DESPERTAR AL AMOR

jueves, 3 de septiembre de 2020

3 SEPTIEMBRE: Amar a mi Padre es amar a Su Hijo.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 246

Amar a mi Padre es amar a Su Hijo.


1. Que no piense que puedo encontrar el camino a Dios si abrigo odio en mi corazón. 2Que no piense que puedo conocer a mi Padre o a mi ser, si trato de hacerle daño al Hijo de Dios. 3Que no deje de reconocerme a mí mismo, y siga creyendo que mi conciencia puede abarcar lo que mi Padre es o que mi mente puede concebir todo el amor que Él me profesa y el que yo le profeso a Él.

2. Aceptaré seguir el camino que Tú elijas para que yo venga a Ti, Padre mío. 2Y no podré por menos que triunfar porque así lo dispone Tu Volun­tad. 3Y reconoceré que lo que Tu Voluntad dispone, y sólo eso, es lo que la mía dispone también. 4Por lo tanto, elijo amar a Tu Hijo. 5Amén.



Instrucciones para la práctica

Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.
Lee la lección.
Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.

•   Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.

Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.

Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Recuerda la idea. Permanece con Dios, deja que Él te ilumine.

Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Utiliza la idea del día como una llamada a Dios y desaparecerán todas las tentaciones.

Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.

•         Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
•         Piensa en ella durante un rato.

Observaciones generales: Ahora, en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos, empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita para que Él venga a ti.


Comentario

No podemos amar a Dios Sin amar lo que Él creó. El apóstol Juan, en sus epístolas, dijo lo mismo que la lección de hoy:

Si alguno dice: “Amo a Dios”, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Y hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano. (1Juan 4:20-21)

En el Curso el “Hijo de Dios” se refiere no sólo a Jesús o a nuestros hermanos, se refiere también a nosotros mismos. La medida de la calidad de la relación que tenemos con Dios es las relaciones que tenemos con los que nos rodean y con nosotros mismos. El amor a nuestros hermanos refleja el amor que tenemos a Dios. “Que no piense que puedo encontrar el camino a Dios si abrigo odio en mi corazón” (1:1). Si de algún modo le deseo el mal a mi hermano, no puedo conocer a Dios, ni siquiera puedo conocer a mi Ser (1:2). Y si en mi mente estoy despreciándome a mí mismo, que soy el mismísimo Hijo de Dios, no podré conocer el Amor de Dios por mí, ni el mío por Él (1:3).

El ego es un pensamiento de ataque, cree que ha atacado a Dios y que ha ganado. Y además ve esa lucha reflejada en todos los que nos rodean, y proyecta su miedo y su ataque sobre todas las cosas, a menudo con disfraces astutos, algunos incluso llevan el nombre de “amor”.

Que esté abierto a descubrir los “pedacitos” de odio que todavía hay en mi corazón, especialmente aquellos dirigidos contra mí mismo. Hay más de los que me gustaría creer. El Texto me enseña que dejar al descubierto el odio dentro de mí es “importantísimo” (T.13.III.1:1). Me enseña que: “debes darte cuenta de que tu odio se encuentra en tu mente y no fuera de ella antes de que puedas liberarte de él” (T.12.III.7:10). Los restos de odio a los que me aferro deben verse como lo que son, y elegir en contra de ellos. Con un acto consciente de mi voluntad necesito decir: “elijo amar a Tu Hijo” (2:4). La elección a favor del amor es la elección a favor de Dios y la elección a favor de mi Ser.

¿Qué es el mundo? (Parte 6)

L.pII.3.3:3-5

Los “mecanismos de la ilusión” son los que hacen que este mundo parezca tan real. Incluyen nuestros ojos y oídos, y todos nuestros sentidos físicos

Los ojos del cuerpo ven únicamente formas. No pueden ver más allá de aquello para cuya contemplación fueron fabricados. Y fueron fabricados para fijarse en los errores y no ver más allá de ellos. (T.22.III.5:3-5)

Cuando vemos las cosas a través de los ojos del ego, las ilusiones parecen sólidas, la separación del ego parece la verdad (3:4). Para ver con la visión de Cristo, para ver la unidad en lugar de la separación, necesitamos estar dispuestos a pasar por alto lo que nuestros ojos nos están mostrando porque “fueron fabricados para fijarse en los errores”. “No informan más que de ilusiones, las cuales se mantienen separadas de la verdad” (3:5). El milagro nos permite ver lo que los ojos no ven, eleva nuestra percepción al reino espiritual, lejos de lo físico (ver T.1.I.22, y T.1.I.32).

Necesitamos estar dispuestos a dudar de lo que nuestros sentidos parecen hacer real, y estar dispuestos a percibir con una visión diferente, algo completamente diferente. Hemos sido víctimas de una campaña de propaganda muy astuta y con mucho éxito: de información falsa dirigida por el ego. Necesitamos darnos cuenta de que no podemos confiar en nada de lo que hemos creído que era verdad y en lo que hemos creído que era la sólida realidad, tenemos que dudar de todo ello. Hemos estado rodeados de una conspiración de mentiras, procedentes de nuestra propia mente. Hemos dirigido nuestros sentidos de manera equivocada hasta que nos hemos dado cuenta de lo que estábamos haciendo, pero hoy podemos dirigirlos de otra manera. Podemos elegir buscar pruebas del amor, en lugar del odio; buscar pruebas de la paz, en lugar del ataque. Podemos decir:

Por encima de todo quiero ver las cosas de otra manera. (L.28, título)







TEXTO

IV. El miedo a mirar adentro

 

1. El Espíritu Santo jamás te enseñará que eres un pecador. 2Corregirá tus errores, pero eso no es algo que le pueda causar temor a nadie. 3Tienes un gran temor a mirar en tu interior y ver el pecado que crees que se encuentra allí. 4No tienes miedo de admitir esto. 5El ego considera muy apropiado que se asocie el miedo con el pecado, y sonríe con aprobación. 6No teme dejar que te sientas avergonzado. 7No pone en duda la creencia y la fe que tienes en el pecado. 8Sus templos no se tambalean por razón de ello. 9Tu certeza de que dentro de ti anida el pecado no hace sino dar fe de tu deseo de que esté allí para que se pueda ver. 10Sin embargo, esto tan sólo aparenta ser la fuente del temor.  

2. Recuerda que el ego no está solo. 2Su dominio está circunscrito, y teme a su "enemigo" desconocido, Quien ni siquiera puede ver. 3Te pide imperiosamente que no mires dentro de ti, pues si lo haces tus ojos se posarán sobre el pecado y Dios te cegará. 4Esto es lo que crees, y, por lo tanto, no miras. 5Mas no es éste el temor secreto del ego, ni tampoco el tuyo que eres su siervo. 6El ego, vociferando destempladamente y demasiado a menudo, profiere a gritos que lo es. 7Pues bajo ese constante griterío y esas declara­ciones disparatadas, el ego no tiene ninguna certeza de que lo sea. 8Tras tu temor de mirar en tu interior por razón del pecado se oculta todavía otro temor, y uno que hace temblar al ego.

3. ¿Qué pasaría si mirases en tu interior y no vieses ningún pecado? 2Esta "temible" pregunta es una que el ego nunca plan­tea. 3tú que la haces ahora estás amenazando demasiado seria­mente todo su sistema defensivo como para que él se moleste en seguir pretendiendo que es tu amigo. 4Aquellos que se han unido a sus hermanos han abandonado la creencia de que su identidad reside en el ego. 5Una relación santa es aquella en la que te unes con lo que en verdad forma parte de ti. 6Tu creencia en el pecado ha sido quebrantada, y ahora no estás totalmente reacio a mirar dentro de ti y no ver pecado alguno.

4. Tu liberación no es aún total: todavía es parcial e incompleta, aunque ya ha despuntado en ti. 2Al no estar completamente loco, has estado dispuesto a contemplar una gran parte de tu demen­cia y a reconocer su locura. 3Tu fe está comenzado a interiorizarse más allá de la demencia hacia la razón. 4lo que tu razón te dice ahora, el ego no lo quiere oír. 5El propósito del Espíritu Santo fue aceptado por aquella parte de tu mente que el ego no conoce 6que tú tampoco conocías. 7Sin embargo, esa parte, con la que ahora te identificas, no teme mirarse a sí misma. 8No conoce el pecado. 9¿De qué otra forma, sino, habría estado dispuesta a con­siderar el propósito del Espíritu Santo como suyo propio?

5. Esta parte ha visto a tu hermano y lo ha reconocido perfecta­mente desde los orígenes del tiempo. 2Y no ha deseado más que unirse a él y ser libre nuevamente, como una vez lo fue. 3Ha estado esperando el nacimiento de la libertad, la aceptación de la liberación que te espera. 4Y ahora reconoces que no fue el ego el que se unió al propósito del Espíritu Santo, y, por lo tanto, que tuvo que haber sido otra cosa. 5No creas que esto es una locura, 6pues es lo que te dice la razón y se deduce perfectamente de lo que ya has aprendido.

6. En las enseñanzas del Espíritu Santo no hay inconsistencias. 2Éste es el razonamiento de los cuerdos. 3Has percibido la locura del ego, y no te ha dado miedo porque elegiste no compartirla. 4Pero aún te engaña a veces. 5No obstante, en tus momentos más lúcidos, sus desvaríos no producen ningún terror en tu corazón. 6Pues te has dado cuenta de que no quieres los regalos que el ego te quitaría de rabia por tu "presuntuoso" deseo de querer mirar adentro. 7Todavía quedan unas cuantas baratijas que parecen titi­lar y llamarte la atención. 8No obstante, ya no "venderías" el Cielo por ellas.

7. Y ahora el ego tiene miedo. 2Mas lo que él oye aterrorizado, la otra parte de tu mente lo oye como la más dulce melodía: el canto que añoraba oír desde que el ego se presentó en tu mente por primera vez. 3La debilidad del ego es su fortaleza. 4El himno de la libertad, el cual canta en alabanza de otro mundo, le brinda espe­ranzas de paz. 5Pues recuerda al Cielo, y ve ahora que el Cielo por fin ha descendido a la tierra, de donde el dominio del ego lo había mantenido alejado por tanto tiempo. 6El Cielo ha llegado porque encontró un hogar en tu relación en la tierra. 7Y la tierra no puede retener por más tiempo lo que se le ha dado al Cielo como suyo propio.

8Contempla amorosamente a tu hermano, y recuerda que la debilidad del ego se pone de manifiesto ante vuestra vista. 2Lo que el ego pretendía mantener separado se ha encontrado y se ha unido, y ahora contempla al ego sin temor. 3Criatura inocente de todo pecado, sigue el camino de la certeza jubilosamente. 4No dejes que la demente insistencia del miedo de que la certeza reside en la duda te detenga. 5Eso no tiene sentido. 6¿Qué importa cuán imperiosamente se proclame? 7Lo que es insensato no cobra sentido porque se repita o se aclame. 8El camino de la paz está libre y despejado. 9Síguelo felizmente, y no pongas en duda lo que no puede sino ser cierto.


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