DESPERTAR AL AMOR

viernes, 4 de septiembre de 2020

4 SEPTIEMBRE: Sin el perdón aún estaría ciego.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS

LECCIÓN 247

Sin el perdón aún estaría ciego.

1. El pecado es el símbolo del ataque. 2Si lo veo en alguna parte, sufriré. 3Pues el perdón es el único medio por el que puedo alcan­zar la visión de Cristo. 4Permítaseme aceptar que lo que Su visión me muestra es la simple verdad y sanaré completamente. 5Ven hermano, déjame contemplarte. 6Tu hermosura es el reflejo de la mía. 7Tu impecabilidad, la mía propia. 8Has sido perdonado, y yo junto contigo.

2. Así es como quiero vera todo el mundo hoy. 2Mis hermanos son Tus Hijos. 3Tu Paternidad los creó y me los confió como parte de Ti, así como de mi propio Ser. 4Hoy Te honro a través de ellos, y así espero en este día poder reconocer mi Ser.



Instrucciones para la práctica

Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.
Lee la lección.
Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.

   Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.

Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.

Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Recuerda la idea. Permanece con Dios, deja que Él te ilumine.

Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Utiliza la idea del día como una llamada a Dios y desaparecerán todas las tentaciones.

Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.

         Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
         Piensa en ella durante un rato.

Observaciones generales: Ahora, en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos, empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita para que Él venga a ti.

Comentario

En realidad, toda falta de perdón es a mí mismo. Hoy estoy viendo una forma más astuta de falta de perdón. Quizá estoy dispuesto a admitir que mis sentimientos no amorosos y desgraciados se deben a mi propia voluntad y elección en el pasado. Si de verdad miro a mi ego sin juzgarlo, podré reconocer que me estoy sintiendo ahora sin amor y sin felicidad porque estoy eligiendo estos sentimientos ahora, en este momento. Si no puedo hacer eso, todavía estoy escuchando a la voz de la culpa.

Durante un instante, el pecado y la Expiación (corrección) deben ponerse juntos sobre el altar de tu mente en paz. La culpa debe traerse al ahora para que sea sanada.

Si evito mirar a mi identificación con el ego en este momento, si evito mirar a mi culpa ahora, entonces me estoy cegando a mí mismo. Debido al perfecto poder de mi mente, evitar mirar al ego en este momento significa que nunca lo veo en el momento presente. Voy tropezando por la vida ciego a mi ego en el momento presente. Siempre me pilla sin estar vigilante. Una y otra vez el ego me pone la zancadilla, y tropiezo y caigo, diciendo como un tonto: “¡Oh, eso debe haber sido mi ego!”

Para decirle “Sí” a Dios, tengo que reconocer que en este momento estoy diciendo “No”. “"Sí" tiene que significar "que no has dicho no"” (T.21.VII.12:4). Lo más importante no es decir “sí” sino darme cuenta de que estoy diciendo “no”. Cuando me dé cuenta de ello, dejaré de hacerlo. Y cuando abandono mi “no”, me doy cuenta de la paz que siempre ha estado ahí. Decirle “no” al “no”, negar la negación, es la manera de decir “sí”. Pero no puedo decirle “no” al “no” hasta que me dé cuenta de que estoy diciendo “no”.

Una prueba que no falla de que no he admitido mi culpa es que todavía la estoy proyectando sobre otros. Todavía estoy inventando excusas para mí mismo, todavía estoy hablando de mis debilidades, sintiendo que “nunca lo conseguiré”. O me empeñaré en que otros admitan su responsabilidad por la situación de la relación. Si alguien intenta hacerme ver mi responsabilidad de las cosas, me siento atacado, aunque lo hagan con verdadero amor. Diré cosas como: “No me di cuenta de lo que estaba haciendo”, o “En aquel momento no me di cuenta de que te estaba atacando”. Seguiré sintiendo que, aunque yo haya actuado desde mi ego, tú también lo has hecho, y también podías admitirlo.

“No era consciente” o “No me di cuenta de lo que estaba haciendo” ¡no es una excusa! Si no me doy cuenta, sólo hay una razón: yo estaba eligiendo no darme cuenta. Me he creado el hábito de negarme a ver mi culpa en el presente, y por eso, en cada momento presente vivo sin darme cuenta de mis pensamientos de ego.

El terror a mirar a mi ego ahora es tan grande que en el momento en que empiezo a darme cuenta quiero proyectar mi ego al pasado, alejarlo y negar que ahora estoy identificado con él. Pero la sanación tiene lugar únicamente en el presente, en el ahora. El horror del ego, el deseo de separarme y de asesinar a mi hermano debe verse en el ahora para que sea sanado. Cuando lo permito, la sanación siempre tiene lugar. Traída al presente, la culpa encuentra al Espíritu Santo y a la Expiación, pues ése es el único tiempo y lugar. La Expiación vive y eso es todo lo que vive en el presente. La culpa está aquí y luego ha desaparecido de la existencia. La culpa no puede existir en presencia de la Expiación, tal como la oscuridad no puede existir en la luz.

Si no veo inocencia en mis hermanos, estoy escondiendo la culpa en mí mismo. No hay culpa sino la mía propia. Y cuando me dé cuenta de ello, no habrá culpa en absoluto.

¿Qué es el mundo? (Parte 7)

L.pII.3.4:1-2

Aunque nuestra vista se hizo para alejarnos de la verdad, “puede asimismo tener otro propósito” (4:1). El propósito que el ego tiene para lo que vemos puede ser sustituido por un nuevo propósito, el del Espíritu Santo. “Hemos aprendido, no obstante, que el Espíritu Santo tiene otro uso para todas las ilusiones que tú has forjado, y, por lo tanto, ve en ellas otro propósito” (L.64.2:2). “El Espíritu Santo te enseña a usar lo que el ego ha fabricado a fin de enseñarte lo opuesto a lo que el ego ha „aprendido‟” (T.7.IV.3:3). Así pues el Espíritu Santo nos enseña a usar nuestros ojos y oídos para ver la unidad y la Presencia de Dios en todo, en lugar de la separación y la ausencia de Dios.

Todo sonido se convierte en la llamada de Dios, y Aquel a quien Dios designó como el Salvador del mundo puede conferirle a toda percepción un nuevo propósito. (4:2)

Lo dicho al principio podría hacernos pensar que, puesto que nuestros ojos se hicieron para ver el error, ahora no nos sirven para nada. Pero el Espíritu Santo usará todo lo que el ego ha hecho. Él utiliza el cuerpo como un instrumento de comunicación. Él utiliza nuestras relaciones especiales para enseñarnos el perdón, el amor y la unión. Él utiliza nuestra capacidad de aprender (hecha para aprender el error) para enseñarnos la verdad. Él utiliza todo el mundo como un aula de aprendizaje del perdón y como un reflejo del Cielo. No hay nada que el ego haya inventado que no pueda ser usado por el Espíritu Santo. Así que al final, no hay pérdida en absoluto, porque todas las energías del ego han sido “recicladas” o transformadas por el Espíritu Santo para Su propósito.





TEXTO

V. La función de la razón

 

1. La percepción selecciona y configura el mundo que ves. 2Lite­ralmente lo selecciona siguiendo las directrices de la mente. 3Las leyes del tamaño, de la forma y de la luminosidad tendrían vali­dez, quizá, si otras cosas fuesen iguales. 4Pero no lo son. 5Pues es mucho más probable que halles lo que buscas que lo que prefie­res pasar por alto. 6La apacible y queda Voz que habla en favor de Dios no se ve ahogada por los estridentes gritos e insensatos arranques de furia con los que el ego acosa a aquellos que desean escucharla. 7La percepción es una elección, no un hecho 8Pero de esta elección depende mucho más de lo que te has dado cuenta hasta ahora. 9Pues tu creencia acerca de quien eres depende ente­ramente de la voz que elijas escuchar y de los panoramas que elijas ver. 10La percepción da testimonio únicamente de esto, nunca de la realidad. 11Puede mostrarte, no obstante, bajo qué condiciones es posible tener conciencia de la realidad, o aquellas en las que nunca sería posible.

2. La realidad no necesita tu cooperación para ser lo que es. 2Pero tu conciencia de ella necesita tu ayuda, ya que tener esa concien­cia es algo que tú eliges. 3Si le prestas oídos a los dictados del ego y ves lo que él te indica ver, no podrás sino considerarte a ti mismo insignificante, vulnerable y  temeroso. 4Experimentarás depresión, una sensación de no valer nada, así como sentimien­tos de inestabilidad e irrealidad. 5Creerás que eres la desvalida víctima de fuerzas que están más allá de tu control y que son mucho más poderosas que tú. 6creerás que el mundo que fabri­caste rige tu destino. 7Pues tendrás fe en eso. 8Pero no creas que porque tengas fe en eso, ello pueda hacer que sea real. 

3. Hay otra visión y otra Voz en las que reside tu libertad que tan sólo están aguardando tu decisión. 2si depositas tu fe en Ellas, percibirás otro ser en ti. 3Este otro ser considera que los milagros son algo natural. 4Pues son tan simples y naturales para él como respirar lo es para el cuerpo. 5Constituyen la respuesta obvia a las peticiones de ayuda, que es la única que él ofrece. 6Los mila­gros le parecen antinaturales al ego porque no entiende cómo es posible que mentes separadas puedan influenciarse unas a otras. 7Y si estuviesen separadas ciertamente no podrían hacerlo. 8Pero las mentes no pueden estar separadas. 9Este otro ser es perfecta­mente consciente de esto. 10Y así, reconoce que los milagros no afectan la mente de otro, sino la suya propia. 11Los milagros siem­pre cambian tu mente, 12pues no hay ninguna otra.

4. No te das cuenta de hasta qué punto la idea de la separación ha interferido en el ejercicio de la razón. 2La razón mora en el otro ser que has excluido de tu conciencia. 3Y nada de lo que has permitido que permanezca en ella es capaz de razonar. 4¿Cómo va a ser posible que aquel segmento de la mente que está despro­visto de razón pueda entender lo que es la razón, o comprender la información que ésta le podría suministrar? 5De ese segmento pueden surgir todo tipo de preguntas, pero dado que la pregunta básica sólo puede proceder de la razón, él jamás la podrá plan­tear. 6Al igual que todo lo que procede de la razón, la pregunta básica es simple y obvia, si bien, aún no se ha planteado. 7Mas no creas que la razón no la podría contestar.

5. El plan de Dios para tu salvación no se habría podido estable­cer sin tu voluntad y consentimiento. 2Tuvo que haber sido acep­tado por el Hijo de Dios, pues lo que Dios dispone para él, él no puede sino aceptarlo. 3Y Dios no dispone nada sin Su Hijo, ni Su Voluntad depende del tiempo para consumarse. 4Por lo tanto, lo que se unió a la Voluntad de Dios tiene que encontrarse en ti ahora, puesto que es eterno. 5Tienes que haber reservado un lugar en el que el Espíritu Santo puede morar, y donde ya se encuentra. 6Él tiene que haber estado ahí desde que surgió la necesidad de Él, la cual quedó satisfecha en ese mismo instante: 7Eso es lo que tu razón te diría, si escuchases. 8Mas es claro que ése no es el razonamiento del ego. 9El hecho de que la naturaleza de tu razón le sea ajena al ego, es prueba de que no hallarás la respuesta en él. 10No obstante, si esto es así, dicha respuesta tiene que existir. 11Y si existe para ti, y su propósito es tu libertad, debes ser libre de encontrarla.

6. El plan de Dios es muy simple, nunca es indirecto ni se derrota a sí mismo. 2Dios no tiene otros Pensamientos excepto los que extienden Su Ser, y en esto tu voluntad tiene que estar incluida. 3Así pues, debe haber una parte en ti que conoce Su Voluntad y la comparte. 4No tiene sentido preguntar si lo que tiene que ser como es, lo es. 5Pero sí tiene sentido preguntar por qué no eres consciente de lo que no puede sino ser como es, pues debe haber una respuesta para ello si al plan de Dios para tu salvación no le falta nada. 6Y no puede faltarle nada porque su Fuente no conoce la incompleción

7. ¿Y dónde podría encontrarse la respuesta sino en la Fuente? 2¿Y dónde estás tú sino allí donde se encuentra esa misma respuesta? 3Tu Identidad, que es un efecto tan verdadero de esa Fuente como lo es la respuesta, tiene, por lo tanto, que estar unida a ella y ser lo mismo que ella. 4Por supuesto que sabes esto, y mucho más que esto. 5Pero cualquier parte del conocimiento supone una amenaza tan seria para la disociación como todo el conocimiento en sí. 6dispondrás de todo el conocimiento con cualquier parte de él. 7He aquí la parte que tú puedes aceptar. 8Puedes ver lo que la razón te señala porque los testigos a su favor son inequívocos. 9Sólo aquellos que son completamente dementes podrían hacer caso omiso de ellos, y tú ya has dejado atrás esa etapa. 10La razón es un medio que sirve para los fines del Espíritu Santo por derecho propio. 11No se puede re-interpretar ni re-canalizar para que se ajuste a la meta del pecado, tal como se hace con otros medios. 12Pues la razón está más allá del alcance de los medios del ego.

8. La fe, la percepción y la creencia pueden estar mal ubicadas y servir de apoyo tanto para las necesidades del gran embaucador como para las de la verdad. 2Pero la razón no tiene cabida en la locura, ni se puede adaptar a sus fines en modo alguno. 3La fe y la creencia están firmemente arraigadas en la locura, y conducen la percepción hacia aquello que la mente ha considerado valioso. 4Pero la razón no participa en esto en absoluto. 5Pues si se aplicase la razón, la percepción cesaría instantáneamente. 6La razón no forma parte de la demencia, pues ésta depende enteramente de la ausencia de aquella. 7El ego nunca hace uso de la razón porque no es consciente de su existencia. 8Los que son parcial­mente locos tienen acceso a ella, y sólo ellos la necesitan. 9El conocimiento no depende de la razón, y la locura la mantiene afuera.

9. La parte de la mente donde reside la razón se consagró, de acuerdo con tu voluntad en unión con la de tu Padre, al des-hacimiento de la demencia. 2Ahí el propósito del Espíritu Santo se aceptó y consumó simultáneamente. 3La razón le es ajena a la demencia, y aquellos que hacen uso de ella han adquirido un medio que no puede dedicarse al pecado. 4El conocimiento está mucho más allá de lo que se puede lograr. 5Pero la razón puede servir para abrir las puertas que tú le cerraste.

10Ya estás muy cerca de esto. 2Tu fe y tus creencias han cambiado y has hecho la pregunta que el ego nunca haría. 3¿No te dice tu razón ahora que la pregunta debe haber emanado de algo que tú no conoces, pero que aún así debe ser parte de ti? 4La fe y la creencia, apoyadas por la razón, producen forzosamente un cambio en tu percepción. 5Y con este cambio se le hace sitio a la visión. 6La visión se extiende más allá de sí misma, tal como lo hacen el propósito al que sirve, así como todos los medios para su consecución.























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