DESPERTAR AL AMOR

lunes, 7 de septiembre de 2020

7 SEPTIEMBRE: Que no vea ninguna limitación en mí.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS

                                 
LECCIÓN 250


Que no vea ninguna limitación en mí.

1. Permítaseme contemplar al Hijo de Dios hoy y ser un testigo de su gloria. 2Y que no trate de empañar la santa luz que mora en él y ver su fuerza menoscabada y reducida a la fragilidad; que no perciba en él las deficiencias con las que atacaría su soberanía.

2. Él es Tu Hijo, Padre mío. 2Y hoy quiero contemplar su ternura en lugar de mis ilusiones. 3Él es lo que yo soy, y tal como lo vea a él, me veré a mí mismo. 4Hoy quiero ver verdaderamente, para que en este mismo día pueda por fin identificarme con él.



Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

No hay nada que ver excepto a mí mismo. Si veo a aquellos a mi alrededor como limitados, me estoy viendo a mí mismo de esa manera, pues “tal como lo vea a él, me veré a mí mismo” (2:3). La lección no habla del tipo de no tener límites que se ofrece en los cursillos de autoayuda (“Puedo hacer cualquier cosa que mi mente se proponga hacer. Puedo lograr todos mis objetivos”), sino de las limitaciones que le ponemos a la santidad, a la bondad y al amor cuando contemplamos a otros o a nosotros mismos. ¿Veo hoy a mis hermanos como al glorioso Hijo de Dios? ¿O les veo con “su fuerza menoscabada y reducida a la fragilidad”? (1:2). ¿Veo “la santa luz” (1:2) brillando en todos a mi alrededor, o está oscurecida por la oscuridad que he proyectado sobre ellos? ¿Veo la soberanía del Hijo de Dios, o continúo atacando esa majestad al ver faltas donde no las hay?

Si soy honesto conmigo mismo, reconoceré que continuamente veo fallos en todos o casi todos con los que me encuentro. Nadie está a la altura del alto nivel que les pongo. Mi mente está continuamente comparándome a mí mismo con los demás y viendo fallos en mí mismo. La percepción de fallos es una: tal como me veo a mí mismo, veo a los demás; tal como veo a los demás, me veo a mí mismo. ¿Quizá el problema está en el que ve y no en lo que se ve?

Sin embargo, puedo elegir ver de otra manera: puedo elegir ver con la visión de Cristo. Puedo elegir ver luz, ver amor, ver dulzura. Que ésta sea mi elección hoy, Padre. Cuando me dé cuenta de que estoy percibiendo a Tu Hijo diferente a como Tú le creaste (a otros o a mí mismo), que reconozca estos pensamientos como ilusiones nacidas del miedo, y los lleve a Tu Amor. Hoy elijo vigilar mi mente en busca de estos restos de miedo y pedirle a Tu Espíritu que los aparte para mostrarme lo que han estado ocultando de mi vista (T.4.III.7:5).

Hoy quiero ver verdaderamente, para que en este mismo día pueda por fin identificarme con él. (2:4)

¿Qué es el mundo? (Parte 10)

L.pII.3.5:3-5

No vamos a descansar o a darnos por satisfechos hasta que el perdón sea total y todo el mundo se haya unido a nuestra nueva percepción. Y además:

Y no intentemos cambiar nuestra función. Tenemos que salvar al mundo. (5:3-4)

¿Te has dado cuenta de lo a menudo que el Curso habla de nuestra función o nuestro propósito? La palabra “propósito” aparece 666 veces en el Curso, la palabra “función” aparece 460 veces. Por supuesto algunas de ellas se refieren a otras cosas, como la función del Espíritu Santo, pero la mayoría de ellas se refieren a nuestra función.

Yo soy la luz del mundo. Ésa es mi única función. Por eso es por lo que esto y aquí. (L.61.5:3-5)

No hay otro motivo para estar en este mundo, excepto ser su luz. No hay otro motivo para vivir sobre la tierra, excepto salvar al mundo y llevarle el perdón a todas las mentes. Al cumplir mi función, encuentro mi felicidad: “Mi función y mi felicidad son una” (L.66). Al cumplir mi función, descubro la luz dentro de mí mismo: “Sólo aceptando mi función podré ver la luz en mí” (L.81.3:2). Cumplir nuestra función es una parte esencial y la clave del programa del Curso para nuestra iluminación.

¿Por qué “intentar cambiar” nuestra función? ¿Cuáles son las maneras en que intento hacerlo? Intentamos cambiar nuestra función cuando intentamos encontrar otro propósito para vivir en este mundo, ya sea una profesión, familia, placer, poder, o cualquier cosa que sea “de” este mundo. Y lo hacemos en un intento demente de hacer de este mundo un sustituto de Dios, de hacer que la ilusión sea real y así confirmar nuestra identidad como un ego. “Tenemos que salvar al mundo” (5:4). Ésta es nuestra única función, éste es el único propósito del mundo y el mío. “El único propósito de este mundo es sanar al Hijo de Dios” (T.24.VI.4:1).

Esto no significa que todo el mundo deba entrar en una “profesión de sanar” reconocida, aunque algunos de nosotros podemos hacerlo sin duda. (El Manual dice que sólo unos pocos son llamados a cambiar las circunstancias de su vida de inmediato, ver el Capítulo 9 del Manual). Lo que significa es que debemos aprender a convertir cada profesión en una profesión sanadora (“La Expiación… es la profesión natural de los Hijos de Dios”, T.1.III.1:10). Como dice Marianne Williamson cada profesión puede ser un frente para una iglesia. Nuestra tarea más importante es la sanación de nuestra mente y de nuestra actitud, especialmente en nuestras relaciones, justo donde estamos.

Nuestra función es contemplar el mundo a través de los ojos de Cristo (5:5). Nosotros hicimos el mundo. Lo hicimos para morir. Es nuestra responsabilidad devolverlo a la vida eterna (5:5).




TEXTO


VI. La razón en contraposición a la locura




1. La razón no puede ver pecados pero sí puede ver errores, y propicia su corrección. 2No les otorga valor, pero sí otorga valor a su corrección. 3La razón te diría también que cuando crees estar pecando, estás de hecho pidiendo ayuda. 4No obstante, si no aceptas la ayuda que estás pidiendo, tampoco creerás que puedes darla. 5De modo que no la darás, y así no renunciarás a esa creen­cia. 6Pues cualquier clase de error que no haya sido corregido, te engaña con respecto al poder que reside en ti para llevar a cabo la corrección. 7Si dicho poder puede llevar a cabo la corrección, y tú no se lo permites, te estás negando la corrección a ti mismo así como a tu hermano. 8Y si él comparte contigo esta misma creen­cia, ambos creeréis estar condenados. 9Puedes evitarle esto a él y evitártelo a ti, 10pues la razón no facilitaría la corrección única­mente en ti.

2. No puedes aceptar o rechazar la corrección sin incluir a tu her­mano. 2El pecado mantendría que sí puedes. 3Mas la razón te dice que no puedes considerar a tu hermano o a ti mismo como un pecador y seguir percibiéndolo a él o percibiéndote a ti mismo como inocente. 4¿Quién que se considere a sí mismo culpable podría ver un mundo libre de pecado? 5¿Y quién puede ver un mundo pecaminoso y considerarse al mismo tiempo ajeno a ese mundo? 6El pecado mantendría que tú y tu hermano no podéis sino estar separados. 7Pero la razón te dice que esto tiene que ser un error. 8Pues si estáis unidos, ¿cómo ibais a poder tener pensamientos privados? 9¿Y cómo podría ser que los pensamientos que se adentran en lo que sólo parece ser tuyo no tuviesen ningún efecto en lo que sí es tuyo? 10Si las mentes están unidas, eso es imposible.

3. Nadie puede pensar por separado, tal como Dios no piensa sin Su Hijo. 2Eso sería posible únicamente si los dos morasen en cuer­pos. 3Tampoco podría ninguna mente pensar por separado a menos que el cuerpo fuese la mente. 4Pues únicamente los cuerpos pueden estar separados, y, por lo tanto, ser irreales. 5La morada de la demencia no puede ser la morada de la razón. 6Pero es fácil abandonar dicha morada si ves la razón. 7No puedes abandonar la demencia trasladándote a otro lugar. 8La abandonas simplemente aceptando la razón en el lugar que antes ocupaba la locura. 9La locura y la razón ven las mismas cosas, pero es indudable que las contemplan de modo diferente.

4. La locura es un ataque contra la razón que la expulsa de la mente, y ocupa su lugar. 2La razón no ataca, sino que, callada­mente, ocupa el lugar de la locura y la reemplaza si los dementes deciden escucharla. 3Pero los dementes no conocen su propia voluntad, pues creen ver el cuerpo, y permiten que su propia locura les diga que éste es real. 4La razón sería incapaz de eso. 5si tú defiendes el cuerpo en contra de tu razón, no entenderás lo que es cuerpo ni lo que eres tú.

5. El cuerpo no te separa de tu hermano, y si crees que lo hace estás loco. 2Pero la locura tiene un propósito, y cree también dis­poner de los medios que lo pueden convertir en realidad. 3Ver el cuerpo como una barrera que separa aquello que la razón te dice que no puede sino estar unido, sólo puede ser una locura. 4Y no lo podrías ver de ese modo si escuchases la voz de la razón. 5¿Qué puede haber que se interponga entre lo que es un conti­nuo? 6si nada se interpone, ¿cómo se podría excluir de otras partes lo que pasa a formar parte de cualquiera de ellas? 7Esto es lo que la razón te diría. 8Mas piensa en lo que tendrías que admi­tir si esto fuese así.

6. Si eliges el pecado en vez de la curación, estás condenando al Hijo de Dios a aquello que jamás puede ser corregido. 2Le dices, con tu elección, que está condenado, separado de ti y de su Padre para siempre, y sin esperanza de jamás poder retornar a salvo. 3Eso es lo que le enseñas, y aprenderás de él exactamente lo que le enseñes. 4Pues lo único que le puedes enseñar es que él es como tú quieres que él sea, y lo que eliges que él sea es lo que eliges para ti. 5Mas no pienses que esto es temible. 6Que estás unido a él es un hecho, no una interpretación. 7¿Cómo puede un hecho ser temible a menos que esté en desacuerdo con lo que tienes en más estima que la verdad? 8La razón te diría que este hecho es tu liberación.

7. Ni tu hermano ni tú podéis ser atacados por separado. 2Ni tampoco puede ninguno de vosotros aceptar un milagro sin que el otro no sea igualmente bendecido por él y curado del dolor. 3La razón, al igual que el amor, desea tranquilizarte, y no es su intención infundirte temor. 4El poder de curar al Hijo de Dios se te concede a ti porque él no puede sino ser uno contigo. 5Tú eres responsable de cómo él se ve a sí mismo. 6Y la razón te dice que se te ha concedido poder transformar su mente por completo -la cual es una contigo- en sólo un instante. 7Y cualquier instante sirve para llevar a cabo una completa corrección de todos sus errores y restituirle su plenitud. 8El instante en que elijas ser curado, en ese mismo instante se verá que se ha salvado comple­tamente junto contigo. 9Se te ha dado la razón para que entiendas que esto es así. 10Pues la razón, que es tan benévola como la fina­lidad para la que se emplea, te aleja constantemente de la locura y te conduce hacia el objetivo de la verdad. 11Y ahí te desharás de la carga que supone negar la verdad. 12¡Y ésa es la carga que es terrible, no la verdad!

8En el hecho de que tú y tu hermano estáis unidos reside vues­tra salvación: el regalo del Cielo, no el del miedo. 2¿Consideras acaso que el Cielo es una carga para ti? 3En la locura lo es. 4Sin embargo, lo que la locura ve tiene que ser disipado por la razón. 5La razón te asegura que el Cielo es lo que quieres y lo único que quieres. 6Escucha a Aquel que te habla con raciocinio y que pone tu razón en armonía con la Suya. 7Resuélvete a dejar que la razón, sea el medio por el que Él te indique cómo dejar atrás la demen­cia. 8No te ocultes tras la demencia para escapar de la razón. 9Lo que la locura encubriría, el Espíritu Santo lo pone al descubierto para que todo el mundo lo contemple con júbilo.

9. Tú eres el salvador de tu hermano. 2Él es el tuyo. 3A la razón le es muy grato hablar de esto. 4El Amor le infundió amor a este plan benevolente. 5lo que el Amor planea es semejante a Sí Mismo en esto: al estar unido a ti, Él desea que aprendas lo que debes ser. 6Y dado que tú eres uno con Él, se te tiene que haber encomendado que des lo que Él ha dado, y todavía sigue dando. 7Dedica aunque sólo sea un instante a la grata aceptación de lo que se te ha encomendado darle a tu hermano, y reconoce con él lo que se os ha dado a ambos. 8Dar no es más bendito que recibir, 9pero tampoco es menos.

10.  Al Hijo de Dios se le bendice siempre cual uno solo. 2a medida que su gratitud llega hasta ti que le bendijiste, la razón te dirá que es imposible que tú estés excluido de la bendición. 3La gratitud que él te ofrece te recuerda las gracias que tu Padre te da por haberlo completado a Él. 4la razón te dice que sólo así pue­des entender lo que tú debes ser. 5Tu Padre está tan cerca de ti como tu hermano. 6Sin embargo, ¿qué podría estar más cerca de ti que tu propio Ser?

11. El poder que ejerces sobre el Hijo de Dios no supone una ame­naza para su realidad. 2Por el contrario, sólo da testimonio de ella. 3si él ya es libre, ¿dónde podría radicar su libertad sino en él mismo? 4¿Y quién podría encadenarle, sino él a sí mismo cuando se niega la libertad? 5De Dios nadie se burla, ni tampoco puede Su Hijo ser aprisionado, salvo por su propio deseo. 6por su propio deseo es también como se libera. 7En eso radica su fuerza, no su debilidad. 8Él está a merced de sí mismo. 9Y cuando elige ser mise­ricordioso, en ese momento se libera. 10Mas cuando elige conde­narse a sí mismo, se convierte en un prisionero, que encadenado, espera su propio perdón para poderse liberar.









No hay comentarios:

Publicar un comentario