DESPERTAR AL AMOR

miércoles, 2 de septiembre de 2020

2 SEPTIEMBRE: Tu paz está conmigo, Padre. Estoy a salvo.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS

LECCIÓN 245

Tu paz está conmigo, Padre. Estoy a salvo.



1. Tu paz me rodea, Padre. 2Dondequiera que voy, Tu paz me acompaña 3y derrama su luz sobre todo aquel con quien me encuentro. 4Se la llevo al que se encuentra desolado, al que se siente solo y al que tiene miedo. 5Se la ofrezco a los que sufren, a los que se lamentan de una pérdida, así como a los que creen ser infelices y haber perdido toda esperanza. 6Envía­melos, Padre. 7Permíteme ser el portador de Tu paz. 8Pues quiero salvar a Tu Hijo, tal como dispone Tu Voluntad, para poder llegar a reconocer mi Ser.

2. Y así caminamos en paz, 2transmitiendo al mundo entero el mensaje que hemos recibido. 3Y de esta manera oímos por fin la Voz que habla por Dios, la cual nos habla según nosotros predi­camos la Palabra de Dios, Cuyo Amor reconocemos, puesto que compartimos con todos la Palabra que Él nos dio.




Instrucciones para la práctica

Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.
Lee la lección.
Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.

   Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.

Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.

Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Recuerda la idea. Permanece con Dios, deja que Él te ilumine.

Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Utiliza la idea del día como una llamada a Dios y desaparecerán todas las tentaciones.

Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.

         Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
         Piensa en ella durante un rato.

Observaciones generales: Ahora, en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos, empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita para que Él venga a ti.


Comentario

La paz de Dios está siempre conmigo, y yo siempre estoy a salvo. No es algo que sea cierto sólo a ratos. La paz de Dios está conmigo ahora y siempre. La intranquilidad es siempre algo que yo estoy poniendo encima de la paz que está siempre ahí, que nunca me abandona. La intranquilidad es una percepción falsa, la paz es la realidad. Si estoy dispuesto a parar un instante, a decir: “¡Paz! ¡Aquiétate!” a la tormenta en mi mente, la paz de Dios siempre está ahí, esperando a que la descubra.

La paz de Dios me rodea (1:1). Va conmigo dondequiera que yo voy (1:2). La llevo conmigo y puedo derramar “su luz sobre todo aquel con quien me encuentro” (1:3). Como San Francisco oraba, yo puedo ser un instrumento de la paz de Dios, llevándosela “al que se encuentra desolado, al que se siente solo y al que tiene miedo” (1:4). ¡Oh, yo quiero eso, hoy quiero ser lo que soy! Quiero estar dispuesto a decir: “Envíamelos, Padre” (1:6). Voy a escuchar la lección del Espíritu Santo: “Para tener paz, enseña paz para así aprender lo que es” (T.6.V(B)). A medida que llevo paz “a los que creen ser infelices y haber perdido toda esperanza” (1:5) la encontraré en mí mismo. Reconoceré a mi Ser. Oiré la Voz de Dios. Reconoceré Su Amor.

Hoy si no siento Tu paz dentro de mí, voy a llevársela a alguien que la necesite. Al hacerlo, reconoceré su presencia dentro de mí.

¿Qué es el mundo? (Parte 5)

L.pII.3.3:1-2

“Se ha perdido la certeza” (2:7), “y para sustituirla nacieron los mecanismos de la ilusión” (3:1). Los mecanismos de la ilusión incluyen no sólo nuestros ojos y oídos, nuestros órganos físicos de percepción, sino también los mecanismos de la mente que interpretan y ajustan lo que se percibe para que encaje en los patrones que se buscan. Vemos lo que esperamos ver, lo que queremos ver. Justo anoche estuve hablando acerca del extraño “punto ciego” de nuestros ojos. Todos lo tenemos. Hay un lugar en la retina (creo que a él se le une algún nervio o músculo) que no recoge la luz que brilla a través del cristalino. Lo extraño es esto: la mente “completa” el punto ciego con lo que “debería” haber ahí. Ninguno de nosotros ve un punto vacío en nuestra vista, pero lo hay, la mente simplemente inventa ¡lo que cree que debería haber ahí! ¡Éste es un “mecanismo de ilusión” ciertamente! Y nuestra mente “inventa” lo que “debería”haber ahí mucho más a menudo de lo que nos damos cuenta.


Todo el proceso de la percepción es un proceso de ilusión. Nuestra mente envía a los mensajeros que recogen información para que encuentren “lo que se les ha encomendado buscar” (3:2). La mente les dice: “Encontrad pruebas de culpa”. Y ¡quién lo iba a decir! “Encuentran pruebas de la separación”. Ellos las inventan. El ego sólo ve lo que quiere ver. Y en la percepción (en lo que vemos) el propósito del ego es dar testimonio y hacer real la ausencia de amor, para demostrar que Dios no está aquí, y que nosotros estamos aquí, separados de Él.




TEXTO


III. Fe, creencia y visión


1. Todas las  relaciones especiales  tienen como meta el pecado, 2pues son tratos que se hacen con la realidad, a la que la aparente unión se adapta. 3No te olvides de esto: hacer tratos es fijar lími­tes, y no podrás sino odiar a cualquier hermano con el que tengas una relación parcial. 4Quizá trates de respetar el trato en nombre de lo que es "justo", exigiendo a veces ser tú el que pague, aun­que lo más frecuente es que se lo exijas al otro. 5Al hacer lo que es ''justo”, pues, tratas de mitigar la culpabilidad que emana del propósito que aceptaste para la relación. 6por eso el Espíritu Santo tiene que cambiar su propósito para que sea de utilidad para Él e inofensiva para ti.

2. Si aceptas este cambio, habrás aceptado la idea de hacerle sitio a la. verdad. 2La fuente del pecado habrá desaparecido. 3Tal vez te imagines que todavía experimentas sus efectos, pero el pecado ha dejado de ser tu propósito y ya no lo quieres más. 4Nadie permite que su propósito sea reemplazado mientras todavía lo siga deseando, pues nada se quiere y se protege más que un objetivo que la mente haya aceptado. 5Lo perseguirá, sombría o feliz­mente, pero siempre con fe y con la perseverancia que la fe inevi­tablemente trae consigo. 6EI poder de la fe jamás se puede reconocer si se deposita en el pecado. 7Pero siempre se reconoce si se deposita en el amor.       

3. ¿Por qué te resulta tan extraño que la fe pueda mover monta­ñas? 2En realidad, ésa es una hazaña insignificante para seme­jante poder. 3Pues la fe puede mantener al Hijo de Dios encadenado mientras él crea que lo está. 4Mas cuando se libre de las cadenas será simplemente porque habrá dejado de creer en ellas, al retirar su fe de la idea de que lo podían aprisionar, y depositarla en cambio en su libertad. 5Es imposible tener fe en dos orientaciones opuestas. 6La fe que depositas en el pecado se la quitas a la santidad. 7Y lo que le ofreces a la santidad se lo has quitado al pecado.

4. La fe, la creencia y la visión son los medios por los que se alcanza el objetivo de la santidad. 2través de ellos el Espíritu Santo te conduce al mundo real, alejándote de todas las ilusiones en las que habías depositado tu fe. 3Ése es su rumbo, el único que Él jamás ve. 4cuando te desvías, Él te recuerda que no hay nin­gún otro. 5Su fe, Su creencia y Su visión son para ti. 6Y cuando las hayas aceptado completamente en lugar de las tuyas, ya no ten­drás necesidad de ellas. 7Pues la fe, la creencia y la visión única­mente tienen sentido antes de que se alcanza la certeza. 8En el Cielo son desconocidas. 9El Cielo, no obstante, se alcanza a través de ellas.

5. No es posible que al Hijo de Dios le falte fe, pero sí puede elegir dónde desea depositarla. 2La falta de fe no es realmente falta de fe, sino fe que se ha depositado en lo que no es .nada. 3La fe que se deposita en las ilusiones no carece de poder, pues debido a ello el Hijo de Dios cree ser impotente. 4De ese modo, no se es fiel a sí mismo, pero sí tiene gran fe en las ilusiones que abriga acerca de sí mismo. 5Pues tú inventaste la fe, la percepción y la creencia a fin de perder la certeza y encontrar el pecado. 6Este rumbo demente fue tu propia elección, y al depositar tu fe en lo que habías elegido, fabricaste lo que deseabas.

6. El Espíritu Santo puede valerse de todos los medios que tú has empleado para ir en pos del pecado. 2Pero tal como Él se vale de ellos te alejan del pecado, porque Su propósito apunta en direc­ción contraria. 3Él ve los medios que empleas, pero no el propó­sito para el que los inventaste. 4Su intención no es quitártelos, pues reconoce su valor y los ve como un medio de alcanzar lo que Él dispone para ti. 5Inventaste la percepción a fin de poder elegir entre tus hermanos e ir en busca del pecado con ellos. 6El Espíritu Santo ve la percepción como un medio de enseñarte que la visión de la relación santa es lo único que deseas ver. 7Pues entonces depositarás toda tu fe en la santidad, al desearla y creer en ella por razón de tu deseo.

7. La fe y la creencia se unen a la visión, ya que todos los medios que una vez sirvieron para los fines del pecado se canalizan ahora hacia la santidad. 2Pues a lo que tú llamas pecado, no es más que una limitación, y odias a todo aquel que tratas de redu­cir a un cuerpo porque le temes. 3Al negarte a perdonarlo, lo con­denas al cuerpo porque tienes en gran estima los medios del pecado. 4así, depositas toda tu fe y creencia en el cuerpo. 5Pero la santidad quiere liberar tu hermano, y eliminar el odio elimi­nando el miedo, no en el nivel de los síntomas, sino de raíz.

8Aquellos que quieren liberar a sus hermanos del cuerpo no tie­nen miedo. 2Pues han renunciado a los medios del pecado al ele­gir que se eliminen todas sus limitaciones. 3Puesto que desean ver a sus hermanos bajo el manto de la santidad, el poder de su creen­cia y de su fe ve más allá del cuerpo, facilitando la visión, no obstruyéndola. 4Pero antes de eso decidieron reconocer lo mucho que su fe había limitado su entendimiento del mundo, y desearon depositarla en otro lugar en caso de que se les ofreciese otro punto de vista. 5Los milagros que siguen a esta decisión nacen también de la fe. 6Pues a todos aquellos que eligen apartar su mirada del pecado se les concede la visión y se les conduce a la santidad. 

9. Aquellos que creen en el pecado deben pensar que el Espíritu Santo exige sacrificios, pues creen que ésa es la manera de alcan­zar su objetivo. 2Hermano, el Espíritu Santo sabe que el sacrificio no aporta nada. 3Él no hace tratos. 4si intentas imponerle lími­tes, lo. odiarás porque tendrás miedo de Él. 5El regalo que Él te ha hecho es mucho más valioso que cualquier otra cosa a este lado del Cielo. 6El momento en que esto se ha de reconocer está al llegar. 7Une tu conciencia a lo que ya está unido. 8La fe que depo­sitas en tu hermano puede lograrlo, 9pues Aquel que ama el mundo lo está viendo por ti, sin ninguna mancha de pecado sobre él y envuelto en una inocencia tal que contemplarlo es con­templar la belleza del Cielo.

10. Tu fe en el sacrificio ha hecho que éste tenga gran poder ante tus ojos, salvo que no te das cuenta de que no puedes ver debido a él. 2Pues sólo se le puede exigir sacrificio al cuerpo, y sólo otro cuerpo podría exigirlo. 3La mente, de por sí, no podría ni exigirlo ni recibirlo. 4El cuerpo tampoco. 5La intención está en la mente, que trata de valerse del cuerpo para poner en práctica los medios del pecado en los que ella cree. 6Y así, los que valoran el pecado no pueden sino creer que la mente y el cuerpo están unidos. 7Y de este modo, el sacrificio es, invariablemente, un medio para impo­ner límites, y, por consiguiente, para odiar.

11. ¿Crees acaso que al Espíritu Santo le preocupa eso? 2Él no te da aquello de lo que, de acuerdo con Su propósito, te quiere apartar. 3Tú crees que Él te quiere privar de algo por tu propio bien. 4Pero los términos "bien" y "privación" son opuestos, y no pueden reconciliarse de ninguna forma que tenga significado. 5Es como decir que la luna y el sol son una misma cosa porque vienen de noche y de día respectivamente, y que, por lo tanto, no pueden sino formar una unidad. 6Mas ver uno de ellos significa que el otro ya no se puede ver. 7Tampoco es posible que lo que irradia luz sea lo mismo que lo que depende de la oscuridad para poder ser visto. 8Ninguno de ellos exige el sacrificio del otro. 9Cada uno de ellos, no obstante, depende de la ausencia del otro.

12. El cuerpo se concibió para que sirviese de sacrificio al pecado, y así es como aún se le considera en las tinieblas. 2A la luz de la visión, no obstante, se le considera de manera muy distinta. 3Pue­des confiar en que servirá fielmente al propósito del Espíritu Santo, y puedes conferirle poder para que se vuelva un instru­mento de ayuda a fin de que los ciegos puedan ver. 4Mas cuando ellos vean, mirarán más allá de él, al igual que tú. 5la fe y a la creencia que depositaste en el cuerpo les corresponde estar más allá de él. 6Transferiste tu percepción, tu creencia y tu fe de la mente al cuerpo. 7Deja que éstas les sean devueltas ahora a aque­llo que las produjo y que todavía puede valerse de ellas para salvarse de lo que inventó.















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