DESPERTAR AL AMOR

domingo, 27 de septiembre de 2020

27 SEPTIEMBRE: Hoy no utilizaré los ojos del cuerpo.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 270


Hoy no utilizaré los ojos del cuerpo.


1. Padre, la visión de Cristo es el don que me has dado, el cual tiene el poder de transformar todo lo que los ojos del cuerpo contemplan en el panorama de un mundo perdonado. 2¡Cuán glorioso y lleno de gracia es ese mundo! 3No obstante, ¡cuánto más podré contemplar en él que lo que puede ofrecerme la vista! 4Un mundo perdonado significa que Tu Hijo reconoce a su Padre, permite que sus sueños sean llevados ante la verdad y aguarda con gran expectación el último instante de tiempo en el que éste acaba para siempre, conforme Tu recuerdo aflora en su memoria. 5Y ahora su voluntad es una con la Tuya. 6Ahora su función no es sino la Tuya Propia, y todo pensamiento salvo el Tuyo ha desaparecido.


2. El sosiego de hoy bendecirá nuestros corazones y, a través de ellos, la paz descenderá sobre todo el mundo. 2Cristo se convierte en nuestros ojos hoy. 3Y mediante Su vista le ofrecemos curación al mundo a través de Él, el santo Hijo que Dios creó íntegro; el santo Hijo a quien Dios creó como uno solo.





Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Por supuesto esto no significa que vaya a caminar con los ojos vendados, chocándome con las cosas. Sin embargo, no voy a dejar que mi vista se detenga en lo físico. No voy a “usar” la información de los ojos, no voy a depender de eso.

La visión de Cristo es el don que me has dado, el cual tiene el poder de transformar todo lo que los ojos del cuerpo contemplan en el panorama de un mundo perdonado. (1:1)

Ahí está otra vez esa palabra “transformar”. Lo que hoy quiero ver, Maestro mío, es un mundo perdonado. Quiero ver la verdad detrás de todas las apariencias. Mi función, la función de cada Hijo de Dios, es la de transformador o traductor. Estamos aquí para sanar al mundo al verlo de manera diferente, y así nos curamos también nosotros.

Uno de los componentes principales de esa visión es la ausencia de juicios. Sin condena. Sin culpa. Sin exigir cambios fuera. Viendo que todos y todo se merecen amor, tal como son. Sin comparaciones ni valoraciones, sin hacer diferencias, sino viendo a todo como parte de Un Todo.

Perdonar es pasar por alto. Mira entonces más allá del error, y no dejes que tu percepción se fije en él, pues, de lo contrario, creerás lo que tu percepción te muestre. Acepta como verdadero sólo lo que tu hermano es, si quieres conocerte a ti mismo. Percibe lo que él no es, y no podrás saber lo que eres porque lo estarás viendo falsa-mente. (T.9.IV.1:2-5)

No sabes cómo pasar por alto los errores pues, de lo contrario, no los cometerías. (T.9.IV.2:2)

Se nos dice que pasemos por alto los errores. Luego se nos dice que no sabemos cómo hacerlo. Por lo que tenemos que volvernos hacia el Espíritu Santo. Una lección que me parece fundamental en el Curso es: “No confíes en tu percepción. No utilices los ojos del cuerpo. No pienses que ver empieza y termina con la vista física y con nuestras propias interpretaciones mentales.

Lo que hacemos mientras vamos por el mundo es algo parecido a esto: vemos algo. Nuestra mente lo interpreta y casi siempre con una valoración o juicio. En ese momento lo que tenemos que hacer es reconocer que no podemos juzgar y abandonarlo. Abandonamos nuestra percepción. No pensamos que es peligroso o temible o pecado, simplemente reconocemos que no significa nada (M.16.10:8). Ese abandonar nuestras percepciones es el paso fundamental. “Y a cambio de ese "sacrificio", se le restaura el Cielo en su conciencia” (M.16.10:10).

Nos hacemos a un lado y ocupamos lo que parece ser una posición inferior. Decimos: “No entiendo lo que significa esto”. Ésta es la primera lección del Libro de Ejercicios: “Nada de lo que veo… significa nada” (L.1).

Y luego nos abrimos al Espíritu Santo. “Quiero ver las cosas de otra manera”. Eso es. Si llegas hasta aquí, te quedarás encantado porque Dios contestará esa petición. Verás las cosas de otra manera. Quizá no inmediatamente, no en ese instante, pero sucede. ¿Cómo? ¡No lo sé! Entender el cómo de la Expiación no es nuestro trabajo ni nuestra función, sino la Suya.



¿Qué es el cuerpo? (Parte 10)

L.pII.5.5:4-8

El amor es tu seguridad. El miedo no existe. (5:4-5)

Cuando no utilice los ojos del cuerpo, esto es lo que veré. Cuando abandone mi fe ciega en la percepción de las cosas, veré amor. Los ojos del cuerpo se hicieron con miedo y se hicieron para ver miedo. Necesito poner fin a mi confianza en este mecanismo de la percepción, y pedir una nueva: la visión de Cristo.

La frase: “El miedo no existe”, me puede parecer increíble, especialmente al avanzar en mi práctica del Curso, porque una de las consecuencias de practicar el Curso es que todos los tipos de miedos enterrados en mi mente empiezan a salir. Sin embargo, el Curso me enseña que lo que ha sucedido es esto: para esconderme a mí mismo mi propia naturaleza de amor, mi ego ha inventado todo tipo de miedos, luego me parecieron tan aterradores que los reprimí o negué, y los tapé con disfraces engañosos apoyados por mi percepción del mundo. Ahora al abandonar mi confianza en la percepción, los disfraces están desapareciendo, y los miedos que yo había enterrado están saliendo a la superficie. Entonces, este sencillo mensaje es un remedio para esos miedos que salen: “El miedo no existe”. En otras palabras, lo que estoy viendo no es real, es una ilusión que yo me he inventado.

Identifícate con el amor, y estarás a salvo. Identifícate con el amor, y estarás en tu morada. Identifícate con el amor, y hallarás tu Ser. (5:6-8)

Cuando empiezo a mirar dentro, veo todas estas diferentes formas de miedo. En lugar de luchar con el miedo, o de escapar, o de enterrarlo de nuevo, necesito aprender a mirar más allá al amor que están ocultando. Tenemos que atravesar lo que el Curso llama “el anillo de temor” (ver T.18.IX, especialmente los párrafos 3 y 4). Aquí es donde la mayoría de nosotros nos quedamos atascados. El miedo parece demasiado real.

Voy a permitir hoy que el Espíritu Santo me muestre que esta aparentemente infranqueable muralla de miedo no es nada realmente. Está hecha de nubes que no pueden detener ni una pluma. Voy a tomar Su mano y dejar que Él me conduzca a través de esa muralla a la verdad, a mi Ser, y a mi hogar. Voy a identificarme con el amor y encontrar mi seguridad.


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