos medios pueden utilizarse. 3A medida que los utilices, tu fe en ellos será cada vez mayor. 4Para el ego, sin embargo, eso es imposible, y nadie emprende lo que no ofrece ninguna esperanza de poderse lograr. 5Tú sabes que lo que la Voluntad de tu Creador dispone es posible, pero aquello que tú inventaste no lo cree. 6Ahora tienes que elegir entre ti y lo que es sólo una ilusión de ti. 7No ambas cosas, sino una sola. 8No tiene objeto intentar eludir esta decisión. 9Hay que tomarla. 10La fe y la creencia pueden inclinarse hacia cualquiera de esas dos opciones, pero la razón te dice que el sufrimiento se encuentra únicamente en una de ellas y la dicha en la otra.

7. No abandones a tu hermano ahora, pues vosotros que sois lo mismo no decidiréis por separado ni en forma diferente. 2Os dais el uno al otro o bien vida o bien muerte; sois cada uno el salvador del otro o su juez, y os ofrecéis refugio o condenación. 3Este curso o bien se creerá enteramente o bien no se creerá en absoluto. 4Pues es completamente cierto o completamente falso, y no puede ser creído sólo parcialmente. 5tú te escaparás enteramente del sufri­miento o no te escaparás en absoluto. 6La razón te dirá que no hay un lugar intermedio donde te puedas detener indeciso, esperando a elegir entre la felicidad del Cielo o el sufrimiento del infierno. 7Hasta que no elijas el Cielo, estarás en el infierno y abatido por el sufrimiento.

8. No hay ninguna parte del Cielo de la que puedas apropiarte y tejer ilusiones de ella. 2Ni hay una sola ilusión con la que puedas entrar en el Cielo. 3Un salvador no puede ser un juez ni la miseri­cordia puede ser condenación. 4la visión no puede condenar, sino únicamente bendecir. 5Aquel Cuya función es salvar, salvará. 6Cómo lo ha de lograr está más allá de tu entendimiento, pero cuándo lo va a hacer está en tus manos. 7Pues el tiempo es una invención tuya y, por lo tanto, lo puedes gobernar. 8No eres esclavo de él ni del mundo que fabricaste. 

9. Examinemos más de cerca la ilusión de que lo que tú fabricaste tiene el poder de esclavizar a su hacedor. 2Esta es la misma creen­cia que dio lugar a la separación. 3Es la idea insensata de que los pensamientos pueden abandonar la mente del pensador, ser dife­rentes de ella y oponerse a ella. 4Si eso fuese cierto, los pensa­mientos no serían extensiones de la mente, sino sus enemigos. 5Aquí vemos nuevamente otra forma de la misma ilusión fundamental que ya hemos examinado muchas veces con anterioridad. 6Sólo si fuese posible que el Hijo de Dios pudiera abandonar la Mente de su Padre, hacerse diferente y oponerse a Su Voluntad, sería posible que el falso ser que inventó, y todo lo que éste fabricó, fuesen su amo.

10. Contempla la gran proyección, pero mírala con la determina­ción de que tiene que ser sanada, aunque no mediante el temor. 2Nada que hayas fabricado tiene poder alguno sobre ti, a menos que todavía quieras estar separado de tu Creador y tener una voluntad que se oponga a la Suya. 3Pues sólo si crees que Su Hijo puede ser Su enemigo parece entonces posible que lo que has inventado sea asimismo enemigo tuyo. 4Prefieres condenar al sufrimiento Su alegría y hacer que Él sea diferente. 5Sin embargo, al único sufrimiento al que has dado lugar ha sido al tuyo propio. 6¿No te alegra saber que nada de eso es cierto? 7¿No son buenas nuevas oír que ni una sola de las ilusiones que forjaste ha substi­tuido a la verdad?

11. Son sólo tus pensamientos los que han sido imposibles. 2No puede ser que la salvación sea imposible. 3Pero sí es imposible ver a tu salvador como un enemigo y al mismo tiempo reconocerlo. 4No obstante, puedes reconocerlo como lo que es porque ésa es la Voluntad de Dios. 5Lo que Dios le confirió a tu relación santa aún se encuentra en ella. 6Pues lo que Él le dio al Espíritu Santo para que te lo diese a ti, el Espíritu Santo te lo dio. 7¿No querrías contem­plar al salvador que se te ha dado? 8¿Y no intercambiarías con gratitud la función de verdugo que le adjudicaste por la que en verdad tiene? 9Recibe de él lo que Dios le dio para ti, no lo que trataste de darte a ti mismo.

12. Más allá del cuerpo que has interpuesto entre tu hermano y tú, y reluciendo en la áurea luz que le llega desde el círculo radiante e infinito que se extiende eternamente, se encuentra tu relación santa, que Dios Mismo ama. 2¡Cuán serena descansa en el tiempo, y, sin embargo, más allá de él! a¡Cuán inmortal, y, sin embargo, en la tierra! 3¡Cuán grande el poder que en ella reside! 4El tiempo acata su voluntad, y la tierra será lo que ella disponga que sea. 5En ella no existe una voluntad separada ni el deseo de que nada se encuentre separado. 6Su voluntad no hace excepciones y lo que dispone es verdad. 7Toda ilusión que se lleva ante su perdón se pasa por alto dulcemente y desaparece. 8Pues Cristo ha renacido en su centro, para iluminar Su morada con una visión que pasa por alto al mundo. 9¿No querrías que esa santa morada fuese también la tuya? 10En ella no hay sufrimiento, sino únicamente dicha.

13. Lo único que necesitas hacer para morar aquí apaciblemente junto a Cristo, es compartir Su visión. 2Su visión se le concede inmediatamente y de todo corazón a todo aquel que esté dis­puesto a ver a su hermano libre de pecado. 3tienes que estar dispuesto a no excluir a nadie, si quieres liberarte completamente de todos los efectos del pecado. 4¿Te concederías a ti mismo un perdón parcial? 5¿Puedes alcanzar el Cielo mientras un solo pecado aún te tiente a seguir sufriendo? 6El Cielo es el hogar de la pureza perfecta, y Dios lo creó para ti. 7Contempla a tu santo hermano, tan libre de pecado como tú, y permítele que te con­duzca hasta allí.









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