DESPERTAR AL AMOR

lunes, 21 de septiembre de 2020

21 SEPTIEMBRE: El Amor de Dios me rodea.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 264


El Amor de Dios me rodea.


1. Padre, estás delante y detrás de mí, a mi lado, allí donde me veo a mí mismo y dondequiera que voy. 2Estás en todo lo que contemplo, en los sonidos que oigo y en cada mano que busca la mía. 3En Ti el tiempo desaparece, y la idea del espacio se vuelve una creencia absurda. 4Pues lo que rodea a Tu Hijo y lo mantiene a salvo es el Amor Mismo. 5No hay otra fuente que ésa, y no hay nada que no comparta Su santidad, nada que se encuentre aparte de Tu única creación o que carezca del Amor que envuelve a todas las cosas dentro de Sí. 6Padre, Tu Hijo es como Tú. 7Hoy apelamos a Ti en Tu Propio Nombre, para estar en paz dentro de Tu eterno Amor.


2. Hermanos míos, uníos a mí en este propósito hoy. 2Ésta es la plegaria de la salvación. 3¿No deberíamos acaso unirnos a lo que ha de salvar al mundo y a nosotros junto con él?



Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

La mayor parte de la lección de hoy es una oración preciosa, y mi sugerencia es que tomemos el tiempo no sólo de leerla, sino de leerla en voz alta, con todo el sentimiento de que seamos capaces. Jesús dice:

Hermanos míos, uníos a mí en este propósito hoy. Ésta es la plegaria de la salvación. (2:1-2)

¿Lo vas a hacer? Quizá podemos hacer una pausa al mediodía, cada uno en su zona horaria, y al hacerlo, darnos cuenta de que otros se están uniendo a nosotros en ese mismo momento para hacer juntos esta misma oración. Y Jesús se une a todos nosotros cada vez que repetimos: “Que a través nuestro, el mundo sea bendecido con paz” (L.360).

(Si no puedes hacer una pausa al mediodía, hazla en cualquier otro momento. Alguien, en alguna parte, se estará uniendo a ti.)

Imagínate el efecto en ti si por lo menos una vez por hora, y más si es posible, sencillamente te paras un instante y en silencio repites para tus adentros: “El Amor de Dios me rodea”.

“Dios es tu seguridad” dice la Lección 261. El propósito de estas diez lecciones es centrar nuestra atención sobre el amor, que es “invisible”, en lugar de prestar atención al cuerpo, que es visible. Un párrafo del Texto, que da la casualidad que estoy leyendo hoy, dice:

Cuando hiciste que lo que no es verdad fuese visible, lo que es verdad se volvió invisible para ti… Es invisible para ti porque estás mirando a otra cosa. (T.12.VIII.3:1,3)

Por lo tanto, lo que no se ve no ha desaparecido. El amor sigue estando en mi mente porque Dios lo puso allí. El amor sigue estando en todo, rodeándome, y lo veré si dejo de buscar otra cosa. Jesús dice que si miramos al amor el tiempo suficiente, lo que no existe se hará invisible para nosotros. Ese proceso es el cambio del que habla el Curso. Cuando dejamos de querer ver algo diferente al amor, sólo veremos amor. Ese resultado es inevitable porque el amor es lo único que existe.

Queremos ver separación, queremos ver cuerpos, porque pensamos que de algún modo eso nos mantiene a salvo. Mantiene nuestra individualidad. Sin embargo, nuestra verdadera seguridad está en el amor. Nuestra verdadera seguridad está en darnos cuenta de que somos parte de ese inmenso océano de amor que nunca termina. El cuerpo, el ego y la consciencia individual (separada del resto) no son lo que necesitamos conservar y aferrarnos a ello. Más bien, lo que necesitamos es unirnos a la Consciencia Universal y hacer nuestro papel en la unión con la Mente Universal, sin ningún propósito para esta parte pequeñita, sino únicamente un propósito que sirve al Todo.

El modo de sentir amor es dándolo. Pues si el amor es compartir, ¿cómo ibas a poder encontrarlo excepto a través de sí mismo? (T.12.VIII.1:5). Hoy voy a abrir mi corazón para amar a todos. Que sepa que ésta es mi función. Cuando abro mi corazón para que el amor se extienda hacia fuera, el amor entra a raudales. Y lo que amo es a mí mismo, y no algo que está separado de mí. No soy sólo una parte, existo en relación con todo el universo. El Todo está en cada parte. Todo está relacionado con todo lo demás, y sólo el Todo tiene significado. El Amor de Dios me rodea.


¿Qué es el cuerpo? (Parte 4)

L.pII.5.2:4-9

Nuestra identificación con el cuerpo parece protegernos del Amor. La locura del ego cree que la muerte “demuestra” que estamos separados. Sin embargo, en la realidad únicamente existe nuestra unidad. Si somos uno, la lección pregunta:

Pues si su unidad aún permaneciese intacta, ¿quién podría atacar y quién podría ser ata-cado? ¿Quién podría ser el vencedor? ¿Quién la presa? (2:4-6)

Creemos que el ataque es real, que hay víctimas y asesinos. Si nuestra unidad aún permanece intacta (2:4), esto no puede ser real. Y por lo tanto esas apariencias deben ser ilusorias, o de otro modo la unidad habría sido destruida. Los horrores de este mundo son los intentos del ego de demostrar la destrucción de la unidad. La muerte es la prueba del ego de que “el eterno Hijo de Dios puede ser destruido” (2:9). Como alumnos del Espíritu Santo, negamos esto.

No negamos que, dentro de la ilusión, existan víctimas y asesinos. No fingimos que, debido a las bombas, niños hayan saltado por los aires, que no se practique el genocidio, que no haya atrocidades, que no esté habiendo guerras, que por todo el mundo no se estén destruyendo vidas y familias y estabilidad emocional. Todo esto es verdad dentro de la ilusión. Lo que negamos es toda la ilusión. Negamos que este cuadro represente a la realidad. Negamos que algo real pueda ser amenazado. Somos conscientes de que lo que vemos es sólo un sueño. Vemos a los personajes del sueño ir y venir, variar y cambiar, sufrir y morir. Mas no nos dejamos engañar por lo que vemos (M.12.6:6-8). Damos testimonio de la realidad, invisible a los ojos del cuerpo, pero que se ve con los ojos de Cristo.


La verdad es: la Unidad existe. El mundo, el cuerpo y la muerte, niegan esta verdad. Nuestra función como obradores de milagros es “negar la negación de la verdad” (T.12.II.1:5). Negamos la separación, que es la negación de la verdad. Estamos con las manos extendidas para ayudar y, sobre todo, para demostrar la verdad de nuestra eterna unidad con nuestras palabras, nuestras acciones y nuestros pensamientos.







TEXTO


Capítulo 23


LA GUERRA CONTRA TI MISMO



Introducción


1. ¿No te das cuenta de que lo opuesto a la flaqueza y a la debili­dad es la impecabilidad*2La inocencia es fuerza, y nada más lo es. 3Los que están libres de pecado no pueden temer, pues el pecado, de la clase que sea, implica debilidad. 4La demostración de fuerza de la que el ataque se quiere valer para encubrir la fla­queza no logra ocultarla, pues, ¿cómo se iba a poder ocultar lo que no es real? 5Nadie que tenga un enemigo es fuerte, y nadie puede atacar a menos que crea tener un enemigo. 6Creer en enemigos es, por lo tanto, creer en la debilidad, y lo que es débil no es la Volun­tad de Dios. 7Y al oponerse a ésta, es el "enemigo" de Dios. 8Y así, se teme a Dios, al considerársele una voluntad contraria.

2. ¡Qué extraña se vuelve en verdad esta guerra contra ti mismo! 2No podrás sino creer que todo aquello de lo que te vales para los fines del pecado puede herirte y convertirse en tu enemigo. 3lucharás contra ello y tratarás de debilitarlo por esa razón, y cre­yendo haberlo logrado, atacarás de nuevo. 4Es tan seguro que tendrás miedo de lo que atacas como que amarás lo que percibes libre de pecado. 5Todo aquel que recorre con inocencia el camino que el amor le muestra, camina en paz. 6Pues el amor camina a su lado, resguardándolo del miedo. 7Y lo único que ve son seres inocentes, incapaces de atacar.

3. Camina gloriosamente, con la cabeza en alto, y no temas nin­gún mal. 2Los inocentes se encuentran a salvo porque comparten su inocencia. 3No ven nada que sea nocivo, pues su conciencia de la verdad libera a todas las cosas de la ilusión de la nocividad. 4lo que parecía nocivo resplandece ahora en la inocencia de ellos, liberado del pecado y del miedo, y felizmente de vuelta en los brazos del amor. 5Los inocentes comparten la fortaleza del amor porque vieron la inocencia. 6todo error desapareció porque no lo vieron. 7Quien busca la gloria la halla donde ésta se encuentra. 8¿Y dónde podría encontrarse sino en los que son inocentes?

4. No permitas que las pequeñas interferencias te arrastren a la pequeñez. 2La culpabilidad no ejerce ninguna atracción en el estado de inocencia. 3¡Piensa cuán feliz es el mundo por el que caminas con la verdad a tu lado! 4No renuncies a ese mundo de libertad por un pequeño anhelo de aparente pecado, ni por el más leve destello de atracción que pueda ejercer la culpabilidad. 5¿Despreciarías el Cielo por causa de esas insignificantes distracciones? 6Tu destino y tu propósito se encuentran mucho más allá de ellas, en un lugar nítido donde no existe la pequeñez. 7Tu pro­pósito no se aviene con ninguna clase de pequeñez. 8De ahí que no se avenga con el pecado.

5. No permitamos que la pequeñez haga caer al Hijo de Dios en la tentación. 2Su gloria está más allá de toda pequeñez, al ser tan inconmensurable e intemporal como la eternidad. 3No dejes que el tiempo enturbie tu visión de él. 4No lo dejes solo y atemorizado en su tentación, sino ayúdalo a que la supere y a que perciba la luz de la que forma parte. 5Tu inocencia alumbrará el camino a la suya, y así la tuya quedará protegida y se mantendrá en tu conciencia. 6Pues, ¿quién puede conocer su gloria y al mismo tiempo percibir lo pequeño y lo débil en sí mismo? 7¿Quién puede cami­nar temblando de miedo por un mundo temible, y percatarse de que la gloria del Cielo refulge en él?

6. No hay nada a tu alrededor que no forme parte de ti. 2Contém­plalo amorosamente y ve la luz del Cielo en ello. 3Pues así es como llegarás a comprender todo lo que se te ha dado. 4El mundo bri­llará y resplandecerá en amoroso perdón, y todo lo que una vez considerabas pecaminoso será re-interpretado ahora como parte integrante del Cielo. 5¡Qué bello es caminar, limpio, redimido y feliz, por un mundo que tanta necesidad tiene de la redención que tu inocencia vierte sobre él! 6¿Qué otra cosa podría ser más impor­tante para ti? 7Pues he aquí tu salvación y tu libertad. 8Y éstas tienen que ser absolutas para que las puedas reconocer.






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