DESPERTAR AL AMOR

jueves, 10 de septiembre de 2020

10 SEPTIEMBRE: Mi Ser es amo y señor del universo.

AUDIOLIBRO


EJERCICIOS

LECCIÓN 253


Mi Ser es amo y señor del universo.

1. Es imposible que me pase algo sin yo mismo haberlo pedido. 2Aun en este mundo, soy yo el que rige mi destino. 3Lo que sucede es lo que deseo. 4Lo que no ocurre es lo que no deseo que suceda. 5Tengo que aceptar esto. 6Pues de esta manera se me conduce más allá de este mundo a mis creaciones -las criaturas de mi volun­tad- , las cuales moran en el Cielo junto con mi santo Ser y con Aquel que me creó.


2. Tú eres el Ser a Quien Tú creaste como el Hijo, el cual crea como Tú y es uno Contigo. 2Mi Ser, que es señor y amo del universo, no es sino la perfecta unión de Tu Voluntad con la mía, la cual no puede sino asentir gustosamente a la Tuya, de modo que pueda extenderse hasta Sí Misma. 


Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

La lección de hoy es quizá la más “escandalosa” a los ojos del ego. Hay una extraña contradicción acerca del ego. Queriendo ser el amo del universo, ve la afirmación de esa función como la mayor blasfemia. Afirmar que mi Ser es amo y señor del universo le corta las alas al ego y destruye todo sobre lo que se apoya. La idea de la proyección, de encontrar culpa en lo que está equivocado fuera de mí, acaba.

No me sucede nada que yo no haya pedido (1:1). Es “imposible”. Eso parece una verdad muy fuerte. Por si intentamos suavizarla, la lección inmediatamente añade: “Aun en este mundo, soy yo el que rige mi destino” (1:2). Nuestro miedo a esta verdad es que parece hacernos terriblemente culpables. El Curso siempre nos pide que aceptemos un cien por cien de responsabilidad con un cero por cien de culpa.

Lo que sucede es lo que deseo. Lo que no ocurre es lo que no deseo que suceda. (1:3-4)

No hay modo de escapar a la comprensión de lo que el Curso está diciendo aquí. El ego nos dice que nos hace culpables. En realidad, nos da completo poder sobre nuestra vida. Piensa en cuál es la alternativa a estas afirmaciones: “Las cosas me suceden sin que importe lo que yo quiera. No tengo control sobre lo que no sucede”. Este sistema de creencias, que todos tenemos, nos deja indefensos, víctimas sin esperanzas de cosas que no están bajo nuestro control. Es el sistema de creencias de la culpa, el intento de evitar la realidad de nuestro Ser, que todo lo puede. Es la voz del ego intentando echar la culpa a todo lo demás, a cualquier cosa excepto a nuestra propia mente.

“Mi Ser es amo y señor del universo”. En esto está mi libertad. “Tengo que aceptar esto” (1:5). Date cuenta de que esto no habla de mi “ser individual”, la ilusión de nosotros mismos que todos nos hemos inventado. Habla del Ser, con “S” mayúscula, el Ser que compartimos con toda la creación. De lo que hablamos es de nuestra Mente colectiva, la Mente de todos nosotros. Es responsabilidad individual de cada uno de nosotros elegir de manera diferente, darle la vuelta a la tendencia de la Mente de la Filiación (todos los Hijos de Dios). Desde este punto de vista, no hay nada sino Yo, el único Hijo de Dios. Cada uno de nosotros es el todo, pues el todo está en cada parte.
Tenemos que aceptar la verdad de la lección de hoy, es el único modo de escapar del infierno. Todo lo que no esté de acuerdo con esto es la negación de nuestra divinidad, la afirmación de la separación. Únicamente al aceptar esto “se me conduce más allá de este mundo a mis creaciones” (1:6).

En la oración final, dirigida a Dios, decimos: “Tú eres el Ser a Quien Tú creaste como el Hijo, el cual crea como Tú y es uno Contigo” (2:1). Dios Mismo es nuestro Ser. Somos Su extensión, somos de Él, somos como Él, somos uno con Él. Mi verdadero Ser es mi voluntad en perfecta unión con la de Dios, totalmente de acuerdo con la propia extensión de Dios en mí y a través de mí (2:2). Si Dios es mi Ser, y Dios es amo y señor del universo, también lo soy yo.

¿Qué significa esto en la práctica? Significa que tengo que empezar a aceptar que soy responsable de lo que veo, que elijo los sentimientos que experimento y decido el objetivo que quiero alcanzar, y que todo lo que parece sucederme yo mismo lo he pedido, y se me concede tal como lo pedí (T.21.II.2:3-5). Significa que veo, en cada instante, que es elección mía elegir sufrir o ser feliz. Significa que empiezo a negar el poder de todas las cosas de afectarme. Significa que acepto mi papel de amo y señor de mi propia mente. Empiezo a reconocer el poder de lo que yo quiero, y que “lo que es tan poderoso como para construir todo un mundo puede también abandonarlo” (T.21.II.4:10).

¿Qué es el pecado? (Parte 3)

L.pII.4.2:1-4

Como ya hemos visto, “El cuerpo es el instrumento que la mente fabricó en su afán por engañarse a sí misma” (2:1). El propósito del cuerpo, tal como lo ve el ego, es “luchar” (2:2). Estar en conflicto y competir con otros cuerpos, a menudo por otros cuerpos. El cuerpo lucha, se forja su existencia de este mundo con el sudor de su frente y con el ataque a otros cuerpos. Su ley es la ley de la selva: “Mata o te matarán” (M.17.7:11).

¿Significa esto que el cuerpo es algo odioso y malvado, algo que hay que despreciar y someter? No. El propósito del cuerpo de luchar puede cambiar (2:3). En manos del ego, el propósito es la lucha sin fin. La lucha es lo que mantiene al ego. Pero en manos del Espíritu Santo, nuestra lucha toma el propósito de la verdad, en lugar de las mentiras.

El Espíritu Santo puede usar todo lo que el ego ha inventado para deshacer los propósitos del ego. Él puede utilizar nuestras relaciones especiales, nuestras palabras y pensamientos, el mundo, nuestro cuerpo, todo para servir al propósito de la verdad. La clave está en cambiar de propósito, el propósito que el cuerpo y todo lo relacionado con él sirve. Una relación especial se vuelve santa cuando se cambia su propósito del pecado a la santidad, de intentar encontrar lo que creemos que nos falta a intentar recordar que ya lo tenemos todo.

En palabras de una antigua canción cristiana, podemos decir:


Toma mi vida y conságrala a Ti, Señor.
Tomas mis momentos y mis días,
que fluyan en continua alabanza.
Toma mis manos y que se muevan
a impulsos de Tu Amor.
Toma mis pies, y que se llenen
de mensajes Tuyos,
rápidos y hermosos por Ti.
Toma mis labios, y que se llenen
de mensajes Tuyos,
Toma mi voz, y que cante
Únicamente a mi Rey.


(Frances Ridley Havergill)






TEXTO


I. El mensaje de la relación santa


1. Deja que la razón dé otro paso. 2Si atacas a quien Dios quiere sanar y odias a quien Él ama, entonces tú y tu Creador tenéis voluntades diferentes. 3Pero si tú eres Su Voluntad, entonces debes creer que tú no eres quien eres. 4Puedes ciertamente creer esto y, de hecho, lo crees. 5tienes fe en ello y encuentras muchas pruebas a su favor. 6¿Y de dónde procede, te preguntas, tu extraño desasosiego, tu sensación de estar desconectado y tu constante temor de que tú no signifiques nada? 7Es como si hubieses llegado hasta aquí a la deriva, sin ningún plan, excepto el de seguir vagando, pues sólo eso parece seguro.

2. Sin embargo, hemos oído una descripción muy similar ante­riormente, pero no se refería a ti. 2Aun así, crees ser esa extraña idea que con tanta precisión se describe ahí. 3La razón te diría que es imposible que el mundo que ves a través de ojos que no son los tuyos tenga sentido para ti. 4¿A quién le devolvería sus mensajes esta forma de ver? 5Ciertamente no a ti, cuya visión es totalmente independiente de los ojos que contemplan al mundo. 6Si ésa no es tu visión, ¿qué podría mostrarte? 7El cerebro no puede interpretar lo que tu visión ve. 8Esto tú lo puedes comprender. 9El cerebro interpreta para el cuerpo del que forma parte. 10Pero tú no puedes comprender lo que dice. 11Sin embargo, lo has escuchado. 12Y te has esforzado durante mucho tiempo por entender sus mensajes.

3. No te has dado cuenta de que es imposible que puedas enten­der lo que nunca puede llegar hasta ti. 2Jamás has recibido men­saje alguno que hubieses podido entender. 3Pues has estado prestándole oídos a algo que no puede comunicarse en absoluto. 4Examina, entonces, lo que ha sucedido. 5Al negar lo que eres, y al estar firmemente, convencido de que eres otra cosa, esa "otra cosa" que tú has creído ser se ha convertido en tus ojos. 6Sin embargo, debe ser esa "otra cosa" la que ve, y al no ser quien tú eres te explica lo que ve. 7Tu verdadera visión haría, por supuesto, que todo esto fuese innecesario. 8Pero si tus ojos están cerrados y le pides a esa cosa que te dirija y te explique el mundo que ve, no verás razón alguna para no escuchar lo que te dice ni para sospe­char que no es verdad. 9La razón te diría que es imposible que sea verdad porque tú no lo entiendes. 10Dios no tiene secretos. 11Él no te conduce por un mundo de sufrimiento, esperando hasta el final de la jornada para decirte por qué razón te hizo pasar por eso.

4. ¿Qué podría mantenerse oculto de la Voluntad de Dios? 2Sin embargo, tú crees tener secretos. 3¿Qué podrían ser esos secretos sino otra "voluntad" tuya propia, separada de la Suya? 4La razón te diría que esto no es un secreto que deba ocultarse como si se tratase de un pecado. 5Pero ciertamente es un error. 6No permitas que tu temor del pecado impida la corrección del error, pues la atracción que ejerce la culpabilidad es sólo miedo. 7He aquí la única emoción que has inventado, independientemente de lo que aparente ser. 8He aquí la emoción de los secretos, de los pensa­mientos privados y del cuerpo. 9He aquí la emoción que se opone al amor y que siempre conduce a la percepción de diferencias y a la pérdida de la igualdad. 10He aquí la única emoción que te man­tiene en  las tinieblas, dependiente de ese otro ser que tú crees haber inventado para que te guíe por el mundo que él fabricó para ti.

5. La visión se te concedió, junto con todo lo que puedes com­prender. 2No te resultará difícil comprender lo que esta visión te dice, pues todo el mundo ve sólo lo que cree ser. 3Y tú comprenderás lo que tu visión te muestre porque es la verdad. 4Única­mente tu visión puede comunicarte lo que puedes ver. 5Te llega directamente, sin necesidad de ninguna interpretación. 6Lo que necesita interpretación tiene que ser algo ajeno a ti. 7Y un intér­prete al que no entiendes nunca podrá hacer que ello sea inteligi­ble para ti.

6. De todos los mensajes que has recibido y que no has enten­dido, sólo este curso está al alcance de tu entendimiento y puede ser entendido. 2Éste es tu idioma. 3Aún no lo entiendes porque tu comunicación es todavía corno la de un bebé. 4No se puede dar credibilidad a los balbuceos de un bebé ni a lo que oye, ya que los sonidos tienen un significado diferente para él, según la ocasión. 5ni los sonidos que oye ni las cosas que ve son aún estables. 6Pero lo que oye y todavía no comprende será algún día su len­gua materna, a través de la cual se comunicará con los que le rodean y ellos con él. 7Y esos seres extraños y cambiantes que se mueven a su alrededor serán quienes lo consuelen, y él recono­cerá su hogar y los verá allí junto con él.

7. Así es como renace en cada relación santa la capacidad de comunicar en vez de la de separar. 2Mas una relación santa, que apenas acaba de renacer de una relación no santa, y que, sin embargo, es más antigua que la vieja ilusión que acaba de reem­plazar, es como un bebé que ahora renaciera. 3Pero con este bebé se te devuelve la visión, ya que te hablará en un idioma que podrás entender. 4Este bebé no se nutre de "aquello otro" que tú creías ser. 5No fue dado ahí, ni tampoco fue recibido por nada excepto por ti mismo. 6Pues no es posible que dos hermanos se puedan unir, excepto a través de Cristo, Cuya visión los ve como uno.

8Santo hermano mío, piensa en lo que se te ha dado. 2Este infante te explicará lo que no entiendes y te lo presentará de una manera muy clara. 3Pues su idioma no será una lengua extraña. 4Él no necesitará ningún intérprete para comunicarse contigo, pues fuiste tú quien le enseñó lo que sabe debido a que tú lo sabías. 5Él no habría podido acudir a nadie excepto a ti, nunca a "aquello otro". 6Donde Cristo ha entrado nadie está solo, pues Él nunca podría encontrar Su morada entre los que creen estar separados. 7Mas Él tiene que renacer en Su hogar de antaño -tan aparentemente nuevo, y, sin embargo, tan inmemorial como Él- como un pequeño recién llegado que depende de la santidad de tu relación para sobrevivir.

9. Ten por seguro que Dios no puso a Su Hijo en manos de quien no es digno de él. 2Solamente lo que es parte de Dios es digno de estar unido. 3Y es imposible que nada que no sea parte de Él pueda unirse. 4La comunicación tiene que haberse restablecido entre los que se unen, ya que nunca se habrían podido unir a través de sus cuerpos. 5¿Qué es lo que los ha unido, entonces? 6La razón te diría que tuvieron que haberse visto el uno al otro a través de una visión que no era del cuerpo y haberse comunicado en un lenguaje que el cuerpo no habla. 7No pudo tampoco haber sido una visión o sonido atemorizante lo que tan dulcemente los unió. 8Fue más bien que cada uno vio en el otro un perfecto refu­gio donde su Ser podía renacer a salvo y en paz. 9Así se lo dijo la razón y así lo creyó porque era la verdad.

10. He aquí la primera percepción directa que puedes construir. 2la construyes a través de una conciencia que es más antigua que la percepción, y que, sin embargo, renace en un instante. 3Pues ¿qué es el tiempo para lo que siempre ha sido como es? 4Observa lo que ese instante trajo consigo: el reconocimiento de que "aquello otro" que tú pensabas ser, era sólo una ilusión. 5Y la verdad brotó ins­tantáneamente, para mostrarte dónde se encuentra tu Ser. 6Al negar las ilusiones invitas a la verdad, pues al negarlas reconoces que el miedo no significa nada. 7En el santo hogar donde el miedo es impotente el amor entra dando las gracias, agradecido de ser uno con vosotros que os unisteis para dejarlo entrar.

11. Cristo acude a lo que es semejante a Él; a lo que es lo mismo, no a lo que es diferente. 2Pues siempre se siente atraído hacia Sí Mismo. 3¿Qué se asemeja más a Él que una relación santa? 4lo que hace que tú te sientas atraído hacia tu hermano, es lo que hace que Él se sienta atraído hacia ti. 5Ahí Su dulzura y Su benévola inocencia están a salvo del ataque. 6Y ahí Él puede regresar con confianza, pues la fe que depositas en otro es la fe que depo­sitas en Él. 7No cabe duda de que estás en lo cierto al considerar a tu hermano el hogar que Cristo ha elegido, pues al hacer eso ejerces tu voluntad junto con la de Cristo y la de Su Padre. 8Esto es lo que la Voluntad de tu Padre dispone para ti, y la tuya junto con la de Él. 9Y el que se siente atraído hacia Cristo se siente atraído hacia Dios tan irremediablemente como Cristo y Dios se sienten atraídos hacia toda relación santa: la morada que ha sido preparada para Ellos a medida que la tierra se convierte en el Cielo.















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