DESPERTAR AL AMOR

sábado, 19 de septiembre de 2020

19 SEPTIEMBRE: No dejes que hoy perciba diferencias.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 262


No dejes que hoy perciba diferencias.



1. Padre, tienes un solo Hijo. 2Y es a él a quien hoy deseo contemplar. 3Él es Tu única creación. 4¿ Por qué habría de percibir miles de formas en lo que sigue siendo uno solo? 5¿Por qué habría de darle miles de nombres, cuando con uno solo basta? 6Pues Tu Hijo tiene que llevar Tu Nombre, ya que Tú lo creaste. 7No permitas que lo vea como algo ajeno a su Padre o a mí. 8Pues él es parte de mí, así como yo de él, y ambos somos parte de Ti que eres nuestra Fuente. 9Estamos eternamente uni­dos en Tu Amor y somos eternamente el santo Hijo de Dios.


2. Nosotros que somos uno, queremos reconocer en este día la verdad acerca de nosotros mismos. 2Queremos regresar a nuestro hogar y descansar en la unidad. 3Pues allí reside la paz, la cual no se puede buscar ni hallar en ninguna otra parte.






Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Para ir en la dirección de no percibir diferencias, tengo que empezar a abandonar la identificación con el cuerpo, tanto en identificarme a mí mismo con un cuerpo, como en identificar a mis hermanos con cuerpos. La lectura para la semana dice que “el cuerpo es una cerca” (L.pII.5.1:1). Muestra diferencias, grita muy claro: “Yo soy diferente”. ¿Por qué cada cuerpo tiene diferentes huellas dactilares, diferentes impresiones en la retina, diferentes tipos de ADN? ¿Cómo es posible que en todos los billones de cuerpos, no haya huellas dactilares iguales? Nuestro cuerpo dice: “Yo soy diferente. Soy único. Soy completamente diferente a ti”.

El Amor canta dulcemente: “Somos lo mismo. Somos uno. Compartimos una vida, y la compartimos con Dios”. Es al único Hijo a quien hoy deseamos contemplar (1:1). Las “miles de formas” son diferentes, la vida que compartimos es una. No necesitamos despreciar al cuerpo para hacer esto. El cuerpo puede convertirse en un medio para sanar la separación en nuestras mentes. Usamos el cuerpo para manifestar nuestra unidad. Tocamos, abrazamos, nos cuidamos unos a otros, nos ayudamos mutuamente. Usamos la ilusión para deshacer la ilusión.

En cada cuerpo que se presenta ante nosotros, vemos al único Hijo. “No permitas que lo vea como algo ajeno a su Padre o a mí” (1:7). Cada uno de los que hoy veo forma parte de mí, y yo de él, y los dos somos parte de Dios nuestra Fuente (1:8). Ver esto es lo que significa no ver diferencias. Por supuesto, seguiré viendo hombres y mujeres, altos y bajos, gordos y delgados, pobres y ricos, negros y blancos y marrones y amarillos y rojos. Pero elijo mirar más allá de estas diferencias hoy, y ver la igualdad, el Hijo único en el que todos somos iguales, no diferentes.

Separación significa diferencias, y las diferencias producen juicio y ataque. La visión de nuestra igualdad y de nuestra unidad trae paz, “allí reside la paz, la cual no se puede buscar ni hallar en ninguna otra parte” (2:3). Elegimos no dejar que nuestra vista se detenga en las diferencias, sino ir más allá de ellas, a la unidad. Miramos y decimos: “Éste es mi hermano a quien amo, parte de mí, amado por Dios y parte de Dios junto conmigo. Juntos somos el santo Hijo de Dios”.




¿Qué es el cuerpo? (Parte 2)

L.pII.5.1:4-5

Cuando vemos nuestra seguridad en el cuerpo, nos identificamos con él. Nos vemos a nosotros mismos como cuerpos (1:4). Esto es lo que potencia y apoya el ideal del ego de la separación, del juicio y del ataque. Para el ego, éste es el propósito del cuerpo, aunque a nosotros nos dice que el propósito es nuestra propia seguridad. A mí me parece que es beneficioso reconocer la fragilidad de nuestro cuerpo, su naturaleza pasajera y poco duradera. Entonces, la enfermedad y la muerte del cuerpo pueden convertirse en un dulce recordatorio de que esto no es lo que somos, en lugar de ser una cosa terrible. ¿Por qué vamos a querer identificarnos con una cosa tan débil? Reconocer que el cuerpo no dura y lo corto de su existencia puede impulsarnos a buscar una identidad más eterna en algún otro lugar. AL darnos cuenta de la locura de buscar nuestra seguridad en el cuerpo, podemos entender que nuestro fuerte apego al cuerpo debe venir de algún motivo del que no nos habíamos dado cuenta hasta ahora: el deseo del ego de separación:

¿De qué otro modo, si no, podría estar seguro de que permanece dentro del cuerpo, y de que mantiene al amor afuera? (1:5)

Si no tuviéramos este fuerte apego e identificación con el cuerpo, si nos diéramos cuenta de que lo que somos es mucho más que el cuerpo y hace perecer pequeño su significado, no podríamos mantener al amor lejos de nosotros. Éste es propósito del ego al apoyar nuestra identificación con el cuerpo: mantener al amor fuera. De aquí es de donde procede nuestra aparente necesidad de considerarnos a nosotros mismos como un cuerpo. Es un engaño y una trampa de nuestro ego; y cuando vemos esto claramente, nos damos cuenta de que es algo que no queremos para nada.

A los ojos del Curso, las aparentes buenas razones para identificarnos con nuestro cuerpo no tienen ni pies ni cabeza. Los cuerpos son vehículos inseguros, no hay ninguna seguridad en ellos. Detrás de las aparentes buenas razones que nuestro ego inventa, hay un motivo mucho más oscuro: la creencia ciega del ego de que la separación y las diferencias son valiosas. El Curso nos pide que reconozcamos este oscuro motivo dentro de nosotros, que reneguemos de él y que, en lugar de ello, nos volvamos a la eterna seguridad del Amor Mismo, que es nuestra verdadera naturaleza como creaciones de Dios.


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