DESPERTAR AL AMOR

martes, 8 de septiembre de 2020

8 SEPTIEMBRE: No necesito nada más que la verdad

AUDIOLIBRO




EJERCICIOS




4. ¿Qué es el pecado?
 

1. El pecado es demencia. 2Es lo que hace que la mente pierda su cordura y trate de que las ilusiones ocupen el lugar de la verdad. 3Y al estar loca, la mente ve ilusiones donde la verdad debería estar y donde realmente está. 4El pecado dotó al cuerpo con ojos, pues, ¿qué iban a querer contemplar los que están libres de pecado? 5¿Para qué iban a querer la vista, el sonido o el tacto? 6¿Qué iban a querer oír o intentar asir? 7¿Qué necesidad iban a tener de los sentidos? 8Usar los sentidos es no saber. 9Y la verdad sólo se compone de conocimiento y de nada más.


2. El cuerpo es el instrumento que la mente fabricó en su afán por engañarse a sí misma. 2Su propósito es luchar. 3Mas el objetivo por el que lucha puede cambiar. 4Y entonces el cuerpo lucha por otro objetivo. 5Lo que ahora persigue lo determina el objetivo que la mente ha adoptado para sustituir a la meta de engañarse a sí misma que antes tenía. 6La verdad puede ser su objetivo, tanto como las mentiras. 7Y así, los sentidos buscarán lo que da fe de la verdad.


3. El pecado es la morada de las ilusiones, las cuales representan únicamente cosas imaginarias procedentes de pensamientos fal­sos. 2Las ilusiones son la "prueba" de que lo que no es real lo es. 3El pecado "prueba" que el Hijo de Dios es malvado, que la intem­poralidad tiene que tener un final y que la vida eterna sucumbirá ante la muerte. 4Y Dios Mismo ha perdido al Hijo que ama, y de lo único que puede valerse para alcanzar Su Plenitud es la corrup­ción; la muerte ha derrotado Su Voluntad para siempre, el odio ha destruido el amor y la paz ha quedado extinta para siempre.


4. Los sueños de un loco son pavorosos y el pecado parece ser ciertamente aterrador. 2Sin embargo, lo que el pecado percibe no es más que un juego de niños. 3El Hijo de Dios puede jugar a haberse convertido en un cuerpo que es presa de la maldad y de la culpabilidad, y a que su corta vida acaba en la muerte. 4Mien­tras tanto, su Padre ha seguido derramando Su luz sobre él y amándolo con un Amor eterno que sus pretensiones no pueden alterar en absoluto.


5. ¿Hasta cuándo, Hijo de Dios, vas a seguir jugando el juego del pecado? 2¿No es hora ya de abandonar esos juegos peligrosos? 3¿Cuándo vas a estar listo para regresar a tu hogar? 4¿Hoy quizá? 5El pecado no existe. 6La creación no ha cambiado. 7¿Deseas aún seguir demorando tu regreso al Cielo? 8¿Hasta cuándo, santo Hijo de Dios, vas a seguir demorándote, hasta cuándo?



AUDIOLIBRO



EJERCICIOS



LECCIÓN 251



No necesito nada más que la verdad
 

1. Busqué miles de cosas y lo único que encontré fue desconsuelo. 2Ahora sólo busco una, pues en ella reside todo lo que necesito, y lo único que necesito. 3Jamás necesité nada de lo que antes bus­caba, y ni siquiera lo quería. 4No reconocía mi única necesidad. 5Pero ahora veo que solamente necesito la verdad. 6Con ella todas mis necesidades quedan satisfechas, mis ansias desaparecen, mis anhelos se hacen finalmente realidad y a los sueños les llega su fin. 7Ahora dispongo de todo cuanto podría necesitar. 8Ahora dis­pongo de todo cuanto podría querer. 9Y ahora, por fin, me encuen­tro en paz.


2. Y por esa paz, Padre nuestro, te damos gracias. 2Lo que nos negamos a nosotros mismos, Tú nos lo has restituido, y ello es lo único que en verdad queremos.



Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Si se nos pidiera, cualquiera de nosotros podría sentarse ahora y escribir una lista bastante larga de cosas que pensamos que necesitamos. Aunque sólo sean cosas que ahora no tenemos, la lista sería bastante extensa. Por ejemplo, necesito una mayor memoria en mi ordenador (¿y qué dueño de ordenador no lo necesita?), necesito pijamas nuevos, necesito algún arreglo dental, necesito una nueva estantería, necesito un colchón nuevo, necesito una caja de agua mineral, necesito unos vaqueros nuevos, necesito una guitarra mejor.

En distintos momentos de mi vida he creído que necesitaba casarme, o divorciarme. Necesitaba un trabajo mejor. Necesitaba un coche nuevo, uno que no se estropeara todo el tiempo. Necesitaba cambiar de casa. “Busqué miles de cosas y lo único que encontré fue desconsuelo” (1:1). Conseguí la mayor parte de las cosas que buscaba (pero nunca todo el dinero que necesitaba), pero nada de ello me hizo feliz. Con todas las listas que pueda hacer de cosas que “necesito” ahora, sé que ninguna de ellas me hará feliz tampoco.

La felicidad es una elección que yo hago. Nada más, nada menos.

Pienso que el motivo por el que el Curso me atrae tanto es porque estoy totalmente de acuerdo con cosas como esta lección. Bueno, todavía cometo el error de pensar que algo que “necesito” me dará la felicidad, pero cuando me doy cuenta de ello, por lo menos ahora sé que me estoy engañando a mí mismo. Cuando me paro a pensar, puedo decir honestamente: “Ahora sólo busco una, pues en ella reside todo lo que necesito, y lo único que necesito” (1:2). A veces me alejo de esa única dirección, me engaño buscando algo más, pero continúo regresando a esta necesidad única y principal, que es realmente lo único que necesito tener: la verdad. La verdad acerca de mí mismo, acerca de Dios, acerca del universo. Lo que es real y eterno.

“Jamás necesité nada de lo que antes buscaba, y ni siquiera lo quería” (1:3). Normalmente lo descubría después de tenerlas. Recuerdo una noche, hace varios años, en que estaba en casa sentado viendo la televisión solo. Tuve hambre, así que me levanté para comer algo. Miré al helado en el frigorífico y pensé: “No, no es eso lo que quiero”. Miré a la fruta, a las galletas, al queso, a las palomitas de maíz, y con cada uno de ellos me encontré diciendo: “No, no es eso lo que quiero”. Finalmente, devanándome los sesos, me quedé en medio de la cocina y dije en voz alta: “¿Qué es lo que realmente quiero?” Y me golpeó como una tonelada de ladrillos. Lo que de verdad quería era a Dios. Estaba sintiendo una especie de vacío dentro de mí, y mi mente lo estaba traduciendo en un antojo físico de algún tipo, intentando encontrar un modo de llenar el vacío por medio de mi cuerpo. ¡De verdad me reí de buena gana! De repente me di cuenta de que todas mis “necesidades” y todo lo que yo “quería” eran sustitutos de lo único que necesitaba de verdad, que era algo que siempre tenía, únicamente esperaba a que yo eligiera darme cuenta de ello.

¿Cómo podemos estar alguna vez en paz, cuando toda nuestra vida está llena de una lista sinfín de antojos? ¿No podemos darnos cuenta de que el antojo en sí mismo es una forma de infelicidad? ¿No podemos darnos cuenta de que cada cosa que creemos que necesitamos y que no tenemos es una carga, un dolor constante en el fondo de nuestra mente, que nos mantiene alejados de la paz? Lo que de verdad quiero es la paz. Lo que de verdad quiero es estar en paz, contento con Quien yo soy. Quiero la realización. Quiero sentirme pleno. Y estas cosas están disponibles en este instante, siempre que las elija. Están garantizadas u ocultadas, no por algo externo, sino por mi propia elección.

Y ahora, por fin, me encuentro en paz (1:9).

Y por esa paz, Padre nuestro, te damos gracias. Lo que nos negamos a nosotros mismos, Tú nos lo has restituido, y ello es lo único que en verdad queremos (2:2).

¿Qué es el pecado? (Parte 1)

L.pII.4.1:1-3

El “pecado” es la creencia de que yo soy malo, de que estoy corrompido por los errores que he cometido, y estropeado para siempre por mis pensamientos equivocados. El “pecado” es la creencia de que la creación perfecta de un Dios perfecto puede volverse imperfecta de alguna manera, desfigurada e indigna de su Creador. “El pecado es demencia” (1:1).

De esta creencia viene la culpa, que nos vuelve locos, y nos lleva a desear que las ilusiones ocupen el lugar de la verdad (1:2). Ésta es la causa del mundo que ves: “El mundo que ves es el sistema ilusorio de aquellos a quienes la culpabilidad ha enloquecido” (T.13.In.2:2). Ésta es la causa que hay detrás de la ilusión. Debido a la culpa, tenemos miedo a la verdad, miedo a Dios, miedo a nuestro Ser. Creemos que hemos perdido el derecho al Cielo, y por eso tenemos que inventar otro lugar donde podemos encontrar satisfacción. Eso es el mundo. A causa del pecado creemos que no podemos tener el Cielo, así que inventamos un sustituto.

Debido a la locura producida por la culpa y el pecado, vemos “ilusiones donde la verdad debería estar y donde realmente está” (1:3). Vemos lo que no existe. Vemos ataque en el amor. Buscamos satisfacción en espejismos. Buscamos la felicidad eterna en cosas que se marchitan y mueren.

Nuestra sanación comienza cuando empezamos a reconocer las ilusiones como ilusiones. Éste puede ser un momento de gran desesperación, cuando todo en lo que confiábamos se convierte en polvo. Sin embargo, es el comienzo de la sabiduría, el comienzo de un gran despertar.

Los pensamientos que albergas son poderosos, y los efectos que las ilusiones producen son tan potentes como los efectos que produce la verdad. Los locos creen que el mundo que ven es real, y así, no lo ponen en duda. No se les puede persuadir cuestionando los efectos de sus pensamientos. Sólo cuando se pone en tela de juicio la fuente de éstos alborea finalmente en ellos la esperanza de libertad. (L.132.1:4-7)


Estamos rodeados de ilusiones, los efectos de nuestros pensamientos. Verdaderamente no dudamos de la realidad de esos efectos. Únicamente cuando su fuente “se pone en duda”, únicamente cuando empezamos a dudar del pensamiento de pecado que provoca nuestra locura, comienza a asomar “la esperanza de libertad”.




TEXTO



VII. La última pregunta que queda por contestar



1. ¿No te das cuenta de que todo tu sufrimiento procede de la extraña creencia de que eres impotente? 2Ser impotente es el pre­cio del pecado. 3La impotencia es la condición que impone el pecado, el requisito que exige para que se pueda creer en él. 4Sólo los impotentes podrían creer en el pecado. 5La enormidad no tiene atractivo, excepto para los insignificantes. 6sólo los que primero creen ser insignificantes podrían sentirse atraídos por ella. 7Traicionar al Hijo de Dios es la defensa de los que no se identifican con él. 8Y tú, o estás de su parte o contra él, o lo amas lo atacas, o proteges su unidad o lo consideras fragmentado y destruido como consecuencia de tu ataque.

2. Nadie, cree que el Hijo de Dios sea impotente. 2Y aquellos que se ven a sí mismos como impotentes deben creer que no son el Hijo de Dios. 3¿Qué podrían ser, entonces, sino su enemigo? 4¿Y qué podrían hacer sino envidiarle su poder, y, como consecuencia de su envidia, volverse temerosos de dicho poder? 5Éstos son los siniestros, los silenciosos y atemorizados, los que se encuentran solos e incomunicados, y los que, temerosos de que el poder del Hijo de Dios los aniquile de un golpe, levantan su impotencia contra él. 6Se unen al ejército de los impotentes, para librar su guerra de venganza, amargura y rencor contra él, a fin de que él se vuelva uno con ellos. 7Y puesto que no saben que son uno con él, no saben a quién odian. 8Son en verdad un ejército lamentable, cada uno de ellos tan capaz de atacar a su hermano o volverse contra sí mismo, como de recordar que una vez todos creyeron tener una causa común.

3. Los siniestros dan la impresión de estar frenéticos, de ser voci­ferantes y fuertes. 2Mas no saben quién es su "enemigo", sino sólo que lo odian. 3El odio los ha congregado, pero ellos no se han unido entre sí. 4Pues si lo hubieran hecho no serían capaces de abrigar odio. 5El ejército de los impotentes se desbanda en presencia de la fortaleza. 6Los que son fuertes son incapaces de traicionar porque no tienen necesidad de tener sueños de poder ni de exteriorizarlos. 7¿De qué manera puede actuar un ejército en sueños? 8De cualquier manera. 9Podría vérsele atacando a cual­quiera con cualquier cosa. 10Losueños son completamente irra­cionales. 11En ellos, una flor se puede convertir en una lanza envenenada, un niño en un gigante y un ratón puede rugir como un león. 12con la misma facilidad el amor puede trocarse en odio. 13Esto no es un ejército, sino una casa de locos. 14Lo que parece ser un ataque concertado no es más que un pandemó­nium.

4. El ejército de los impotentes es en verdad débil. 2No tiene armas ni enemigo. 3Puede ciertamente invadir el mundo y buscar un enemigo. 4Pero jamás podrá encontrar lo que no existe. 5Puede ciertamente soñar que encontró un enemigo, pero éste cambia incluso mientras lo está atacando, de modo que corre de inme­diato a buscarse otro, y nunca consigue cantar victoria. 6Y a medida que corre se vuelve contra sí mismo, pensando que tuvo un pequeño atisbo del gran enemigo que siempre elude su ata­que asesino convirtiéndose en alguna otra cosa. 7¡Cuán traicionero parece ser ese enemigo, que cambia tanto que ni siquiera es posible reconocerlo!

5. El odio, no obstante, tiene que tener un blanco. 2No se puede tener fe en el pecado sin un enemigo. 3¿Quién, que crea en el pecado, podría atreverse a creer que no tiene enemigos? 4¿Podría admitir que nadie lo hizo sentirse impotente? 5La razón seguramente le diría que dejase de buscar lo que no puede ser hallado. 6Sin embargo, tiene primero que estar dispuesto a percibir un mundo donde no hay enemigos. 7No es necesario que entienda cómo sería posible que él pudiese ver un mundo así. 8Ni siquiera debería tratar de entenderlo. 9Pues  si pone su atención en lo que no puede entender, no hará sino agudizar su sensación de impo­tencia y dejar que el pecado le diga que su enemigo debe ser él mismo. 10Pero deja que se haga a sí mismo las siguientes pregun­tas con respecto a las cuales tiene que tomar una decisión, para que esto se lleve a cabo por él:

11¿Deseo un mundo en el que gobierno yo en lugar de uno que me gobierna a mí?
12¿Deseo un mundo en el que soy poderoso en lugar de uno en el que soy impotente?
13¿Deseo un mundo en el que no tengo enemigos y no puedo pecar?
14¿Y deseo ver aquello que negué porque es la verdad?     


      
6. Tal vez ya hayas contestado las tres primeras preguntas, pero todavía no has contestado la última. 2Pues ésta aún parece temi­ble y distinta de las demás. 3Mas la razón te aseguraría que todas ellas son la misma. 4Dijimos que en este año se haría hincapié en la igualdad de las cosas que son iguales. 5Esta última pregunta, que es en verdad la última acerca de la cual tienes que tomar una decisión, todavía parece encerrar una amenaza para ti que las otras ya no poseen. 6Y esta diferencia imaginaria da testimonio de tu creencia de que a lo mejor la verdad es el enemigo con el que aún te puedes encontrar. 7En esto parece residir, pues, la última esperanza de encontrar pecado y de no aceptar el poder.

7. No olvides que la elección entre el pecado y la verdad, o la impotencia y el poder, es la elección entre atacar y curar. 2Pues la curación emana del poder, y el ataque, de la impotencia. 3Es imposible que quieras curar a quien atacas. 4Y el que deseas que sane tiene que ser aquel que decidiste que estuviese salvo del ataque. 5¿Y qué otra cosa podría ser esta decisión, sino la elección entre verle a través de los ojos del cuerpo, o bien permitir que te sea revelado a través de la visión? 6La manera en que esta deci­sión da lugar a sus efectos no es tu problema. 7Pero tú decides lo que quieres ver. 8Éste es un curso acerca de causas, no de efectos. 

8. Considera detenidamente qué respuesta vas a dar a esa última pregunta que todavía no has contestado. 2Y deja que la razón te diga que debe ser contestada, y que su contestación reside en las otras tres. 3Te resultará evidente entonces que cuando observes los efectos del pecado en cualquiera de sus formas, lo único que nece­sitarás hacer es simplemente preguntarte a ti mismo lo siguiente:

4¿ Es esto lo que quiero ver? 5 ¿Es esto lo que deseo?

9. Ésta es tu única decisión, la base de lo que ocurre. No tiene nada que ver con la manera en que ocurre, pero sí con el por qué. 3Pues sobre esto tienes control. 4si eliges ver un mundo donde no tienes enemigos y donde no eres impotente, se te proveerán los medios para que lo veas.

10. ¿Por qué es tan importante esta última pregunta? 2La razón te dirá por qué. 3Es igual a las otras tres, salvo en lo que respecta al tiempo. 4Las otras son decisiones que puedes tomar, volverte atrás y luego volverlas a tomar. 5Pero la verdad es constante e implica un estado en el que las vacilaciones son imposibles. 6Puedes desear un mundo en el que tú gobiernas y no uno que te gobierna a ti, y luego cambiar de parecer. 7Puedes desear inter­cambiar tu impotencia por poder, y luego perder ese deseo cuando un ligero destello de pecado te atrae. 8Y puedes desear ver un mundo incapaz de pecar, y, sin embargo, permitir que un "enemigo" te tiente a usar los ojos del cuerpo y a cambiar de parecer.

11. El contenido de todas esas preguntas es el mismo. 2Pues cada una de ellas te pregunta si estás dispuesto a intercambiar el mundo del pecado por lo que el Espíritu Santo ve, puesto que es esto lo que el mundo del pecado niega. 3Los que ven el pecado, por lo tanto, están viendo la negación del mundo real. 4Sin embargo, la última pregunta suma a tu anhelo de querer ver el mundo real el deseo de permanencia, de tal forma que ese deseo se convierta en  el único que tengas. 5Si contestas esta última pregunta con un "sí", añades sinceridad a las decisiones que ya has tomado con respecto a las demás. 6Pues sólo entonces habrás renunciado a la opción de poder cambiar de parecer nueva­mente. 7Cuando eso deje de interesarte, las Otras preguntas quedarán perfectamente contestadas. 

12. ¿Por qué crees que no estás seguro de que las otras preguntas hayan sido contestadas? 2¿Sería acaso necesario plantearlas con tanta frecuencia si ya se hubiesen contestado? 3Hasta que no se haya tomado la decisión final, la respuesta será a la vez un "sí" y un "no". 4Pues has contestado     sin darte cuenta de que "sí' tiene que significar "que no has dicho no". 5Nadie decide en con­tra de su propia felicidad, pero puede hacerlo si no se da cuenta de que eso es lo que está haciendo. 6si él ve su felicidad como algo que cambia constantemente, es decir, ahora es esto, luego otra cosa, y más tarde una sombra elusiva que no está vinculada a nada, no podrá sino decidir en contra de ella.

13. La felicidad elusiva, la que cambia de forma según el tiempo o el lugar, es una ilusión que no significa nada. 2La felicidad tiene que ser constante porque se alcanza mediante el abandono del deseo de lo que no es constante: 3La dicha no se puede percibir excepto a través de una visión constante. 4Y la visión constante sólo se les concede a aquellos que desean la constancia. 5El poder del deseo del Hijo de Dios sigue siendo la prueba de que todo aquel que se considera a sí mismo impotente está equivocado. 6Desea lo que quieres, y eso será lo que contemplarás y creerás que es real. 7No hay un solo pensamiento que esté desprovisto del poder de liberar o de matar. 8Ni ninguno que pueda abando­nar la mente del pensador, o dejar de tener efectos sobre él.













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