DESPERTAR AL AMOR

sábado, 5 de septiembre de 2020

5 SEPTIEMBRE: Lo que sufre no forma parte de mí.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS

LECCIÓN 248

Lo que sufre no forma parte de mí.



1. He abjurado de la verdad. 2Permítaseme ahora ser igualmente firme y abjurar de la falsedad. 3Lo que sufre no forma parte de mí. 4Yo no soy aquello que siente pesar. 5Lo que experimenta dolor no es sino una ilusión de mi mente. 6Lo que muere, en realidad nunca vivió, y sólo se burlaba de la verdad con respecto a mí mismo. 7Ahora abjuro de todos los conceptos de mí mismo, y de los engaños y mentiras acerca del santo Hijo de Dios. 8Ahora estoy listo para aceptarlo nuevamente como Dios lo creó, y como aún es.

2. Padre, mi viejo amor por Ti retorna, y me permite también amar nue­vamente a Tu Hijo. 2Padre, soy tal como Tú me creaste. 3Ahora recuerdo Tu Amor, así como el mío propio. 4Ahora comprendo que son uno.



Instrucciones para la práctica

Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.
Lee la lección.
Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.

   Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.

Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.

Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Recuerda la idea. Permanece con Dios, deja que Él te ilumine.

Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Utiliza la idea del día como una llamada a Dios y desaparecerán todas las tentaciones.

Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.

         Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
         Piensa en ella durante un rato.

Observaciones generales: Ahora, en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos, empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita para que Él venga a ti.

Comentario

El título de esta lección me resulta interesante porque acabo de terminar de escribir un artículo sobre nuestra identidad equivocada, y la necesidad que dice el Curso que tenemos de separarnos de nuestro ego. (No, el Curso no siempre pone un efecto negativo a la palabra separación. Por ejemplo, ver T.22.II.6:1). La lección afirma que lo que sufre realmente no forma parte de mí en absoluto. Esto debe ser verdad si yo soy el Hijo de Dios, y el Hijo de Dios “no puede sufrir” (L.244.1:3). Lo que yo soy no puede sufrir, por lo tanto, “lo que sufre no forma parte de mí”.

Ahora, seamos honestos. Si por un momento pensamos en el sufrimiento, de diferentes clases, que hemos experimentado en nuestra vida, hay una cosa muy segura: estábamos completamente convencidos de que estábamos sufriendo. No una parte que ni siquiera es parte de nosotros, sino que estábamos sufriendo nosotros. Por poner un ligero ejemplo, cuando cojo la gripe, me siento fatal. No es otro el que se siente fatal, no es algo que yo crea separado o distinto de mí (¡aunque he deseado que lo fuera!). Eso es lo que parece. ¿Demuestra esto que el Curso está equivocado? ¿O es una prueba de lo completamente identificados que todavía estamos con nuestro ego y con nuestro cuerpo?

La lección nos pide que empecemos a aprender a separarnos de nuestro ego y de nuestro cuerpo. “He abjurado de la verdad. Permítaseme ahora ser igualmente firme y abjurar de la falsedad” (1:1-2).

Luego sigue una serie de afirmaciones en las que a propósito diferenciamos nuestro Ser de lo que siente distintas cosas a las que el Curso considera ilusorias: el sufrimiento, la pena, el dolor y la muerte. La frase acerca de la muerte es muy clara y rotunda: “Lo que muere, en realidad nunca vivió, y sólo se burlaba de la verdad con respecto a mí mismo” (1:6).

Es especialmente difícil practicar esta lección cuando estamos sufriendo. Sin embargo, si estamos dispuestos, sorprendentemente puede ser un gran consuelo. Por ejemplo, si tengo una gran pena y soy capaz de decir: “Lo que siente pena no forma parte de mí”, puede ser útil. Date cuenta de que esto no es negación en sentido negativo. No estoy diciendo: “No siento pena”. Estoy diciendo: “Lo que sufre” (y reconozco que hay sufrimiento) “no forma parte de mí”. No estoy negando la pena, estoy negando que la pena sea parte de mí. Estoy reconociendo que la cosa que está sintiendo pena no es quien yo soy realmente, es una imagen falsa de mí mismo, una ilusión de mi mismo con la que me he identificado, pero que no soy yo verdaderamente. Cuando la pena es tan grande que parece que va a devorarme, la comprensión de que “Lo que sufre no forma parte de mí” puede ser tranquilizadora. Y ciertamente al enfrentarnos a la muerte física, puede ser tranquilizador saber que lo que muere no soy yo.

Esta negación de la falsedad, esta negación de “todos los conceptos de mí mismo, y de los engaños y mentiras acerca del santo Hijo de Dios” (1:7), nos prepara para dar la bienvenida a nuestro verdadero Ser. Cuando me doy cuenta de que ninguna de estas cosas tenebrosas afecta a Quien yo realmente soy, “mi viejo amor por Ti (Dios) retorna” (2:1). Ese amor queda oculto cuando creo que lo que sufre soy yo, conscientemente o sin darme cuenta culpo a Dios por mi sufrimiento, y no puedo encontrar mi verdadero amor por Él. Por debajo del nivel consciente, cada sufrimiento, pena y dolor que sentimos en este mundo, se pone a los pies de Dios y apuntamos un dedo acusador a Él. Pensamos que eso es lo que Él quería para nosotros. Cuando empezamos a romper nuestra identificación con nuestro cuerpo y nuestro ego, cuando empezamos a darnos cuenta de que nuestro Ser no sufre, podemos recordar el Amor de Dios, y amarle nosotros a Él. “Soy tal como Tú me creaste” (2:2), nada ha sufrido ningún daño. Nada se ha perdido. Dios nunca ha estado enfado. Y podemos unir nuestro amor con el de Dios y comprender que son uno (2:4).

¿Qué es el mundo? (Parte 8)

L.pII.3.4:3-5

Así que, en lugar de aceptar las pruebas de nuestros sentidos, la “prueba” que el ego quiere que veamos que estamos solos y separados, podemos volvernos y seguir Su Luz, y ver el mundo tal como Él lo ve (4:3). Esto es la mayoría de las veces, especialmente al principio, un asunto de ver como el ego ve, dándonos cuenta de que es ilusorio, y luego pedir al Espíritu Santo que me ayude a verlo de manera diferente. Algo sucede (por ejemplo alguien cercano a mí critica lo que estoy haciendo) y al principio lo veo a través de los ojos del ego. Veo ataque. Me siento herido. Me siento enfadado. Pero la Voz de Dios me habla y me recuerda que “Nunca estoy disgustado por la razón que creo (L.5). Así que me vuelvo a Él y Le digo: “De acuerdo, Espíritu Santo”. Y añado:

No conozco el significado de nada, incluido esto.
No sé, por lo tanto, cómo responder a ello.
No me valdré de lo que he aprendido en el pasado para que me sirva de guía ahora. (T.14.XI.6:7-9)

Y Le pido que me muestre lo que Él ve. Él siempre ve todo como una expresión de amor o como una petición de amor, y las cuales sólo pueden contestarse con amor. Si de verdad Le abro mi mente, y abandono la manera en que veo la situación, Su visión reemplazará a lo que yo veo.

“Oye sólo Su Voz en todo lo que te habla” (4:4). El Espíritu Santo nos está hablando todo el tiempo, nos habla a través de nuestros hermanos y a través de los acontecimientos de nuestras vidas. La petición de ayuda de nuestros hermanos es la Voz del Espíritu Santo invitándonos a ser nosotros mismos, a ser el Amor que somos. Detrás de cada ilusión está la Voz que habla a favor de Dios, continuamente invitándonos a recuperar nuestra Identidad y a responder como los salvadores del mundo que somos.

Él nos concederá la paz y la seguridad (4:5). Nosotros las rechazamos, pero Él las mantuvo a salvo para nosotros, siempre que estemos dispuestos a tenerlas de nuevo. Nuestra paz y seguridad no vendrán del mundo, nunca han estado en el mundo y nunca lo estarán. Sin embargo, vendrán de Su visión del mundo. “Cuando lo único que desees sea amor no verás nada más” (T.12.VII.8:1). Si pasamos por alto todas las pruebas del ego, y dejamos que el Espíritu Santo interprete todo lo que vemos, veremos un mundo completamente distinto del que hemos estado viendo. Y ese mundo, el mundo real, nos llenará de paz y seguridad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario