DESPERTAR AL AMOR

miércoles, 23 de septiembre de 2020

23 SEPTIEMBRE: Mi santo Ser mora en ti, Hijo de Dios.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 266


Mi santo Ser mora en ti, Hijo de Dios.


1. Padre, mediste todos Tus Hijos para que fuesen mis salvadores y mis consejeros de visión; los heraldos de Tu santa Voz. 2En ellos Tú te ves reflejado y en ellos Cristo me contempla desde mi Ser. 3No permitas que Tu Hijo se olvide de Tu santo Nombre. 4No permitas que Tu Hijo se olvide de su santo Origen. 5No permitas que Tu Hijo se olvide de que su nombre es el Tuyo.


2. En este día entramos al paraíso, invocando el Nombre de Dios y el nuestro, reconociendo nuestro Ser en cada uno de nosotros y unidos en el santo Amor de Dios. 2¡Cuántos salvadores nos ha dado Dios! 3¿Cómo podríamos perdernos en nuestro trayecto hacia Él, cuando Él ha poblado el mundo con aquellos que seña­lan hacia Él, y nos ha dado la vista para poder contemplarlos?




Instrucciones para la práctica


Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Estas palabras no se las digo a Jesús o a Cristo como un ser abstracto. Estas palabras se las digo a la persona que está sentada a mi lado, a mi jefe, a las personas de mi familia, a cualquiera que esté en frente de mí o en mi mente. “Mi santo Ser mora en ti, Hijo de Dios”.

Si mi mente está iluminada, todo el mundo es mi salvador. Todos señalan el camino a Dios (2:2-3). Jesús aquí está diciendo: “¡Despierta! No puedes perderte. El mundo está lleno de personas, y cada uno te señala el camino a Dios. Cada uno refleja a Su Hijo. Tu Ser está en cada uno de ellos. Únicamente abre los ojos y yo te daré la visión para que Le veas”.

La Voluntad de Dios es que tú encuentres la salvación. ¿Cómo, entonces, no te iba a haber proporcionado los medios para encontrarla? Si Su Voluntad es que te salves, tiene que haber dispuesto que alcanzar la salvación fuese posible y fácil. Tienes hermanos por todas partes. No tienes que buscar la salvación en parajes remotos. Cada minuto y cada segundo te brinda una oportunidad más para salvarte. (T.9.VII.1:1-6)

Nada muestra tan claramente lo deformada que está nuestra percepción como nuestra reacción a esta lección. Quizá en este momento estás pensando: “¡Sí, seguro! ¡A mí no me parecen salvadores y portadores de la Voz de Dios!”. Si somos honestos, la mayoría de nosotros reconoceremos que percibimos a nuestros hermanos como obstáculos y barreras en el camino a Dios, o como claros enemigos. Entonces, pensemos en la posibilidad de que la razón por la que los vemos así no tiene nada que ver con ellos o con la verdad. Pensemos que quizá hemos puesto nuestros pecados sobre ellos, y los vemos devolviéndonos esa forma de mirar (L.265.1:1). Empecemos a darnos cuenta de que nuestra forma de ver todas las cosas está al revés, y necesita ser corregida.

Que hoy abra los ojos. Que hoy me recuerde a mi mismo que cada persona con la que me encuentro o en la que pienso “es mi salvador, mi consejero para la visión, y mi portador de la Voz de Dios”. Que yo pida: “Dios, dame la visión para reconocer a mi Ser en esta persona”. Que reconozca que si veo algo distinto a lo que Dios dice que es su realidad, es mi propia enfermedad mental, mi propia manera deformada de ver, y que le lleve esas percepciones al Espíritu Santo para que Él las sane.


¿Qué es el cuerpo? (Parte 6)

L.pII.5.3:4-5

Nuestra mente eligió inventar el cuerpo. Lo hicimos con miedo, y lo hicimos para ser temeroso. Una vez que comienza ese propósito, continuará a menos que se cambie de propósito. El cuerpo debe “cumplir el propósito que le fue asignado” (3:4), y continuará sirviendo al miedo mientras no pongamos en duda la base sobre la que se fabricó. Continuará protegiendo la separación, aislándonos, defendiendo nuestro pequeño ser contra el amor.

Sin embargo, nuestra mente tiene un gran poder. Nuestra mente puede elegir cambiar el propósito del cuerpo. Nuestra mente no está al servicio de nuestro cuerpo, sino que es el cuerpo el que sirve a la mente. Si en nuestra mente cambiamos lo que pensamos acerca de para qué es el cuerpo, el cuerpo empezará a servir a ese nuevo propósito. En lugar de usar el cuerpo para mantener alejado al amor, podemos empezar a usar el cuerpo para extender amor, para expresar amor, para sanar en lugar de hacer daño, para comunicarnos en lugar de separarnos, para unir en lugar de dividir. En lugar de ser una cerca, puede ser un medio de comunicación, el instrumento mediante el cual el Amor de Dios puede verse y oírse y tocarse en este mundo. Ésta es nuestra función aquí.

No dejes de llevar a cabo tu función de amar en un lugar falto de amor que fue engendrado de las tinieblas y el engaño, pues así es como se deshacen las tinieblas y el engaño. (T.14.IV.4:10)

Estamos aquí para manifestar el Amor de Dios, para ser el Amor de Dios en este lugar sombrío y sin amor. El Amor sin forma de Dios toma forma en nuestro perdón, y en nuestro reconocimiento misericordioso y agradecido del Cristo en todos nuestros hermanos (L.186.14:2), mientras extendemos nuestra mano para ayudarles en su camino (L.pII.5.4:3).







TEXTO



II. Las leyes del caos


1. Puedes llevar las "leyes" del caos ante la luz, pero nunca las podrás entender. 2Las leyes caóticas no tienen ningún significado y, por lo tanto, se encuentran fuera de la esfera de la razón. 3No obstante, aparentan ser un obstáculo para la razón y para la ver­dad. 4Contemplémoslas, pues, detenidamente, para que poda­mos ver más allá de ellas y entender lo que son, y no lo que quieren probar. 5Es esencial que se entienda cuál es su propósito porque su fin es crear caos y atacar la verdad. 6Éstas son las leyes que rigen el mundo que tú fabricaste. 7Sin embargo, no gobiernan nada ni necesitan violarse: necesitan simplemente contemplarse y transcenderse.

2. La primera ley caótica es que la verdad es diferente para cada persona. 2Al igual que todos estos principios, éste mantiene que cada cual es un ente separado, con su propia manera de pensar que lo distingue de los demás. 3Este principio procede de la creen­cia en una jerarquía de ilusiones: de que algunas son más impor­tantes que otras, y, por lo tanto, más reales. 4Cada cual establece esto para sí mismo, y le confiere realidad atacando lo que otro valora. 5Y el ataque se justifica porque los valores difieren, y los que tienen distintos valores parecen ser diferentes, y, por ende, enemigos.

3. Observa cómo parece ser esto un impedimento para el primer principio de los milagros, 2pues establece grados de verdad entre las ilusiones, haciendo que algunas parezcan ser más difíciles de superar que otras. 3Si uno pudiese darse cuenta de que todas ellas son la misma ilusión y de que todas son igualmente falsas, sería fácil entender entonces por qué razón los milagros se apli­can a todas ellas por igual. 4Cualquier clase de error puede ser corregido precisamente porque no es cierto. 5Cuando se lleva ante la verdad en vez de ante otro error, simplemente desaparece. 6Ninguna parte de lo que no es nada puede ser más resistente a la verdad que otra.

4. La segunda ley del caos, muy querida por todo aquel que venera el pecado, es que no hay nadie que no peque, y, por  lo tanto, todo el mundo merece ataque y muerte. 2Este principio, estrechamente vinculado al primero, es la exigencia de que el error merece castigo y no corrección. 3Pues la destrucción del que comete el error lo pone fuera del alcance de la corrección y del perdón. 4De este modo, interpreta lo que ha hecho como una sen­tencia irrevocable contra sí mismo que ni siquiera Dios Mismo puede revocar. 5Los pecados no pueden ser perdonados, al ser la creencia de que el Hijo de Dios puede cometer errores por los cuales su propia destrucción se vuelve inevitable.

5. Piensa en las consecuencias que esto parece tener en la relación entre Padre e Hijo. 2Ahora parece que nunca jamás podrán ser uno de nuevo. 3Pues uno de ellos no puede sino estar por siem­pre condenado, y por el otro. 4Ahora son diferentes y, por ende, enemigos. 5su relación es una de oposición, de la misma forma en que los aspectos separados del Hijo convergen únicamente para entrar en conflicto, pero no para unirse. 6Uno de ellos se debilita y el otro se fortalece con la derrota del primero. 7Y su temor a Dios y el que se tienen entre sí parece ahora razonable, pues se ha vuelto real por lo que el Hijo de Dios se ha hecho a sí mismo y por lo que le ha hecho a su Creador.

6. En ninguna otra parte es más evidente la arrogancia en la que se basan las leyes del caos que como sale a relucir aquí. 2He aquí el principio que pretende definir lo que debe ser el Creador de la realidad; lo que debe pensar y lo que debe creer; y, creyéndolo, cómo debe responder. 3Ni siquiera se considera necesario pre­guntarle si eso que se ha decretado que son Sus creencias es ver­dad. 4Su Hijo le puede decir lo que ésta es, y la única alternativa que le queda es aceptar la palabra de Su Hijo o estar equivocado. 5Esto conduce directamente a la tercera creencia descabellada que hace que el caos parezca ser eterno. 6Pues si Dios no puede estar equivocado, tiene entonces que aceptar la creencia que Su Hijo tiene de sí mismo y odiarlo por ello.

7. Observa cómo se refuerza el temor a Dios por medio de este tercer principio. 2Ahora se hace imposible recurrir a Él en momentos de tribulación, 3pues Él se ha convertido en el "ene­migo" que la causó y no sirve de nada recurrir a Él. 4La salvación tampoco puede encontrarse en el Hijo, ya que cada uno de sus aspectos parece estar en pugna con el Padre y siente que su ata­que está justificado. 5Ahora el conflicto se ha vuelto inevitable e inaccesible a la ayuda de Dios. 6Pues ahora la salvación jamás será posible, ya que el salvador se ha convertido en el enemigo.

8No hay manera de liberarse o escapar. 2La Expiación se con­vierte en un mito, y lo que la Voluntad de Dios dispone es la venganza, no el perdón. 3Desde allí donde todo esto se origina, no se ve nada que pueda ser realmente una ayuda. 4Sólo la destruc­ción puede ser el resultado final. 5Dios Mismo parece estar poniéndose de parte de ello para derrotar a Su Hijo. 6No pienses que el ego te va a ayudar a escapar de lo que él desea para ti. 7Ésa es la función de este curso, que no le concede ningún valor a lo que el ego estima.

9. El ego atribuye valor únicamente a aquello de lo que se apro­pia. 2Esto conduce a la cuarta ley del caos, que, si las demás son aceptadas, no puede sino ser verdad. 3Esta supuesta ley es la creencia de que posees aquello de lo que te apropias. 4De acuerdo con esa ley, la pérdida de otro es tu ganancia y, por consiguiente, no reconoce el hecho de que nunca puedes quitarle nada a nadie, excepto a ti mismo. 5Mas las otras tres leyes no pueden sino con­ducir a esto. 6Pues los que son enemigos no se conceden nada de buen grado el uno al otro, ni procuran compartir las cosas que valoran. 7Y lo que tus enemigos ocultan de ti debe ser algo que vale la pena poseer, ya que lo mantienen oculto de ti.

10Todos los mecanismos de la locura se hacen patentes aquí: el "enemigo” que se fortalece al mantener oculto el valioso legado que debería ser tuyo; la postura que adoptas y el ataque que infli­ges, los cuales están justificados por razón de lo que se te ha negado; y la pérdida inevitable que el enemigo debe sufrir para que tú te puedas salvar. 2Así es como los culpables declaran su inocencia. 3Si el comportamiento inescrupuloso del enemigo no los forzara a este vil ataque, sólo responderían con bondad. 4Pero en un mundo despiadado los bondadosos no pueden sobrevivir, de modo que tienen que apropiarse de todo cuanto puedan o dejar que otros se apropien de lo que es suyo.

11. Y ahora queda una vaga pregunta por contestar, que aún no ha sido "explicada". 2¿Qué es esa cosa tan preciada, esa perla de inestimable valor, ese tesoro oculto, que con justa indignación debe arrebatársele a éste el más pérfido y astuto de los enemigos? 3Debe de ser lo que siempre has anhelado, pero nunca hallaste. 4ahora "entiendes" la razón de que nunca lo encontraras. 5Este enemigo te lo había arrebatado y lo ocultó donde jamás se te habría ocurrido buscar. 6Lo ocultó en su cuerpo, haciendo que éste sirviese de refugio para su culpabilidad, de escondrijo de lo que es tuyo. 7Ahora su cuerpo se tiene que destruir y sacrificar para que tú puedas tener lo que te pertenece. 8La traición que él ha cometido exige su muerte para que tú puedas vivir. 9Y así, sólo atacas en defensa propia.






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