DESPERTAR AL AMOR

sábado, 12 de septiembre de 2020

12 SEPTIEMBRE: Elijo pasar este día en perfecta paz.

AUDIOLIBRO


EJERCICIOS

LECCIÓN 255

Elijo pasar este día en perfecta paz.


1. No me parece que pueda elegir experimentar únicamente paz hoy. 2Sin embargo, mi Dios me asegura que Su Hijo es como Él. 3Que pueda hoy tener fe en Aquel que afirma que soy el Hijo de Dios. 4Y que la paz que hoy elijo experimentar dé fe de la verdad de Sus Palabras. 5El Hijo de Dios no puede sino estar libre de preocupaciones y morar eternamente en la paz del Cielo. 6En Nombre Suyo, consagro este día a encontrar lo que la Voluntad de mi Padre ha dispuesto para mí, a aceptarlo como propio y a concedérselo a todos Sus Hijos, incluido yo.

2. Así es como deseo pasar este día Contigo, Padre mío. 2Tu Hijo no Te ha olvidado. 3 La paz que le otorgaste sigue estando en su mente, y es ahí donde elijo pasar este día.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

La paz no parece ser una cuestión de elección: “No me parece que pueda elegir experimentar únicamente paz hoy” (1:1). Nuestro ego quiere hacernos creer que cosas externas a nuestra mente nos pueden quitar la paz o nos pueden dar la paz. No es así.

Si soy el Hijo de Dios y, por lo tanto, como Él Mismo, tengo el poder de decidir, el poder de elegir la paz. Dios dice que es así, voy a tener fe en Él, y voy a actuar de acuerdo a esa fe. ¡Voy a intentarlo! Voy a elegir pasar este día en perfecta paz. Cuanto más me decido a “consagrar este día a encontrar lo que la Voluntad de mi Padre ha dispuesto para mí”, que es la paz del Cielo, y “la acepto como propia” (1:6), más siento esa paz. Probablemente también encontraré un montón de cosas que surgen intentando alterar esa paz. Pero puedo responder a esas cosas diciendo: “Elijo la paz en lugar de esto” o “Esto no puede quitarme la paz que mi Padre me ha dado”. Cuando lo hago, la paz que elijo y que siento “dará fe de la verdad de Sus Palabras” (1:4).

Recuerda: tu estado mental no es perfecto, tampoco se espera que lo sea. Te estás entrenando, éste es un curso en entrenamiento mental. Cuando practico acordes de guitarra, especialmente los nuevos, al principio poner los dedos en la posición correcta necesita mucha concentración y esfuerzo. Tengo que romper el ritmo de la canción, voy más despacio para poner los dedos de la manera adecuada. No espero hacerlo bien todas las veces. Equivocarme y corregir mis fallos es parte del entrenamiento. Finalmente, con el tiempo, mis dedos empiezan a acostumbrarse, van cada vez con más frecuencia al lugar correcto para hacer sonar el acorde sin zumbidos ni notas muertas. Eso es lo que estamos haciendo con estas lecciones: practicar el hábito de la paz.

Nuestro propósito hoy es pasar el día con Dios (2:1). Nosotros, Su Hijo, no Le hemos olvidado, y nuestra práctica da fe de ello. La paz de Dios está en nuestra mente, donde Él la puso. Podemos encontrarla, podemos elegir pasar nuestro día ahí, en paz, con Él. Podemos hacerlo, Dios nos asegura que podemos. Así pues, vamos a practicarlo. Vamos a empezar. Vamos a aceptar Su paz como propia, y a dársela a todos los Hijos de nuestro Padre, incluidos nosotros (1:6).

¿Qué es el pecado? (Parte 5)

L.pII.4.3:1-2

Nuestras ilusiones proceden, o surgen, de nuestros pensamientos falsos. Las ilusiones no son realmente “cosas” en absoluto, son símbolos que representan a cosas imaginadas (3:1). Son como un espejismo, una imagen de algo que no está ahí en absoluto. Nuestros pensamientos de carencia (de que nos falta algo), nuestros sentimientos de poca valía, nuestra culpa y miedo, la apariencia del mundo que nos ataca, incluso nuestros mismos cuerpos, son todos ellos ilusiones, espejismos, símbolos que no representan nada.

“El pecado es la morada de las ilusiones” (3:1). La idea de nuestra podredumbre interior, nuestra naturaleza torcida, alberga la misma ilusión. El pensamiento de pecado y culpa inventa un entorno que apoya y alimenta cada ilusión. Lo que necesita cambiarse es ese pensamiento de la mente. Elimina el pensamiento de pecado y nuestras ilusiones no tienen dónde vivir. Simplemente se convierten en polvo.

Estas ilusiones, que surgen de pensamientos falsos y que hacen del “pecado” su hogar, son “la "prueba" de que lo que no es real lo es” (3:2). Por ejemplo, nuestro cuerpo parece demostrarnos que la enfermedad y la muerte son reales. Nuestros sentidos parecen demostrar que el dolor es real. Nuestros ojos y oídos ven toda clase de pruebas de culpa, de la realidad de la pérdida, y de la debilidad del amor. El mundo parece demostrarnos que Dios no existe o que está enfadado con nosotros. Estas cosas que nuestras ilusiones parecen demostrar no existen en absoluto y, sin embargo, nos parecen reales. Todo esto reside en nuestra creencia en el pecado, y sin esa creencia, desaparecerían.



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